No es s贸lo la l贸gica de la corriente: todo viene de vuelta con el r铆o. Los cuerpos, los nombres, los restos de la creciente. A diferencia de la tierra, el agua en su vaiv茅n descompone y eterniza. El R铆o de la Plata es un gran espejo que tenemos como frontera. Un espejo duro en el cual mirarse, un espejo que por m谩s que intentemos, no podemos esquivar. Enrique Wernicke escribi贸 este r铆o muchas veces. Lo escribi贸 en La Ribera y en El Agua. Lo volvi贸 a escribir en lo que hay de 茅l en Conti, en Briante, en la generaci贸n del sesenta. Wernicke lo escribi贸 meti茅ndose hasta el cuello, viviendo en la contradicci贸n de sus aguas. Por eso vuelve hoy en La Ribera, una novela que hab铆a estado desaparecida de las librer铆as durante mucho tiempo. Abelardo Castillo lo elige, repitiendo la actitud de reconocimiento de los escritores sesentistas frente a sus antecesores, para que forme parte de la colecci贸n Los Recobrados, un gesto importante para la literatura argentina que ya ha reeditado a Roberto Payr贸, a Sara Gallardo, a Eduardo Wilde y a Beatriz Guido, entre otros.
Fiel a su generaci贸n, Enrique Wernicke fue el tipo de escritor que escribi贸 desde la valoraci贸n de la experiencia. 鈥淧ara escribir hay que vivir鈥 y el hombre se ech贸 a andar. As铆 fue describiendo su propia geograf铆a, f铆sica y literaria, en un pa铆s donde las fronteras fundantes se asentaron en la divisi贸n hegem贸nica entre civilizaci贸n y barbarie, m谩s tarde trasladada a la tensi贸n entre capital e interior. Esta camisa de fuerza de las dualidades es el punto de partida desde el que un escritor argentino sale a trazar su propio camino. Wernicke traz贸 un camino discontinuo, dibujando recorridos diferentes y que le abrieron la puerta a la posibilidad del margen. Porque en vez de pensar al escritor 鈥渞escatado鈥 de los m谩rgenes como a un olvidado, quiz谩 lo que deba 鈥渞escatarse鈥 sea ese camino orillero como elecci贸n. Wernicke se rehus贸 a frecuentar los c铆rculos, a seguir una u otra vanguardia, en sus diarios escribi贸: 鈥... en el fondo sigo convencido de que el mundo debe mantenerme en honor a mis libros. Como mantiene a Sabato o a Borges. Yo no fui capaz, o no quise venderme. Ahora lo pago. Adem谩s siempre fui un harag谩n y hace mucho que tambi茅n soy un borracho. Es mi protesta contra un mundo absurdo. Protesta, pero para adentro, durmiendo mis siestas y cag谩ndome en todos鈥.
Ese escritor tanto tiempo olvidado y rescatado que fue Arlt, sab铆a lo que hac铆a cuando escribi贸 el pr贸logo de Los Lanzallamas. Ese pr贸logo no fue s贸lo una nota para sus contempor谩neos. El margen como opci贸n es una elecci贸n literaria y como tal, pol铆tica. Luego el tiempo hace su trabajo, vuelve a traer, como el agua, lo que de alguna forma u otra sobrevive en las corrientes, y una obra se retoma una y otra vez en la escritura de los que la suceden. En su traves铆a de oficios y ocupaciones, Wernicke fue periodista, titiritero, militante y expulsado del partido comunista, agricultor, fabricante artesanal de soldaditos de plomo, top贸grafo y escritor. Vivi贸 en Europa, en el campo argentino 鈥搇ugar que dar谩 origen a su novela Chacareros, anterior a La Ribera鈥 y ya hacia el final decide asentarse en la Ribera norte del R铆o de la Plata. Este itinerario que Enrique Wernicke elige para su vida, para su literatura, est谩 condensado esencialmente en La Ribera y es all铆 donde se cifra la clave de su escritura. Eduardo, su protagonista, es un escritor que se retira a la ribera luego de haber vivido en el campo, en la ciudad de Buenos Aires y en Europa. Junto al r铆o monta un peque帽o taller de soldaditos de plomo. El escritor atribulado, que se escapa de la ciudad, de las discusiones intelectuales de caf茅, buscando rescatar en su vida junto al r铆o una experiencia vital que lo estimule a seguir escribiendo, es el mismo que se llama a s铆 mismo 鈥渦n desclasado鈥 cuando afirma que s贸lo un burgu茅s puede darle importancia al hecho de ganarse el pan con el trabajo de sus manos. Ese ser desclasado es su elecci贸n frente a la fatalidad de la pertenencia de clase. Personaje y autor, Wernicke se desclasa como burgu茅s como tambi茅n se desclasa en tanto escritor realista. No es de Boedo ni es del Sur. En La Ribera Wernicke ya est谩 marcando el alejamiento, la b煤squeda empe帽osa de una separaci贸n de la ciudad mientras afila al m谩ximo sus dones de cuentista. Hay en la novela una equilibrada combinaci贸n de precisi贸n, despojo y lirismo a la hora de narrar, que la vuelven dif铆cil de clasificar en el contexto literario de su 茅poca. No se ajusta a las convenciones del realismo socialista, sin embargo su inter茅s por lo social es lo que cincela la novela desde una perspectiva m谩s existencialista. El hombre de los m谩rgenes, sus trabajos, sus historias. Todo narrado al mismo tiempo con el cinismo y la nostalgia de quien ya no puede creer m谩s que en la existencia inmediata.
Al morir, Wernicke dej贸 un diario de aproximadamente 1500 carillas dactilografiadas bajo el nombre de Melp贸mene. Hasta el presente, su divulgaci贸n ha sido tan escasa como fragmentaria, sin embargo hay mucho de Melp贸mene en La Ribera. Porque adem谩s de la conformaci贸n de un territorio y de un estilo, en la novela hay tambi茅n una b煤squeda alrededor de los l铆mites del g茅nero literario. De ah铆 su riqueza narrativa: la exactitud del lenguaje que supo cultivar en sus cuentos m谩s breves y las observaciones a modo de confesi贸n que surgen de la escritura de su diario. Podr铆a decirse que La Ribera es un vaiv茅n entre la tierra y el agua, la exactitud de la narraci贸n austera para narrar la acci贸n y un lirismo tan profundo como medido a la hora de observar el mundo que se est谩 contando. El cuento contiene, es l铆mite, cierra. El diario dilata, expande, desborda. Un diario es una confesi贸n, y la novela, hacia el final, se confiesa diario.
La obra de Wernicke es, en definitiva, un relato de nuestras contradicciones. De la lucha imposible y manique铆sta que libramos a la hora de entender de qu茅 lado de la frontera estamos. Narr贸 varios paisajes pero sin duda su m谩quina se afinc贸 en la ribera para transformar al r铆o en uno de los personajes m谩s importantes de su obra. Wernicke vio en el r铆o su posibilidad de escape y vio tambi茅n la desgracia de su cercan铆a. Vio la luz que proyecta a cierta hora de la tarde sin dejar de ver en el barro del fondo otra forma de espejo.
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