"...Quiero tiempo pero tiempo no apurado...por favor dénmelo suelto y no enjaulado..."
MarÃa Elena Walsh
Hubo un robo sin sitio ni objeto, ni cosas tangibles ni revólveres.
Robaron una hora. Una a cada argentino. Sustrajeron medio kilo de tiempo, tres botellas enormes de minutos y como un elefante de segundos.
Fue asÃ: El camión traÃa crisis en toneladas, crisis y óxido (mÃta y mÃta), atrás venÃa una trafic (de las que van al Bingo) con el mes de septiembre manejando, se bajaron dos agujas potentes (como de un mal Cucú) portando un interés gigante de hurtar algo valioso.
Algunos pensamos en las joyas, otros en gatos caseros.
No se entendÃa el porqué.
La agujas estaban machucadas por presidentes de algo, que, a falta de otras cosas, las habÃan mandado. Una era negra y ancestral, en la más puntuda se notaba la alcurnia.
Nos miraron de frente, observaban las mieses argentinas, nos volvÃan oblicuos de miedo. Apuntaron varias veces seguidas y el mar quedaba muerto. Se erguÃan orgullosas y estúpidas (como muchos ladrones y polÃticos) recorriendo desde la pequeñez hasta la eternidad.
Cada quien decÃa algo que bien no encajaba; a mà no me van a sacar nada, guarda el celular, tengo puertas blindadas, y eso que hay vigilancia las 24 horas, no alcanzan los móviles, ¿escondiste los dólares?, existen chorros de solo doce años, mira si además nos violan, hay mucha inseguridad, atrocidad, alevosÃa, sufrimiento, documentación sustraÃda, etcétera. Etcétera. Punto y aparte. Etcétera. Mayúsculas también podÃan llevarse. Tu nombre.
Enseguida me di cuenta de las caracterÃsticas del hecho, un robo mineral.
Arriba las manos, las millones de manos se levantaron juntas. Esto es un robo. Nadie se mueva. Todos por el piso donde ya estábamos los argentinos (entre los que me encuentro).
¿Qué quieren? Llévense todo pero a la nena no le hagan nada. Tengo todo en el banco. Voy con lo puesto.
Pero era antibélico y eso resultaba peor.
¿QuerrÃan música, cine, un cine? ¿El Radar que ya se lo robaron? ¿querrÃan El Saladillo? ¿la cancha de Central?
Arriba las manos hemos dicho, nosotras las agujas. Queremos algo que vale, que costó, que es infinito además. Pensé en mis cosas, en Antonio Carlos Jobim, sus sambas, en el amor, pensé en el amor cuando deja de hacer daño y la costurera puede irse, pensé (con una obsesión intermedia) que acarrearÃan más paz de la tierra.
Pero no, nada nada.
Tomaron: una hora, le pegaron un baño. Una hora campestre. Una hora sola, vale decir sin nada.
Y fue parecido al fin del mundo, se escucharon los gritos y a continuación.
A continuación.
A continuación, casi sin poder hacerlo, nos adelantamos.
Hubo choques de almuerzos.
Y la hora, la más linda (porque fue extraÃda de una noche) se alejó en el camión de los delincuentes.
No pudimos hacer nada, ni marchas, ni sentadas, ni grupos de autoayuda, ni caravanas o consuelos de tonto.
Solamente un duelo de oposición y cenar con el sol recordando los hechos.
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