Ahà tengo mi vida. Toda la ropa desde que empecé a trabajar y bailar: mi primer traje de prÃncipe, que usé a los 14 cuando bailé con la escuela de danza en el escenario del Colón. Al principio, los trajes me los hacÃan mi mamá y mi papá. Luego, una ucraniana que vive por acá cerca: divina, no habla una palabra de castellano, pero nos entendemos perfectamente. Ahora algunos me los hago yo, ayudado por mi hermana. Cuando me siento a ver un show, me fijo en los materiales de los vestuarios para calcular el monto de la inversión. Para mis vestuarios uso materiales caros.
Me acuerdo de que con el pole todo empezó hace 5 años. Me llamaron de Entre RÃos pidiéndome el show de pole, que todavÃa Tinelli no habÃa popularizado. Yo estaba haciendo la conducción de un show en un boliche donde trabajaba PÃa Pecora, una genia de pole dance. Ella me dijo que era imposible aprender asà tan rápido, pero me pasó un par de figuras y como no tenÃa caño me iba a la parada del colectivo de Aranguren y RÃo de Janeiro a la madrugada a practicar. Asà empecé. Hace 3 años ya que doy clases. Tengo muchos alumnos hombres, de todas las profesiones: uno es tomografista y otro es bioquÃmico.
Es un rejunte de juguetes de todos mis momentos. Tuve la suerte de haber tenido una infancia increÃble, con la disciplina que necesitaba como bailarÃn y como estudiante. Pude tener todo lo que quise, asà que me fui guardando los juguetes que me recuerdan momentos especÃficos. El He-Man de los 6 años, la Mujer Maravilla de los 30, que me la regaló mi mamá. Mi mamá siempre me regaló muñecas. La Barbie fue un regalo de un amigo, que conoce bien mi faceta infantil y maricona.
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