Jueves, 8 de abril de 2010 | Hoy
PSICOLOGíA › SOBRE EL DERROTERO DEL DISCURSO FREUDIANO EN LA ARGENTINA
Desde sus comienzos en estas tierras, el psicoanálisis estuvo señalizado por deseos particulares, sostenido casi siempre en contextos extravagantes o decididamente hostiles, ajeno a las cristalizaciones institucionales y su dudosa hospitalidad.
Por Angel Fernández*
En 1910, en el marco de los festejos de la Revolución de Mayo, se realiza en Argentina el "Primer Congreso Internacional Americano de Medicina de Higiene". Allí, entre una diversidad de temas estrictamente de orden médico alguien introduce una novedad. Se trata de un médico chileno, Germán Greve Schlegel, quien presenta un excelente trabajo titulado "Sobre Psicología y Psicoterapia de ciertos Estados angustiosos". En él se detallan cuestiones que hacen a la teoría y la práctica del psicoanálisis inventado por Sigmund Freud, quien reconoce esta intervención singular "en tierras lejanas", haciendo mención de su nombre en dos oportunidades fechadas en 1911 y 1914.
Este comienzo del discurso freudiano en nuestro país es emblemático. Marca un derrotero señalizado por deseos particulares, sostenido casi siempre en contextos extravagantes o decididamente hostiles, ajeno a las cristalizaciones institucionales y su dudosa hospitalidad.
A cien años de aquella intervención de Greve, conviene no olvidar que hubo un tiempo en que la práctica del psicoanálisis estaba prohibida a quienes no portaran título médico. La corporación, identificada al buen origen, consideraba que los "analistas laicos", que se habían originado en otra parte, eran sospechosos de ilegitimidad y por lo tanto insuficientes. Se los podía entonces, ignorar o perseguir. O bien ambas cosas.
Freud, que se opuso explícitamente a esta situación abogando por la novedad de su descubrimiento y por la soberanía del lugar del psicoanalista respecto del poder tanto de la medicina como de la religión, componía, también en 1910, un texto breve titulado "El psicoanálisis silvestre". Con diplomacia retórica encomiable, la figura del médico que practica el psicoanálisis queda vinculada a la ignorancia del inconciente.
En 1926, en ocasión de una denuncia por ejercicio ilegal de la medicina contra Theodor Reik, uno de sus discípulos no médicos, escribe "Análisis laico" y, en tono menos amable, los médicos, sobre todo los norteamericanos, quedan explícitamente ligados a la hostilidad hacia el psicoanálisis. En un apéndice escrito en 1927 a este texto concluye con una idea que seguirá resonando hasta hoy: la prohibición del ejercicio del psicoanálisis a quienes no porten título médico equivale a un intento de represión.
Estos dos textos marcan un rumbo de lo que se conoce como la lucha por el psicoanálisis laico que no es más que el problema del psicoanálisis a secas ya que los límites de su formalización permanecen oscuros en primer lugar para los propios analistas. Aquí hay una actualidad crónica del malestar, ya que las cuestiones se han desplazado sin resolverse. Aquella ignorancia y hostilidad persiste en los más diversos ámbitos, desde la Universidad hasta las instituciones psicoanalíticas mismas.
Un ciclo de conferencias dedicado a este tema debe en primer lugar ubicar la tensión irreductible entre el psicoanálisis y el poder. En ese sentido es imperioso entender que no hay ninguna pureza neutral originaria amenazada por una potencia exterior perturbadora, sino que se trata una fractura inherente al movimiento analítico mismo. Esta situación determina una política freudiana explícita: no se trata de ir en contra de lo que hay, sino de afirmar una diferencia con lo que hay.
Desear un porvenir laico no es predecirlo. Es recordar el filo de una certeza confiada por Sigmund Freud a un amigo, en una carta fechada en 1911: "En verdad, no hay nada para lo que el hombre sea menos apto, por su organización, que el psicoanálisis".
*Psicoanalista. Conferencias en Homo Sapiens Libros.
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