Viernes, 24 de octubre de 2008 | Hoy
Por Bea Suárez
"...Quiero tiempo pero tiempo no apurado...por favor dénmelo suelto y no enjaulado..."
María Elena Walsh
Hubo un robo sin sitio ni objeto, ni cosas tangibles ni revólveres.
Robaron una hora. Una a cada argentino. Sustrajeron medio kilo de tiempo, tres botellas enormes de minutos y como un elefante de segundos.
Fue así: El camión traía crisis en toneladas, crisis y óxido (míta y míta), atrás venía una trafic (de las que van al Bingo) con el mes de septiembre manejando, se bajaron dos agujas potentes (como de un mal Cucú) portando un interés gigante de hurtar algo valioso.
Algunos pensamos en las joyas, otros en gatos caseros.
No se entendía el porqué.
La agujas estaban machucadas por presidentes de algo, que, a falta de otras cosas, las habían mandado. Una era negra y ancestral, en la más puntuda se notaba la alcurnia.
Nos miraron de frente, observaban las mieses argentinas, nos volvían oblicuos de miedo. Apuntaron varias veces seguidas y el mar quedaba muerto. Se erguían orgullosas y estúpidas (como muchos ladrones y políticos) recorriendo desde la pequeñez hasta la eternidad.
Cada quien decía algo que bien no encajaba; a mí no me van a sacar nada, guarda el celular, tengo puertas blindadas, y eso que hay vigilancia las 24 horas, no alcanzan los móviles, ¿escondiste los dólares?, existen chorros de solo doce años, mira si además nos violan, hay mucha inseguridad, atrocidad, alevosía, sufrimiento, documentación sustraída, etcétera. Etcétera. Punto y aparte. Etcétera. Mayúsculas también podían llevarse. Tu nombre.
Enseguida me di cuenta de las características del hecho, un robo mineral.
Arriba las manos, las millones de manos se levantaron juntas. Esto es un robo. Nadie se mueva. Todos por el piso donde ya estábamos los argentinos (entre los que me encuentro).
¿Qué quieren? Llévense todo pero a la nena no le hagan nada. Tengo todo en el banco. Voy con lo puesto.
Pero era antibélico y eso resultaba peor.
¿Querrían música, cine, un cine? ¿El Radar que ya se lo robaron? ¿querrían El Saladillo? ¿la cancha de Central?
Arriba las manos hemos dicho, nosotras las agujas. Queremos algo que vale, que costó, que es infinito además. Pensé en mis cosas, en Antonio Carlos Jobim, sus sambas, en el amor, pensé en el amor cuando deja de hacer daño y la costurera puede irse, pensé (con una obsesión intermedia) que acarrearían más paz de la tierra.
Pero no, nada nada.
Tomaron: una hora, le pegaron un baño. Una hora campestre. Una hora sola, vale decir sin nada.
Y fue parecido al fin del mundo, se escucharon los gritos y a continuación.
A continuación.
A continuación, casi sin poder hacerlo, nos adelantamos.
Hubo choques de almuerzos.
Y la hora, la más linda (porque fue extraída de una noche) se alejó en el camión de los delincuentes.
No pudimos hacer nada, ni marchas, ni sentadas, ni grupos de autoayuda, ni caravanas o consuelos de tonto.
Solamente un duelo de oposición y cenar con el sol recordando los hechos.
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