Jueves, 22 de mayo de 2014 | Hoy
Por Domingo Caratozzolo
Tenía seis o siete años, mi primita era de la misma edad y jugábamos juntas. Me acuerdo que la primera vez llevábamos calzas de colores que mi tía nos había comprado. Las mías eran de color naranja y las de Andrea blancas.
Mi tía y su marido vivían cerca de casa y venían seguido, mi tía es hermana de mi mamá y el esposo de ella es mi padrino. Ellos no tienen hijos y su situación económica era desahogada, mucho mejor que la nuestra, porque mi mamá tenía que limpiar casas para ayudar a mi papá.
Bueno, la primera vez que ocurrió él estaba sentado en una silla de esterillas, esas que se usaban antes, leía el diario con la luz que le llegaba de una ventana que estaba a sus espaldas. Mi papá estaba en el taller, mi mamá trabajando y mi tía fue a hacer las compras al mercadito porque íbamos a comer todos juntos.
Mi padrino nos miraba de vez en cuando, y en un momento dice: chicas, les voy a mostrar algo que tienen los hombres y no tienen ustedes y comenzó a desabrocharse la bragueta y nos mostró el pito. Nosotras mirábamos con curiosidad mientras él se tocaba y su pito iba creciendo. Decía que esto es un acto de amor que hago con todo respeto y agregaba ceremoniosamente: con todo respeto, sanamente.
Después de eso nos dio plata para que nos comprásemos lo que quisiéramos. Así que fuimos al quiosco y compramos cartucheras para los lápices, una muñequita muy linda y golosinas.
Las veces siguientes nos pidió que le tocáramos el pito y que si lo acariciábamos, éste se iba a ponerse durito de contento. A nosotras jugar con mi padrino no nos interesaba, pero sabíamos que después nos daba dinero para gastar a nuestro antojo. Cuando venía y estábamos solos me pedía que lo toque y yo lo hacía porque sabía que después me daba plata.
Antes de los doce años me hice señorita. Me acuerdo que en esa época mi tía me llevaba a su casa y muchas veces me quedaba a dormir. Un día de esos mi tía me llevó al baño para que mi tío me bañe. Mientras me enjabonaba me metía mano abajo y en los pechos. Yo pensaba cómo un tío puede hacer estas cosas.
Cuando me quedaba a dormir en lo de mi tía ponían un colchón en el suelo, al lado de la cama de ellos. En las ocasiones en que mi tía salía a hacer las compras, él se acostaba conmigo y me acariciaba abajo y arriba. Me quería besar y me daba asco porque tenía olor a cigarrillos. Una vez quería que jugáramos a los esposos, yo sería la esposa; en esa ocasión quería penetrarme. Claro que debo reconocer que fue muy generoso y siempre me daba dinero.
Otras veces me rozaba con el pito. Decía que cuando se le paraba era por amor, que lo hacía con todo respeto, sanamente. Eso lo repetía en todas las ocasiones que quería manosearme: con todo respeto, sanamente.
Me pasó con otras personas mayores que de chiquita me querían tocar. Cuando tenía doce años iba a un taller cerca de casa a barrer antes de comer y el señor cuando nadie lo veía trataba de tocarme.
Cuando tenía quince años no dejé que mi padrino se me acercara y él no lo intentó nunca más. Fue en esa época que empecé a salir con chicos y tener noviecitos.
La primera experiencia sexual, cuando me penetraron, fue con mi novio de los dieciséis años. Algo lindo, muy tierno, nos dimos muchos besos y me gustó como me acariciaba. Cuando nos despedimos me encontraba molesta, sentía mucha rabia y me juré alejarme de él para siempre, no podía creer lo que había pasado. El, que la pasó muy bien, después de haber gozado mucho, porque así me lo dijo, se fue sin pagarme.
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