Lunes, 12 de diciembre de 2005 | Hoy
Los controles de alcoholemia se han convertido en el terror de los automovilistas de la ciudad. En esta época de festejos es el tema obligado de las cenas y cócteles. Ahora el gobierno provincial quiere trasladarlos a las rutas. Han demostrado ser eficientes y necesarios, pero también es cierto que una norma que opera sólo por el miedo puede entrar en conflicto.
Por Leo Ricciardino
La decisión de extender los controles del alcoholemia a las rutas provinciales que -según el gobierno comenzará a operar en 10 días más-, parece tener más fundamentos incluso que la implementación de esos mismos controles en el ámbito de las ciudades. Una simple lógica indica que un conductor ebrio es más peligroso a 100 kilómetros por hora que a 50. Pero el razonamiento no busca descartar los operativos que se hacen en Rosario que, por un lado han tenido éxito en las estadísticas para bajar el índice de accidentes y de mortalidad en los mismos; pero que por otro lado se han transformado en una verdadera pinza del terror en la que el automovilista estaría dispuesto a cualquier cosa antes de caer en ella.
Así como los controles en los peajes de las rutas provinciales no estarán destinados a camioneros o familias que crucen por el lugar, sino a jóvenes que se trasladan de una localidad a otra en busca de los locales bailables de moda; aquí en Rosario el "cepo de Tránsito" debería tener un enfoque más orientado a la concientización que al terror.
La directora del área Hebe Marcogliese, es una convencida de que cualquier flexibilización en la materia haría fracasar los controles que se han convertido en el centro de su gestión. Quizás razones no le faltan ya que quedó demostrado que el automovilista de estos pagos es hijo del rigor; pero de ahí a funcionar sólo a través del miedo a los costos de las multas y el traslado del vehículo al corralón, debe poder encontrarse una solución intermedia.
Por ejemplo, ¿debe ser lo mismo un conductor que exceda por poco el límite de alcoholemia pero es detectado conduciendo sin poner en peligro a los demás, que uno que ya se visualiza de antemano circulando alcoholizado y a gran velocidad?. Por qué se estableció el límite de 50 miligramos de alcohol (dos copas de vinos); ¿eso es igual para un joven de 18 años, una mujer y un hombre de 100 kilos?. ¿Por qué nunca se pensó en multar al que apenas excede el límite y hacerlo esperar a un costado hasta un nuevo control que baje ese índice en la sangre sin la necesidad de llevarle el auto al corralón?
En algunas localidades del sur provincial se puso en práctica esta experiencia con buenos resultados: Organizaciones no gubernamentales acompañando a las autoridades de Tránsito y policiales en los operativos e impidiendo que los automovilistas alcoholizados siguieran conduciendo hasta que una nueva medición los autorizara. Pero sin remitir el automóvil al corralón y permitiendo que un familiar u otro acompañante que pasara el control pudiera seguir el camino. La idea de que entidades sociales tengan representantes en los operativos, forma parte ahora de un proyecto del concejal Jorge Boasso para evitar abusos de autoridad como los que se vieron en la ciudad.
En Rosario lo que realmente ha causado situaciones violentas, con inspectores lesionados, y una persecusión policial a los tiros; tiene que ver con el excesivo monto de las multas aplicadas (llegan a los 900 pesos) y sobre todo con la remisión del vehículo al corralón que tiene un costo cercano a los 30 pesos, más el costo diario de estadía y una situación que lamentablemente ha pasado y preocupa a los infractores: La desaparición de partes del vehículo o equipos de GNC. Incluso el hecho de tener que poner todo en regla antes de retirar el vehículo lo que, en algunos casos, puede constituir un costo cercano a la mitad o al valor total del coche.
Ahora la dirección municipal de Tránsito anunció el lanzamiento de una serie de talleres de concientización al respecto. Es de esperar que estos espacios de reflexión también le aporten a la autoridad de aplicación, sobre todo en la manera de desdramatizar a estos controles de alcoholemia.
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