Como si el cine Heraldo reabriera sus puertas, pero con la complicidad de Teatro La Comedia. Es decir, esta noche, a las 20, Daniel Grecco presentará su libro Proyectando ilusiones. La historia de los cines de Rosario y su gente (Cuenta Conmigo Ediciones) en la sala de Mitre y cortada Ricardone, desde un homenaje al Heraldo (con programa de mano y proyección de variedades) pero también a todos los cines que se dicen y recorren en las casi 200 páginas del libro. "A mà me tocó poner el nombre y apellido en este libro, pero no lo escribà yo, sino todos los que trabajaron de una u otra forma en los cines, asà como la gente, pagando el precio de su entrada a través de tanto tiempo", dice Grecco (también gerente de Complejo Monumental) a Rosario/12.
"Nuestra ciudad tuvo un privilegio bastante grande, cuando allá por los años '60 o '70 los cines estaban abiertos permanentemente, cuando las salas de barrio ofrecÃan toda una posibilidad de contención para los chicos", continúa Grecco y, con él, seguramente la memoria cinéfila de tantos espectadores, que han recorrido la historia de Rosario a través de sus cines, conscientes de cada fachada, marquesina, butacas y pelÃculas.
"A través del cine fuimos aprendiendo sobre lo bueno y lo malo, el cine nos enseñó a decir adiós con Casablanca, nos habló sobre la amistad con ET, fueron muchos los tÃtulos que nos enseñaron; a partir de él, nosotros elegimos qué Ãbamos a hacer en la vida. Porque el cine es la vida, si bien es una ilusión óptica, ¡pero mirá qué linda manera tiene de 'engañarnos'! DecÃa David Mamet que tal vez, en algún momento, se terminen las baterÃas, la electricidad, pero que eso no impedirá que en un tiempo lejano alguien encuentre un pedazo de pelÃcula, la mire a través del sol, y otra vez vuelvan a proyectarse ilusiones".
El cine conforma, podemos decir, una gran familia.
En la época de los '50, '60, te ligabas un reto si volvÃas a tu casa tarde, a las once en vez de a las seis, por quedarte a ver la misma pelÃcula tres veces. Todas esas cositas hicieron que uno amara esta profesión. Lo digo con orgullo, porque me gusta que sepan que soy un operador de cine antes que gerente de un complejo. Fui y soy un operador de cine, algo tan importante como un acomodador, un boletero, el programista, el que trabaja en una distribuidora, es una familia muy grande. Muchos realizadores no tienen conciencia de que lo que ellos hacen, de que la criatura que traen al mundo, hay que enseñarla, hay que mostrarla, allà es donde está la trama que se arma con los que difundimos el cine.
Tuve la suerte de conocer a varios de los viejos operadores, todos con seudónimos raros: el "astuto", el "loco", la "bestia"...
A todos te los vas a encontrar en el libro, es más, fueron ellos los que comenzaron a decir que alguien tenÃa que contar nuestras historias, porque para nosotros es algo muy importante, quizás la gente cuando lo lea no lo vea asÃ, pero hay cosas muy lindas, porque está de por medio el amor por el cine. Simplemente llevé al papel lo que me contaban, lo que vivÃ. ¡Estoy confesando cincuenta y cuatro años de cine! Comencé a los diez, desde que me arrimé a una cabina -tal vez como hicieron tantos otros- a barrer, a repartir programas, por ahà porque no nos alcanzaba la plata que tenÃamos y asà nos quedábamos a ver las pelÃculas. Durante la presentación vamos a proyectar un video alusivo, rescatando a muchos de los que se preocuparon por homenajear a los cines. Tengo algunas notas que nos hicieron, con operadores hablando... Hay que tener en cuenta que cuando entré al gremio tenÃa una diferencia de casi treinta años con los demás.
- Cuando la pelÃcula se salÃa de foco, de cuadro, o quedaba sin sonido, los operadores solÃan ser muy recordados por los espectadores...
- Se acordaban de nuestras madres, hijas, hermanas... En la filmación que te digo, sale el "astuto" Ferraro, con su sencillez, diciendo que "en la inmensidad de los oficios nunca hubo uno tan reputeado como el nuestro". Hoy en dÃa, accionás una llave y la pelÃcula se comienza a proyectar, no tenés que tocar nada más. Con el cine digital el operador prácticamente no es necesario. Por eso el interés por rescatar el viejo oficio de proyectar ilusiones, y por eso también el tÃtulo.
Grecco también apunta una consideración que ratifica la cinefilia histórica rosarina: "En los '60 tuve oportunidad de compartir mi tarea con Juan Porte, operador de cine mudo, quien me certificaba que las primeras exhibiciones públicas habÃan tenido lugar en Rosario. Esto también lo reafirman Sidney Paralieu (en su libro Los cines de Rosario: ayer y hoy, editado por Fundación Ross) y el gordo Manuel Vega, actor e historiador, quien lo escuchó de boca de José MartÃnez Suárez. La primera función de cine fue en Rosario, entre abril y mayo de 1896, a meses nomás de la primera proyección de los hermanos Lumière; después, en junio, julio, fue en Buenos Aires. De todos modos, sea donde sea, el cine es lo que importa. Lo que podemos ver en casa es televisión, para ver una pelÃcula en toda su dimensión, desde todo lo que significa, hay que ir al cine. El cine respeta tanto la vida del ser humano que no invade su casa o su trabajo. Simplemente, como a los viejos abuelos o a algunos tÃos, lo tenés que ir a visitar. Asà es el cine".
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