A cinco kil贸metros de Anillaco, a un costado de la ruta, una precaria cerca protege los restos de la ciudad diaguita de Watungasta, levantada en adobe. Sus or铆genes se remontan a comienzos del primer milenio y se cree que fue habitada ininterrumpidamente durante cinco o seis siglos, hasta 1650. La condici贸n actual de Watungasta es ruinosa: no se ve gran cosa, aunque perdura en el suelo parte la estructura general que adquiri贸 la ciudad con la llegada de los incas en 1480.
Entre las ruinas sobresale un mont铆culo de tierra de 30 metros de alto rellenado con piedras por los abor铆genes. Los arque贸logos identificaron los cimientos sobreelevados de la casa del cacique y casas comunes en el nivel inferior de la ciudad, adem谩s de dos plazas. Se cree que Watungasta floreci贸 como un n煤cleo especializado en alfarer铆a de cer谩mica que se exportaba a Chile y el Alto Per煤. En el 1500 se calcula que Watungasta ten铆a una poblaci贸n de 4000 habitantes, pero en 1630, al desatarse las guerras calchaqu铆es, la poblaci贸n comenz贸 a reducirse y los espa帽oles a expandirse en busca de oro y plata. Y seg煤n las cr贸nicas espa帽olas de la 茅poca, el derramamiento de sangre en una de las batallas de Watungasta fue tal que el r铆o que pasa junto a la ciudad se ti帽贸 de rojo y la matanza pareci贸 ser 鈥渕ayor que la de Troya鈥. De all铆 el nombre del r铆o, bautizado La Troya. En 1713, cuando los espa帽oles demarcaron el pueblo de Tinogasta, se contabilizaron apenas 37 habitantes indios.
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