En 1910, en el marco de los festejos de la Revolución de Mayo, se realiza en Argentina el "Primer Congreso Internacional Americano de Medicina de Higiene". AllÃ, entre una diversidad de temas estrictamente de orden médico alguien introduce una novedad. Se trata de un médico chileno, Germán Greve Schlegel, quien presenta un excelente trabajo titulado "Sobre PsicologÃa y Psicoterapia de ciertos Estados angustiosos". En él se detallan cuestiones que hacen a la teorÃa y la práctica del psicoanálisis inventado por Sigmund Freud, quien reconoce esta intervención singular "en tierras lejanas", haciendo mención de su nombre en dos oportunidades fechadas en 1911 y 1914.
Este comienzo del discurso freudiano en nuestro paÃs es emblemático. Marca un derrotero señalizado por deseos particulares, sostenido casi siempre en contextos extravagantes o decididamente hostiles, ajeno a las cristalizaciones institucionales y su dudosa hospitalidad.
A cien años de aquella intervención de Greve, conviene no olvidar que hubo un tiempo en que la práctica del psicoanálisis estaba prohibida a quienes no portaran tÃtulo médico. La corporación, identificada al buen origen, consideraba que los "analistas laicos", que se habÃan originado en otra parte, eran sospechosos de ilegitimidad y por lo tanto insuficientes. Se los podÃa entonces, ignorar o perseguir. O bien ambas cosas.
Freud, que se opuso explÃcitamente a esta situación abogando por la novedad de su descubrimiento y por la soberanÃa del lugar del psicoanalista respecto del poder tanto de la medicina como de la religión, componÃa, también en 1910, un texto breve titulado "El psicoanálisis silvestre". Con diplomacia retórica encomiable, la figura del médico que practica el psicoanálisis queda vinculada a la ignorancia del inconciente.
En 1926, en ocasión de una denuncia por ejercicio ilegal de la medicina contra Theodor Reik, uno de sus discÃpulos no médicos, escribe "Análisis laico" y, en tono menos amable, los médicos, sobre todo los norteamericanos, quedan explÃcitamente ligados a la hostilidad hacia el psicoanálisis. En un apéndice escrito en 1927 a este texto concluye con una idea que seguirá resonando hasta hoy: la prohibición del ejercicio del psicoanálisis a quienes no porten tÃtulo médico equivale a un intento de represión.
Estos dos textos marcan un rumbo de lo que se conoce como la lucha por el psicoanálisis laico que no es más que el problema del psicoanálisis a secas ya que los lÃmites de su formalización permanecen oscuros en primer lugar para los propios analistas. Aquà hay una actualidad crónica del malestar, ya que las cuestiones se han desplazado sin resolverse. Aquella ignorancia y hostilidad persiste en los más diversos ámbitos, desde la Universidad hasta las instituciones psicoanalÃticas mismas.
Un ciclo de conferencias dedicado a este tema debe en primer lugar ubicar la tensión irreductible entre el psicoanálisis y el poder. En ese sentido es imperioso entender que no hay ninguna pureza neutral originaria amenazada por una potencia exterior perturbadora, sino que se trata una fractura inherente al movimiento analÃtico mismo. Esta situación determina una polÃtica freudiana explÃcita: no se trata de ir en contra de lo que hay, sino de afirmar una diferencia con lo que hay.
Desear un porvenir laico no es predecirlo. Es recordar el filo de una certeza confiada por Sigmund Freud a un amigo, en una carta fechada en 1911: "En verdad, no hay nada para lo que el hombre sea menos apto, por su organización, que el psicoanálisis".
*Psicoanalista. Conferencias en Homo Sapiens Libros.
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