Qué es ser una mujer, qué es el origen, qué es el cuerpo, qué es el éxito fueron algunos de los interrogantes que Pablo Gasol tomó como ejes centrales a la hora de escribir Rosa Chicle 2.0, obra que se reestrenó mejorada y con un condimento novedoso, la intervención audiovisual.
Se encienden las luces de la sala y nos encontramos en el camarĂn de los sueños de Barbie, aunque, si la blonda muñeca leyera el guiĂłn, se convertirĂa en su peor pesadilla. Martina (Paula Polo), Selva (Crizia Souza) y Alondra (Andrea Pasut) son las protagonistas de la funciĂłn. Tres mujeres muy distintas entre sĂ, pero que tienen algo importante en comĂşn, son actrices y persiguen el Ă©xito a toda costa. La historia se inicia en el backstage de la obra que presentarán Alondra y Martina (exacto, es una obra dentro de otra). Ambas son mujeres trans y están ansiosas por el debut que las consagrará. Mientras esperan la llegada de la tercera integrante del elenco y se preparan para salir a las tablas, reciben la visita de Selva, una periodista y actriz brasileña que dará el puntapiĂ© inicial del conflicto. Rosa Chicle 2.0 se podrĂa definir como una comedia dramática, ya que contiene un alto grado de humor, pero el guiĂłn nunca se desvĂa del tema central: dejar en evidencia la transfobia, la xenofobia y el prejuicio que muchas veces tenemos internalizados como sociedad.
Con un tono ácido e irĂłnico –pero sin perder el sentido del humor– el director logra recrear escenas habituales de la vida de cualquier persona trans o inmigrante. Jugando todo el tiempo con los prejuicios y las afirmaciones fuera de lugar, tales como “te sentĂs, pero no sos”, Rosa Chicle 2.0 permite educar al pĂşblico en temáticas de gĂ©nero y diversidad sexual. De una manera entretenida –y didáctica por quĂ© no– las actrices definen categorĂas como “cisgĂ©nero”, “trans”, “mujer”, etc., asĂ como tambiĂ©n dejan en claro la importancia de nuestra Ley de identidad de gĂ©nero. En una emocionante escena, Alondra muestra orgullosa su DNI con su identidad autopercibida reconocida, retrucando a Selva, que la acusa de usar un nombre falso.
La obra no se enrosca con dramas exhaustivos, logra perfectamente mantener al público entretenido y las intervenciones audiovisuales contribuyen a darle una vuelta de tuerca a la trama, brindando soporte para que no nos corramos de la historia inicial. El punto más valioso, a mi parecer, es la posibilidad que le brinda al público de reflexionar y repensar en torno de conceptos hegemónicos de diversidad, pluriculturalidad y género. Asà como también habilita a mirar desde otra perspectiva cuestiones relacionadas con la discriminación y los prejuicios. Rosa es el color que por años se utilizó para identificar a las niñas, a las muñecas y a lo femenino en general, pero no olvidemos que este color –mal que les pese a muchas madres de princesitas– forma parte de la bandera del orgullo trans. Bandera que hoy más que nunca flamea en lo alto, porque las historias ahora se cuentan en primera persona. Rosa Chicle 2.0 es un ejemplo de esta conquista.
Los viernes a las 20.15 en Multiespacio Jxi, Gascón 1474. La obra se presenta junto a la muestra plástica Huellas de una identidad, de Andrea Pasut.
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