1. Todo mi vestuario

Ahí tengo mi vida. Toda la ropa desde que empecé a trabajar y bailar: mi primer traje de príncipe, que usé a los 14 cuando bailé con la escuela de danza en el escenario del Colón. Al principio, los trajes me los hacían mi mamá y mi papá. Luego, una ucraniana que vive por acá cerca: divina, no habla una palabra de castellano, pero nos entendemos perfectamente. Ahora algunos me los hago yo, ayudado por mi hermana. Cuando me siento a ver un show, me fijo en los materiales de los vestuarios para calcular el monto de la inversión. Para mis vestuarios uso materiales caros.

2. Pole

Me acuerdo de que con el pole todo empezó hace 5 años. Me llamaron de Entre Ríos pidiéndome el show de pole, que todavía Tinelli no había popularizado. Yo estaba haciendo la conducción de un show en un boliche donde trabajaba Pía Pecora, una genia de pole dance. Ella me dijo que era imposible aprender así tan rápido, pero me pasó un par de figuras y como no tenía caño me iba a la parada del colectivo de Aranguren y Río de Janeiro a la madrugada a practicar. Así empecé. Hace 3 años ya que doy clases. Tengo muchos alumnos hombres, de todas las profesiones: uno es tomografista y otro es bioquímico.

3. Mi caja de juguetes

Es un rejunte de juguetes de todos mis momentos. Tuve la suerte de haber tenido una infancia increíble, con la disciplina que necesitaba como bailarín y como estudiante. Pude tener todo lo que quise, así que me fui guardando los juguetes que me recuerdan momentos específicos. El He-Man de los 6 años, la Mujer Maravilla de los 30, que me la regaló mi mamá. Mi mamá siempre me regaló muñecas. La Barbie fue un regalo de un amigo, que conoce bien mi faceta infantil y maricona.