TALK SHOW
desaforadas
Por Moira Soto
Estaba cantado que de modositas nada, aun antes de que entonaran deliciosas, delirantes, ingeniosas versiones de Lo dudo, Mis cosas favoritas, Tienes eso, Tengo y otros temas ajenos y propios. O de que se apropiaran de alguno ajeno: tal el caso del de La novicia rebelde -vilmente engañada con unas muñecas barbies fotografiadas por Carmen Almarza, tan obscenas como las de la norteamericana Felicia Rosshandler–, para reformarle la letra con tanto veneno que dejan chiquita a Paquita la del Barrio, esa mexicana aguerrida que canta cosas como “Arrástrate de rodillas, te quiero ver llorando sangre/ Como perro suplicando, pidiéndome compasión/ Te aplastaré como a un gusano”. Porque en este show, la novicia traicionada le prepara al infame galletitas con lagañas, mocos, saliva y sudor, y encima “flujo oxidado por el desamor”. No contenta, quiere llenarle “la boca de arenas,/ en la bañera tirarte pirañas/ para que sientas en carne el dolor/ de compartirte con otra mi amor”. Entre otros tormentos, la vengadora planifica “depilarte con cera marrón/ los genitales de un solo tirón”.
Así son estas chicas desaforadas, con todo el tupé posible pero capaces de tomarse el pelo, la peluca y hasta el vello púbico (una, en el rol de diva sexy que accede a un reportaje, confiesa tener “pedos vaginales”). Virginia Kaufmann y Griselda Siciliani se han ganado una alborozada bienvenida al cada vez más poblado club de chicas chanceras, irreverentes y creativas que hacen humor sobre las tablas (y a las que raras veces el cine o la TV –menos todavía la radio– les dan un espacio para sus divertidos desatinos). Siciliani y Kaufmann saben actuar, cantar y bailar, y nadie diría que antes de desmadrarse en Tan modositas pasaron, entre otros laburos, por espectáculos infantiles (de Midón, además de sobrevivir juntas con entereza a Pipo Pescador). Ahora hacen este show de humor renegado que ellas solitas inventaron, coreografiaron, dirigieron y actualmente interpretan con coros de risas (no grabadas sino espontáneas del público asistente).
Las así llamadas Modositas –un dúo que amenaza con nuevos y sangrientos espectáculos– se empecinan en revelar el lado siniestro de las cosas de la vida, la otra cara del amor, en retorcer y exprimir los lugares comunes de la feminidad. Aunque en el fondo les quedan algunos gramos de ternura que aplican a una versión de Ding Dong, de Leonardo Favio, donde hacen la fonomímica refrescando el valor de una letra de rebosante inocencia, irresistibles frases hechas, con referencias culturales fechadas a la que añade un toque de extrañeza que Griselda haga a un falso varón enamorado. En cambio, en Tengo, el mundo de sensaciones de Sandro da pie para que dos ochenteras que en las fotos proyectadas aparecen como muy pacifistas de grin pis, en carne y hueso, se destapen desbordantes de violencia.
Chicas terribles en la huella de Gabriela Acher, las Gambas, Juana Molina, las Hermanas Nervio, las Ricuritas y tantas otras desmadradas locales, las Modositas brillan especialmente en dos números logradísimos: Dobladas al español, protagonizado por dos siamesas unidas de lado, con dos brazos, tres piernas, enfundadas en un enterizo ad hoc que cantan algo de Bárbara y Dick y juegan con el tema del doblaje, de ser cada una la doble de la otra, los acentos latinoamericanos, y el tener un solo corazón y una sola vagina. El otro sketch es Zarpadas en próceres, con las intérpretes vestidas de damas patricias, una en silla de ruedas por culpa de su manía de tener sexo en las vías del tren, la otra componiéndole la cumbia El pete tumbero” (“Mecha, aunque ahora esté lisiada/ siempre te gusto pasteurizada”). Kaufmann y Siciliani hacen reír por cuenta propia, con intrepidez y eficacia, adecuadamente ataviadas por Marilina e iluminadas por Mariano Moruja.
Tan modositas, en el Teatro de la Comedia, Rodríguez Peña 1062, los viernes a las 22, a $ 10 (con un trago de yapa).