Martes, 22 de marzo de 2011 | Hoy
CULTURA DIGITAL › ENTREVISTA AL CANADIENSE JASON ROKS, MILITANTE DEL PROTOCOLO OPEN MESH
La desconexión de Egipto de Internet en enero pasado abrió las puertas para la pregunta sobre cómo se conectan las sociedades entre sí y a Internet. La tecnología open mesh apuesta a crear muchas “internets”.
Por Mariano Blejman
Tal vez George W. Bush tenía razón cuando a comienzos de la década se refirió a la red como “Internets”, así en plural. Eso cree ahora el canadiense Jason Roks, analista tecnológico, investigador, emprendedor y actualmente en el país para impulsar el uso de redes abiertas que se llama open mesh (malla abierta). Esta es una forma diferente de conectarse a “las internets” de las que hablaba el recordado W. Es que la salida total de Egipto de la red durante la revuelta del 25 de enero que terminó con el gobierno de Hosni Mubarak hizo emerger la pregunta sobre cómo nos conectamos a la red. ¿Dónde está Internet? ¿Cómo se puede desconectar a un país? ¿De quiénes dependen esas decisiones? Pues bien, depende de cada gobierno, de sus proveedores privados y, finalmente, de los usuarios.
El caso de Egipto es la primera caída de un país fuera de Internet desde su nacimiento. Con la penetración de la red como concepto en la vida cotidiana, el caso de Egipto surgió como un ejemplo de la debilidad de las estructuras de las conexiones, e hizo resurgir la idea de que hay –como en efecto ¡sabía! George W. Bush– muchas “internets” funcionando que se interconectan entre sí. No podemos quedarnos sin Internet, dicen. ¿Quién podría? El asunto es: ¿si no podemos acceder a través de proveedores privados, ni a través del gobierno, cómo podemos hacerlo? Por lo pronto, al menos por ahora, es imposible. La capa más alta de Internet está manejada por un puñado de empresas que dirigen los grandes flujos de información (tal es el caso de Global Crossing). Pero, finalmente, Internet no es otra cosa que una buena cantidad de computadoras conectadas entre sí y muchos de esos servicios no necesitan de la “gran” Internet. Para hablar, comunicarse, chatear, organizarse, enviarse material, no hace falta atravesar todo el planeta. El objetivo de movimientos como open mesh es lograr una conexión a Internet sin grandes operadoras o aprovechando al máximo estos recursos y bajando los costos de conexión.
El Open Mesh Project, por ejemplo, nació luego del 25 de enero de 2011 cuando Egipto sacó a su país de la red, y pretende buscar soluciones a situaciones de desconexión como la del mundo árabe, pero también busca una solución duradera a la forma en que las personas se conectan. Jason Roks –quien participó del proyecto– está en Buenos Aires para estimular el uso de lo que se llama la mesh networking (red de malla), cuyo concepto consiste en que cada computadora se comunique con otra sin un servidor central para ello. Roks lleva cinco años trabajando en el tema, fundó wirelesstoronto.ca, una red de conexiones baratas para acceder a Internet, y ha experimentado con nodos mesh en Toronto y Montreal. Roks acaba de asociarse a la organización Buenos Aires Libre para demostrar también que puede haber conexiones mucho más baratas. Roks trajo equipo propio “para donar a la causa”, y es parte de su investigación de PHD en temas de “medios públicos de comunicación en la era digital”.
Además de un movimiento (open-mesh.org), open mesh es el nombre de un proyecto (openmeshproject.org) y el nombre de una empresa privada que da este tipo de accesos (openmesh.com). Pero el objetivo de los “militantes” del open mesh es fomentar el intercambio entre computadoras con estándares abiertos (sin dueños de softwares ni patentes). Cuatro de estos militantes desarrollaron una red con estas características en Rosario. “Lo que hicimos fue organizar una red que apuesta a darle acceso a la información a más gente”, dice Sebastián Criado, uno de los creadores de LugRo-Mesh. En Rosario hay entre 15 y 30 conexiones que irradian señal wifi. Esta señal es usada por unas tres mil personas. “Cada persona que participa de la red ilumina un pedazo más de la ciudad”, se entusiasma Criado, quien cree que no hay nada ilegal en ampliar la propia señal con Internet para compartirla con el barrio.
“Una red como la de LugRo-Mesh permitiría a las personas mantenerse conectadas entre sí, aunque empresas o gobiernos intenten bajar la conexión de Internet como ocurrió en Egipto”, dice Criado. La tecnología open mesh (el nombre del protocolo se llama Batman) es la que usan las computadoras del proyecto One Laptop Per Child para darle una computadora a cada niño en el mundo. Hasta ahora, la organización Buenos Aires Libre no usa la tecnología open mesh ni da acceso a Internet, pero ya se conocieron con Roks y es cuestión de tiempo hasta que se pongan a pensarlo. El fin de semana pasado se encontraron en Tacuarembó organizaciones regionales de “redes libres” de toda América latina, como CasaresLibre, Bogotá Mesh de Colombia, Redemesh de Brasil y MontevideoLibre de Uruguay. Entre los proyectos más destacables a nivel mundial está el guifi.net de Catalunya, que tiene 25 mil nodos conectados entre sí.
“Una red open mesh puede bajar los costos de acceso a Internet a un tercio. Cualquier computadora se convierte en parte de una red mayor”, dice. Hasta ahora, los proveedores como Fibertel, Telecentro, Arnet o Speedy controlan la llamada “última milla” desde Internet hasta las computadoras personales. “Ellos saben quiénes son los usuarios”, dice Roks. “La razón por la cual no quieren perder ese control es el valor comercial. Esa información les sirve a las empresas para organizar campañas publicitarias. Google Street View estaba sacando fotos desde sus autos en Alemania, cuando el gobierno descubrió que también estaba capturando la información de las placas de red. Es decir, que Google no iba a necesitar a los proveedores de Internet para saber exactamente dónde estaban los usuarios, sino que tendría los números de las placas con las fotos de la puerta de casa. El gobierno alemán exigió a Google que borrara la información recabada”, cuenta.
De allí que el movimiento open mesh apuesta también a cambiar las reglas de juego en cuanto al manejo de la información personal. “Internet es un organismo vivo, etéreo, no puede tocarse. Mientras las computadoras se conecten entre sí, Internet estará viva. Pero si algunos tratan de cortar cables, entonces la red se volverá débil. Si sólo pasamos a través de las grandes empresas vamos a matar a Internet”, dice Roks. Una de sus objeciones al conglomerado mundial es que estos mismos medios que dan acceso a la red también producen contenidos: “Económicamente será más difícil para aquellos que no pertenezcan a los grandes medios”. Además, Roks piensa que las compañías telefónicas no quieren que los usuarios compartan la conexión para no perder su rol predominante. Pero, “¿para qué tener diez conexiones en un edificio si se puede tener una sola?”. Como sea, Roks todavía no puede entender cómo es que el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires anunció una red de 25 plazas con señal wifi por 20 millones de euros, cuando “el costo real no vale más de 60 mil euros”, y se pregunta: “¿Dónde está el resto?”.
Roks asegura que si este tipo de redes distribuidas hubiesen estado desarrolladas en Egipto, sólo bastaría con conectar a algunas computadoras a Internet a través de acceso telefónico para que el resto de las computadoras comenzara a interconectarse. “Lo ridículo es que la tecnología antigua está siendo dada de baja. Sin embargo, cuando ésta es superada por otra, no se vuelve obsoleta, sino que cambia su propósito. Dar de baja las conexiones analógicas es aterrador”, cierra.
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