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Tu segunda persona no es un costal de obediencia y pavura. No est谩 cautiva en un trozo de piel cosida a diez mil kil贸metros de distancia. No baja del cielo de las utiler铆as sino que transita por este mundo con la confianza de los errantes que entran en el templo.
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Tu segunda persona ha roto los cacharros viejos de la lengua para hacerse un ritmo propio. Y es verdad que sus imperativos inquietan, es verdad que las 贸rdenes de tu segunda persona tienen un sesgo ind贸cil, una violencia diletante que raya con la lascivia. Y ese margen de error que se permite, es el que hace la diferencia con el resto de las segundas personas.
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Pero, 驴c贸mo se construye una segunda persona? La primera dificultad a la que se enfrenta la primera persona reside en la rigidez de los testimonios que posee. Si se ha de creer en las terceras personas gramaticales, en el momento de expresar la segunda persona siempre hay una colaboraci贸n fatal y no esperada. Pero la segunda persona, mal que le pese a las terceras, es una musa, un 谩ngel, inspiraci贸n o nube de la primera persona. Algunos dicen que la segunda persona viene del exterior, otros, que viene del interior. Sin embargo mi primera persona cree que tu segunda persona viene de la respiraci贸n, de los fragmentos, de una materia verbal que se libera de las ataduras.
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En el v茅rtice de su lenguaje, alrededor de cada palabra, tu segunda persona ha roto los estereotipos del t煤 ceremonioso y 谩tono, para expandirse en un vos tonificante y rompiente. Este fen贸meno tuteante y fantasmag贸rico no es un espejismo, no es un barco sin timonel ni una oruga en proceso de ser mariposa. Tampoco es la peque帽a son谩mbula expulsada del reino de las sombras, sino la trepidante torcedura del verbo, el tornasolado cimbreo del pronombre.
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Tu segunda persona alza todas las tapas y suelta los aromas de su caldo, suelta los artificios de la lengua que titila con la cuchara que reci茅n empieza a nunca terminar. Una vibraci贸n de simiente se aposenta en el nido y aquello tan otro, tan tuyo, hace de los fragmentos de mi primera persona algo menos narrativo que un yo sin sue帽os.
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Tu segunda persona no es la fugitiva que llega hasta mi primera persona por recomendaci贸n de un vendedor de alfombras o por un rumor que va de boca en boca. Ella se deshizo de los trenes que pasaron para siempre y vino al centro mismo del encuentro, donde el coraz贸n de mi primera persona la nombra y le da de beber su rosa.
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Conozco la gama de los miedos gramaticales. Conozco la vara de la norma, por eso puedo decir que tu segunda persona es un arte con vida propia. Un arte que, como la poes铆a, no es una experiencia que luego traducen las palabras sino que la palabra misma constituye la experiencia de tu segunda persona.
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