Domingo, 21 de diciembre de 2003
Ojos de videotape
Las locuras de la Historia
Primer film como director de Terry Gilliam, Jabberwocky transcurre en la Edad Media y, segĂșn su director, ofrece tres cosas: mierda, lodo y actitud.

Fue estrenada como si se tratara de otra pelĂcula de los Monthy Python, aunque en rigor era el primer film como director âsolo, por su cuentaâ de Terry Gilliam, y el resto de los actores, guionistas y directores del grupo sĂłlo tenĂan apariciones breves en ella, a excepciĂłn de Michael Palin, que era su protagonista. Ambientada en la Edad Media e inspirada por la criatura de ojos de fuego que le da nombre al poema Jabberwocky (que forma parte de A travĂ©s del espejo, de Lewis Carroll), la pelĂcula homĂłnima tiene, es cierto, bastante en comĂșn con el opus previo de los Python que, como Ă©ste, habĂa sido financiado por varios notables del rock inglĂ©s del momento (Pink Floyd y Led Zeppelin, entre otros), siendo el momento 1977. Hoy se la podrĂa ver tambiĂ©n como heredera de La armada Brancaleone de Mario Monicelli y hasta como un eslabĂłn perdido entre aquĂ©lla y los delirios de la trilogĂa demonĂaca de (el hoy âmucho mĂĄs serioâ) Sam Raimi. En cuanto a sus antecedentes, Gilliam suele citar al Pasolini de Los cuentos de Canterbury. âSus pelĂculas de Ă©poca âdijo alguna vez Gilliamâ, para bien o para mal, tienen un gran sentido de la atmĂłsfera y del lugar, y Terry (Jones, otro Python que mĂĄs adelante dirigirĂa La vida de Brian y Erik el vikingo) y yo siempre estuvimos obsesionados con eso. Buena parte del humor provenĂa de la realidad: mierda, lodo, y actitud. Y eso era lo que realmente me importaba: hacer que las cosas olieran y apestaran y se sintieran de la manera correcta.â
Como en Las aventuras del barĂłn Munchausen, como en Pescador de ilusiones y en 12 monos y en PĂĄnico y locura en Las Vegas, pero en especial como en esa pesadilla kafkiana/orwelliana que fue Brazil, y como lo hubiera sido en su truncado Quijote con Jean Rochefort y Johnny Depp, lo que ocupa el centro de Jabberwocky es, invariablemente, la locura. La locura de su protagonista, âun hombre de ambiciones mediocresâ con un Ășnico objetivo: el amor de la apestosa Griselda. La locura tambiĂ©n de la princesa del reino, inmersa en su ridĂculo mundo de historias de caballerĂa; la locura de un pueblo diezmado por la peste y asolado por el âmonstruoâ del bosque. Y los tenebrosos delirios polĂticos del Rey (Bruno, El Cuestionable) y su corte, y de la Iglesia, demasiado aferrados a los rĂ©ditos marginales que la bestia les ha deparado (tales como la incorporaciĂłn de nuevos y temerosos feligreses a sus filas) como para tomar la decisiĂłn de eliminarla asĂ como asĂ. Gilliam dixit: âMis pelĂculas tratan acerca del ciego absurdo de la raza humanaâ.
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