Domingo, 24 de agosto de 2003
Reseña
La modernidad, un proyecto concluido
CrÃtica y sospecha.
Los claroscuros
de la cultura moderna
Ricardo Forster
Paidós
Buenos Aires, 2003
284 págs.
Por Rubén H. RÃos
El ensayo contra la disertación, la incertidumbre y la interrogación contra la razón objetiva, el sujeto desfondado y enigmático contra la subjetividad cartesiana e instrumental, el cuerpo antes que la biopolÃtica del Estado moderno, la justicia antes que el derecho, la errancia ilimitada en la eternidad del tiempo antes que el fin de la historia, el mesianismo judÃo contra el Juicio Final cristiano, el éxodo de Abraham antes que el viaje circular de Ulises. La crÃtica, en suma, contra el nihilismo cientÃfico-técnico que domina el mundo contemporáneo, tales los ejes (y no los únicos) que hacen vibrar a estos ensayos de Ricardo Forster como rayos descargados en el medio del silencio, la complicidad y el vacÃo de la vida bajo el embrujo de la mercancÃa y los medios masivos de comunicación. Larga historia que, para el autor, celebra su orgÃa de inhumanidad en Auschwitz.
La modernidad (como piensa, entre otros, Adorno) se habrÃa realizado en los desolladeros antisemitas del régimen nazi, en la furia de las máquinas de exterminio programado por la racionalidad técnica y alimentado por un imaginario cristiano de siglos de estigmatización del judÃo como el otro, el diferente, el apátrida, el errante de la historia que desconoció al MesÃas. Los campos de concentración serÃan el éxtasis del sujeto agustiniano-cartesiano y el silencio que rodeó a la Shoa –a toda, a decir verdad, carnicerÃa sistemática apoyada en la razón de Estado–, no otra cosa que el emblema de los cuerpos producidos por la biopolÃtica, la emanación más acabada y siniestra de la servidumbre voluntaria que Etienne de la Boetié (ese Rimbaud del pensamiento) reconociera en 1548 abatiendo sus alas sobre la Europa preiluminista. Siglos de tiranÃa religiosa y ontológica, del imperio irrestricto de lo Mismo colonizando o aniquilando lo Otro que culminan en fábricas de cadáveres, en el mutismo de Heidegger, en el anonadamiento de la palabra, en el narcisismo posmoderno de las metrópolis adormecidas por las pantallas y los dioses del mercado absoluto.
Después de Auschwitz no sólo no es posible escribir poesÃa —tal como dice Adorno y desafÃa Celan— sino, peor todavÃa, ya casi no serÃa posible vivir con algún sentido que no fuera el de la trivialidad generalizada y el desencantamiento del mundo bajo la matematización del conocimiento. La reacción romántica, ciertos pensadores ultramontanos y conservadores (como Donoso Cortés, con influencia en Carl Schmitt pero también en Benjamin), la modernidad más resueltamente crÃtica (Spinoza, Marx, Nietzsche) habrÃan anunciado de uno u otro modo la crisis del antropocentrismo del sujeto moderno una vez que cayeran todos los mitos, todas las escatologÃas, toda la magia del ser. Alienación o muerte de Dios, rarificación o nihilismo, al final de la travesÃa del hombre surgido de la metafÃsica y el cristianismo no habrÃa más que un desierto de mercancÃas, un orden tecnoeconómico que ambiciona el planeta, un presente perpetuo sin densidad donde somos excluidos-incluidos bajo amenaza de muerte o degradación a la subhumanidad.
Locura y sinsentido del sistema de la racionalidad moderna —con sus zonas de crepuscular posmodernidad— que se ha fundado justamente (¿ironÃa póstuma?) sobre la identidad de razón y sentido, radiando hacia la patologÃa o la criminalización todas aquellas fuerzas arcaicas que irrumpÃan en los cuerpos, en las escrituras, en la experiencia extrema delobjeto. Ese sujeto de la conciencia y el conocimiento, de la técnica y el progreso indefinido, ha entrado en un atolladero donde sobrevive gracias al pequeño destino de lo privado, al consumo rápido de imágenes y sÃmbolos fascinantes y anodinos, a la pérdida de la libertad y el amor por lo desconocido. Para Forster, en CrÃtica y sospecha –tÃtulo que lo dice todo de un libro implacable– se trata de recuperar ese espÃritu aventurero del viaje moderno, abrir de nuevo el mundo a lo inesperado e incierto, a las girantes claridades del porvenir. El ensayo (el género de Montaigne, de su amigo La Boetié, en la aurora de la modernidad) es el vehÃculo que ha elegido para reemprender este nuevo viaje de la palabra hacia aquel Éxodo interminable.
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