Los Obama caminaban tomados de la mano por las calles de Washington luego de bajarse de la limusina el dÃa de su asunción, en un gesto que de inmediato transmitió seguridad a la Unión. Sus trajes blindados realizados a medida con fibras armadÃas por el colombiano Miguel Caballero —como garantÃa de su fashion security, él mismo se deja balear durante las ferias portando su blazer blindado— los protegÃan de no repetir la historia en versión color de JFK.
De armaduras conocemos sobre todo las occidentales. Las europeas con las que vestimos en nuestro imaginario las Cruzadas o la sofocante conquista del nuevo mundo, pero son mucho más antiguas. Los asirios (XIX a.C.) las usaron elaboradas en cuero, en algunos casos recubiertas con tachas de metal, que luego llevarÃan los ejércitos egipcios como cascos o pectorales enormes, dejando expuestas las extremidades para la acción. Sólo los altos rangos llevaron siempre cascos de metal. Bajo la dominación romana se extendió el uso de elaboradas piezas realizadas en metal por artesanos —cascos, petos o brazal— para los generales y rudos gladiadores, pero la infanterÃa llevó siempre modelos más livianos y fue sólo después del Medioevo, con la llegada de los tejidos en argollas de metal, que las armaduras lograron el aspecto que reconocemos. Estas armaduras estaban compuestas por más de veinticinco partes y podrÃan pesar hasta treinta kilos, pero ya cubrÃan la totalidad del cuerpo. De este lado del mundo, nuestros guerreros de los Andes y el Amazonas sabÃan que ante dardos con letal veneno, sólo mágicas plumas. Lo más similar a una armadura posiblemente la llevó el Señor de Sipán en grandes discos de oro cosidos a una camisa de algodón que refulgÃa al sol del mediodÃa durante las ceremonias a su dios.
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