El sentido de las misiones suicidas
Diego Gambetta (compilador)
Fondo de Cultura Econ贸mica
461 p谩ginas
A pesar de tener en su origen a un hombre que acept贸 voluntariamente morir crucificado, nuestra cultura occidental ha desarrollado una negaci贸n hacia la muerte. A nadie le interesa sacrificarse por su pa铆s, ni por su religi贸n, ni por su raza o grupo de pertenencia. Hoy por hoy, en nuestra cultura, la idea de morir voluntariamente por una idea parece rid铆cula, ingenua, absurda. Pero no pasa lo mismo en todo el mundo. El soci贸logo Diego Gambetta y otros ocho investigadores provenientes de 谩mbitos acad茅micos han esbozado una introducci贸n a esa sangrienta y humeante materia que son las misiones suicidas.
Cada cap铆tulo abarca un caso: los kamikazes, los tigres tamiles, los palestinos, Al Qaida, se van analizando con cierta autonom铆a, apenas unida por el deseo de cuantificar los casos. Y pronto los investigadores se encuentran con que sus herramientas son insuficientes para descifrar la calidad de cada muerte. Y aunque los muertos no hablen, la tendencia en las misiones suicidas de las 煤ltimas d茅cadas es la de dejar un video p贸stumo, una forma macabra de videoarte que en general demuestra la necesidad de todos los autoinmolados de no ser confundidos con meros asesinos, de dejar con sus 鈥渆xplosiones sagradas鈥 (nombre que se les da en algunos pa铆ses musulmanes para maquillar su car谩cter suicida, expresamente prohibido por el profeta Mahoma) un mensaje.
Hay muchas razones para decidir morir para matar: desde la muerte del l铆der cingal茅s Balansinghan (en Sri Lanka), cuyo objetivo fue vengar el incendio de la Biblioteca de Jaffa en 1981, en el que se perdieron 90 mil vol煤menes de libros, archivos hist贸ricos tamiles irreemplazables, hasta la l贸gica funcionalista de ciertos jeques m谩s pragm谩ticos que justifican las misiones suicidas seg煤n su eficacia militar, pasando por el acto terrorista emblem谩tico del 11-S, estas inmolaciones apuntan justamente a un plano simb贸lico, cuyo alcance es local y a veces tambi茅n global.
Esta 鈥溍﹖ica del escorpi贸n鈥 de matar para morir ha ido siempre de la mano de una 鈥渆st茅tica鈥, de un discurso con ribetes m铆sticos, una perturbadora po茅tica del fuego destructor.
Lo cierto es que estas misiones siempre coinciden con una situaci贸n de opresi贸n: las misiones suicidas s贸lo aparecen cuando la guerra entre un Estado y otro se vuelve asim茅trica. Son el 煤ltimo recurso: un tipo extremo de guerra de guerrillas a las que se apela en situaciones desesperadas, extremas. Es sabido que Occidente destruy贸 pueblos enteros en nombre de su 鈥減rogreso鈥, su 鈥渄emocracia鈥 y su supuesta superioridad. Pero tambi茅n existen fan谩ticos pseudo religiosos que convierten en carne de ca帽贸n a j贸venes que en general no saben qu茅 hacer de sus vidas, ide贸logos de estas misiones, que educan, forman, arengan y hasta se dir铆a hipnotizan a los voluntarios para asegurarse su eficacia, seres que desde su institucionalizaci贸n del rencor han ido desarrollando, particularmente en las tradiciones chi铆tas, una glorificaci贸n del martirio suicida.
Claro que la arenga del 鈥渃hoque de civilizaciones鈥 tambi茅n es, como toda simplificaci贸n, peligrosa: hay un abismo entre el discurso de Pirabakaran, l铆der de los tamiles en Sri Lanka que siempre evit贸 atacar a la poblaci贸n civil, y el de Bin Laden. Y su muerte, hace apenas unos meses, lo ha convertido en h茅roe nacional.
Aunque la diferencia entre un ataque suicida o una misi贸n de alto riesgo sea muy sutil, hace falta llegar al cap铆tulo dedicado a las misiones suicidas que no matan para comprender que, al final de cuentas, existe una alternativa para una acci贸n pol铆tica a trav茅s de la no violencia (en este caso hacia los dem谩s). El suicidio del budista vietnamita Thich Quang Duc, que se roci贸 de petr贸leo y se prendi贸 fuego manteni茅ndose en posici贸n de loto, dej谩ndole una nota al presidente Dem y pidi茅ndole que tenga 鈥渁mabilidad y tolerancia para con su pueblo y aplique una pol铆tica de igualdad religiosa鈥, es un ejemplo de eso.
Y es que el hartazgo que genera la violencia (que cuando se excede termina por perder su poder) es algo que los fan谩ticos (jud铆os, norteamericanos, isl谩micos, budistas, cristianos o argentinos) evidentemente no pueden comprender. En definitiva, todos nos vamos a morir. El asunto es c贸mo. Y ya lo dice el refr谩n: mejor solo que mal acompa帽ado. O lo que es lo mismo: mejor morir solo que acompa帽ado por El Mal.
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