La decisión de extender los controles del alcoholemia a las rutas provinciales que -según el gobierno comenzará a operar en 10 dÃas más-, parece tener más fundamentos incluso que la implementación de esos mismos controles en el ámbito de las ciudades. Una simple lógica indica que un conductor ebrio es más peligroso a 100 kilómetros por hora que a 50. Pero el razonamiento no busca descartar los operativos que se hacen en Rosario que, por un lado han tenido éxito en las estadÃsticas para bajar el Ãndice de accidentes y de mortalidad en los mismos; pero que por otro lado se han transformado en una verdadera pinza del terror en la que el automovilista estarÃa dispuesto a cualquier cosa antes de caer en ella.
Asà como los controles en los peajes de las rutas provinciales no estarán destinados a camioneros o familias que crucen por el lugar, sino a jóvenes que se trasladan de una localidad a otra en busca de los locales bailables de moda; aquà en Rosario el "cepo de Tránsito" deberÃa tener un enfoque más orientado a la concientización que al terror.
La directora del área Hebe Marcogliese, es una convencida de que cualquier flexibilización en la materia harÃa fracasar los controles que se han convertido en el centro de su gestión. Quizás razones no le faltan ya que quedó demostrado que el automovilista de estos pagos es hijo del rigor; pero de ahà a funcionar sólo a través del miedo a los costos de las multas y el traslado del vehÃculo al corralón, debe poder encontrarse una solución intermedia.
Por ejemplo, ¿debe ser lo mismo un conductor que exceda por poco el lÃmite de alcoholemia pero es detectado conduciendo sin poner en peligro a los demás, que uno que ya se visualiza de antemano circulando alcoholizado y a gran velocidad?. Por qué se estableció el lÃmite de 50 miligramos de alcohol (dos copas de vinos); ¿eso es igual para un joven de 18 años, una mujer y un hombre de 100 kilos?. ¿Por qué nunca se pensó en multar al que apenas excede el lÃmite y hacerlo esperar a un costado hasta un nuevo control que baje ese Ãndice en la sangre sin la necesidad de llevarle el auto al corralón?
En algunas localidades del sur provincial se puso en práctica esta experiencia con buenos resultados: Organizaciones no gubernamentales acompañando a las autoridades de Tránsito y policiales en los operativos e impidiendo que los automovilistas alcoholizados siguieran conduciendo hasta que una nueva medición los autorizara. Pero sin remitir el automóvil al corralón y permitiendo que un familiar u otro acompañante que pasara el control pudiera seguir el camino. La idea de que entidades sociales tengan representantes en los operativos, forma parte ahora de un proyecto del concejal Jorge Boasso para evitar abusos de autoridad como los que se vieron en la ciudad.
En Rosario lo que realmente ha causado situaciones violentas, con inspectores lesionados, y una persecusión policial a los tiros; tiene que ver con el excesivo monto de las multas aplicadas (llegan a los 900 pesos) y sobre todo con la remisión del vehÃculo al corralón que tiene un costo cercano a los 30 pesos, más el costo diario de estadÃa y una situación que lamentablemente ha pasado y preocupa a los infractores: La desaparición de partes del vehÃculo o equipos de GNC. Incluso el hecho de tener que poner todo en regla antes de retirar el vehÃculo lo que, en algunos casos, puede constituir un costo cercano a la mitad o al valor total del coche.
Ahora la dirección municipal de Tránsito anunció el lanzamiento de una serie de talleres de concientización al respecto. Es de esperar que estos espacios de reflexión también le aporten a la autoridad de aplicación, sobre todo en la manera de desdramatizar a estos controles de alcoholemia.
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