TenÃa seis o siete años, mi primita era de la misma edad y jugábamos juntas. Me acuerdo que la primera vez llevábamos calzas de colores que mi tÃa nos habÃa comprado. Las mÃas eran de color naranja y las de Andrea blancas.
Mi tÃa y su marido vivÃan cerca de casa y venÃan seguido, mi tÃa es hermana de mi mamá y el esposo de ella es mi padrino. Ellos no tienen hijos y su situación económica era desahogada, mucho mejor que la nuestra, porque mi mamá tenÃa que limpiar casas para ayudar a mi papá.
Bueno, la primera vez que ocurrió él estaba sentado en una silla de esterillas, esas que se usaban antes, leÃa el diario con la luz que le llegaba de una ventana que estaba a sus espaldas. Mi papá estaba en el taller, mi mamá trabajando y mi tÃa fue a hacer las compras al mercadito porque Ãbamos a comer todos juntos.
Mi padrino nos miraba de vez en cuando, y en un momento dice: chicas, les voy a mostrar algo que tienen los hombres y no tienen ustedes y comenzó a desabrocharse la bragueta y nos mostró el pito. Nosotras mirábamos con curiosidad mientras él se tocaba y su pito iba creciendo. DecÃa que esto es un acto de amor que hago con todo respeto y agregaba ceremoniosamente: con todo respeto, sanamente.
Después de eso nos dio plata para que nos comprásemos lo que quisiéramos. Asà que fuimos al quiosco y compramos cartucheras para los lápices, una muñequita muy linda y golosinas.
Las veces siguientes nos pidió que le tocáramos el pito y que si lo acariciábamos, éste se iba a ponerse durito de contento. A nosotras jugar con mi padrino no nos interesaba, pero sabÃamos que después nos daba dinero para gastar a nuestro antojo. Cuando venÃa y estábamos solos me pedÃa que lo toque y yo lo hacÃa porque sabÃa que después me daba plata.
Antes de los doce años me hice señorita. Me acuerdo que en esa época mi tÃa me llevaba a su casa y muchas veces me quedaba a dormir. Un dÃa de esos mi tÃa me llevó al baño para que mi tÃo me bañe. Mientras me enjabonaba me metÃa mano abajo y en los pechos. Yo pensaba cómo un tÃo puede hacer estas cosas.
Cuando me quedaba a dormir en lo de mi tÃa ponÃan un colchón en el suelo, al lado de la cama de ellos. En las ocasiones en que mi tÃa salÃa a hacer las compras, él se acostaba conmigo y me acariciaba abajo y arriba. Me querÃa besar y me daba asco porque tenÃa olor a cigarrillos. Una vez querÃa que jugáramos a los esposos, yo serÃa la esposa; en esa ocasión querÃa penetrarme. Claro que debo reconocer que fue muy generoso y siempre me daba dinero.
Otras veces me rozaba con el pito. DecÃa que cuando se le paraba era por amor, que lo hacÃa con todo respeto, sanamente. Eso lo repetÃa en todas las ocasiones que querÃa manosearme: con todo respeto, sanamente.
Me pasó con otras personas mayores que de chiquita me querÃan tocar. Cuando tenÃa doce años iba a un taller cerca de casa a barrer antes de comer y el señor cuando nadie lo veÃa trataba de tocarme.
Cuando tenÃa quince años no dejé que mi padrino se me acercara y él no lo intentó nunca más. Fue en esa época que empecé a salir con chicos y tener noviecitos.
La primera experiencia sexual, cuando me penetraron, fue con mi novio de los dieciséis años. Algo lindo, muy tierno, nos dimos muchos besos y me gustó como me acariciaba. Cuando nos despedimos me encontraba molesta, sentÃa mucha rabia y me juré alejarme de él para siempre, no podÃa creer lo que habÃa pasado. El, que la pasó muy bien, después de haber gozado mucho, porque asà me lo dijo, se fue sin pagarme.
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