Domingo, 5 de diciembre de 2010 | Hoy
DEPORTES › EL TRASFONDO DE LA DENUNCIA DE WALL STREET JOURNAL CONTRA JULIO GRONDONA
Como en cada elección que lleva a cabo la FIFA, las sospechas de corrupción salpican a los votantes. Esta vez le tocó de manera directa al titular de la AFA, a través de un diario que representa los intereses financieros más reconcentrados de Wall Street.
Por Gustavo Veiga
Las sospechas de que Julio Grondona habría sido tentado con sobornos no salieron publicadas en Wikileaks, el portal de moda que denuncia a gobiernos y corporaciones, pero las difundió el Wall Street Journal. Vienen del Norte, ese norte industrializado y opulento, que perdió la votación por las sedes de dos Mundiales de fútbol. Qatar le arrebató mano a mano el de 2022 a Estados Unidos y Rusia el del 2018 a la entente España-Portugal en la votación final (antes fueron eliminadas las postulaciones de Inglaterra y Bélgica-Holanda). Las elucubraciones sobre la reputación del presidente de la AFA, entonces, hay que contextualizarlas: el vicepresidente 1º de la FIFA ruega que terminen de jugar con su honorabilidad, aunque la federación que representa es un santuario de la corrupción. Cuando la decencia cotiza en baja, resulta complejo evitar salpicarse. Cierto detalle de la acusación al viejo dirigente –que el fútbol argentino atraviesa una crisis financiera– parece una perogrullada. También llama la atención la exactitud de la cifra presuntamente ofrecida: 78,4 millones de dólares. Casi un millón por cada año de Grondona, quien tiene 79. Los cumplió el 18 de septiembre. Cada candidato derrotado sabe cuánto cotiza un voto en la FIFA. El propio Grondona también lo sabe. Todo resulta patético. Como en el tango de Discépolo, “vivimos revolcaos en un merengue y en un mismo lodo todos manoseaos...”.
Cuando se les adjudicó la organización del Mundial 2002 a Corea y Japón, el presidente de la AFA, en un aparte ante dos testigos –uno de ellos, representante del cuerpo diplomático argentino– afirmó: “Un voto acá vale cinco millones de dólares”. La frase, que nunca fue desmentida, aparece en el libro Fútbol limpio, negocios turbios, publicado en 2002. Cuando Alemania ganó la sede del Mundial 2006 y postergó la aspiración de Sudáfrica a realizarlo, las sospechas de una abstención comprada –la de Charles Dempsey, representante de Nueva Zelanda– tuvieron el mismo efecto que ahora. La historia de cada votación en la FIFA se repite con papel carbónico. Sólo que esta vez, el Wall Street Journal le apuntó directo a Grondona.
La información dice que un lobbista le recomendó a la asociación qatarí de fútbol pagarle 78,4 millones de dólares. Los medios internacionales y locales que amplificaron la noticia en las últimas 48 horas señalan que “las autoridades del fútbol de Qatar tomaron en cuenta la crisis financiera que atraviesa el fútbol argentino y por tal motivo entendieron que Grondona era un dirigente que podría aceptar el dinero”. La AFA calificó la versión hecha noticia como “una falacia absoluta”, según su vocero, Ernesto Cherquis Bialo. “Es una fantasía, no se puede manchar la honra de las personas y las instituciones como hace este artículo. No dice que le pagaron millones de dólares a Grondona, sino que asistieron a la AFA que está en emergencia económica. La AFA no tiene problemas financieros, sino que ha firmado el mejor contrato de su historia con el Estado”, agregó el periodista.
Esto último es cierto, como también aquello que sostenía el fallecido Dante Panzeri: “A menor dinero, menor es el dramatismo corruptor”. También es cierto que el diario estadounidense representa los intereses financie-
ros más reconcentrados de Wall Street. Y apoyó el último golpe de Estado en Honduras. Roberto Micheletti, el ex dictador de ese país, lo justificó con una columna de opinión en ese medio. También ataca a Hugo Chávez, Rafael Correa, Daniel Ortega y cuanto presidente sea crítico de la política de Estados Unidos.
Tan grande es el negocio que representa organizar un Mundial que hasta Barack Obama calificó a la elección de Qatar como “una decisión equivocada”. Estados Unidos, y antes Australia, Corea del Sur y Japón fueron derrotados por los petrodólares del emir Hamad bin Khalifa Al-Thani, quien llegó al poder en 1995 luego de derrocar de manera incruenta a su padre. La votación final arrojó un 14 a 8 a favor del pequeño país del golfo pérsico. La del Mundial es la segunda decepción deportiva que sufre el presidente norteamericano. En septiembre del 2009, la candidatura de Chicago fue humillada en el Comité Olímpico Internacional para organizar los Juegos de 2016, que se le adjudicaron a Río de Janeiro. Quedó eliminada en la primera ronda, aun con la condición de favorita que se le atribuía y pese a la visita relámpago de Obama a la asamblea del COI en Copenhague.
La desazón norteamericana resultó simétrica a la que experimentaron la flemática Inglaterra, o las alianzas España-Portugal y Holanda-Bélgica con la victoria de Rusia para organizar el Mundial 2018. Críticas o sospechas de coimas se deslizaron desde buena parte de la prensa europea occidental. El sensacionalista The Sun tituló que la elección fue “un montaje” y precisó que “los rusos conocían el resultado”. El ex entrenador del seleccionado inglés Terry Venables la calificó como “una vergüenza” y desde su espacio como columnista señaló que “la FIFA y la KGB son las dos últimas organizaciones secretas del mundo”. El Daily Mail publicó que “Rusia es un Estado mafioso y corrupto. Qatar es un pequeño Estado petrolero donde no se puede decir lo que se piensa. Ambos nadan en la abundancia del dinero del petróleo. ¿Cómo es posible, por el amor de Dios, que les hayan concedido el Mundial a estos países?”.
En España el periodista Orfeo Suárez, de El Mundo, resaltó que la candidatura propia “debió recibir algunas traiciones de entre la decena de votos que tenía pactados”. El director de la presentación española, Miguel Angel López, aseguró que “no sirve de nada tener estadios construidos, ni las evaluaciones que hacen los técnicos de la FIFA, y es que Rusia tiene por construir 13 de los 17 estadios prometidos...”. En Alemania, los principales medios titularon: “Qué decepción más grande” o “Blatter envía el fútbol al desierto”, en alusión a la designación de Qatar.
Desiertos deberían declararse esos premios que se confieren muy a menudo los dirigentes del fútbol mundial que gobiernan desde la FIFA. Ganaron 1059 millones de dólares en 2009. El honor cotiza mucho menos y no hace falta que lo denuncie un diario que es vocero de la timba financiera.
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