No es la primera vez que me pasa: cuando viajo al aeropuerto siempre la radio del taxi anuncia el fin del mundo. O casi. Ahora escuchaba un alerta meteorológico bastante peligroso, aderezado con los efectos, cada vez más eternos, de las cenizas volcánicas. Todo bastante mal, pero nada iba a detener mi fuga activista a la ciudad de Córdoba para asistir al juicio por el asesinato de La Pepa Gaitán. Flagrante crimen de odio que quiso ser ninguneado por los medios y ahora tenÃa la ventaja de contar con una familia que amaba y apoyaba a La Pepa en sus elecciones de vida y con Nato Milisenda, abogada activista que ponÃa cuerpo e Ãmpetu para dejar claro que La Pepa fue fusilada por lesbiana. En el edificio anguloso de los Tribunales II, la mañana del martes 26, me encontré tête-à -tête con la troupe familiar y jurÃdica, pero también con sus amigas (La Turca y Lorena eran siempre madrugadoras), y con una comunidad local de resistencia de primera lÃnea (Fabiana Tron tuvo asistencia perfecta, pero también desfilaron por esos dÃas Juan Manuel, Noelia, Mauro, Andrea, un chongo que se partÃa y terminó siendo hermano de La Pepa y otrxs tantxs a lxs que me vi compelidx a seguir al baño). Los primeros dÃas no sabÃa si el calor que sentÃa era mi elevada temperatura corporal o una irradiación de la pasión y la entrega de compañerxs que me rodeaban y que me hicieron parte de su grupo; o si tenÃa que ver con el sol que brillaba impune, sin nubes, en un cielo serrano que prometÃa primavera. O si era simplemente que el ambiente estaba caldeado, porque el abogado de Daniel Torres, el que gatilló la escopeta contra La Pepa, era un sujeto desagradable, irrespetuoso, casi salido de una mala pelÃcula de juicio, pero era muy real, casi como darse las narices con la cara más cruda de la realidad, una lesbo.transfobia que él creÃa poder desplegar como si fuese un derecho. Pero no me quedé con eso, me quedé con los cuentos que recogà –y recogà bonito– sobre la vida de La Pepa para darme cuenta ahà de que era el espejo que mejor reflejaba mis aventurillas, mis revuelques, mis brillos. Asà que, no bien terminaba la jornada del juicio nuestro de cada dÃa, quise ver si le hacÃa honor a su memoria, a su legado de libertad amorosa, y me iba por ahà a transar con cuanto chongo estuviera dispuesto, sea del género que fuera. Fui a las teteras del Cabildo cordobés (no vaya a ser cosa que sospechen que no ejerzo mi patriotismo queer), me tomé el gin tonic más cargado que sirven en la provincia, me metà un rato al Woof Bar para que me cobijen los osos, y terminé durmiendo en la casa de una torta tan caliente que se comportaba como un puto. Y una noche, en el Asentamiento Fernseh, asistà a la proyección de un programa de tv, aún inédito, basado en una investigación sobre el asesinato de La Pepa Gaitán. AllÃ, entre el calor de un horno que escupÃa sabrosos panes dulces y salados, la emoción de ver las imágenes y palabras que hacÃan justicia a la memoria de La Pepa hizo que surgiera un desborde activista entre las decenas de personas, que terminó fraguando una nueva marcha porque más allá del juicio, habÃa que seguir en la calle, entre la gente, para hacer visible la lógica de la homo.lesbo.transfobia. Y por la belleza de ser como queremos ser. ¡Ay cómo duele y como me gusta el dolor militante! Dolor, sÃ, que me quedó en los pies por no bajarme nunca de mi altura pero jamás en el alma, que ésa está siempre lista para otro entrevero.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar|República Argentina|Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.