Domingo, 17 de julio de 2011 | Hoy
DEPORTES › ARGENTINA, ELIMINADA DE LA COPA AMERICA
Uruguay pasó a semifinales en los penales, después del 1-1 tras el alargue. El equipo de Batista no pudo ganarlo cuando fue superior y lo pagó muy caro.
Por Ariel Greco
Desde Santa Fe
Se sabía que Uruguay significaba una oposición diferente de lo que habían sido los entusiastas muchachos costarricenses. Y mucho más si en la primera aproximación al área de Romero terminó con la pelota adentro del arco. Lugano ganó de arriba tras un tiro libre de Forlán, el guardavallas argentino tapó a medias y Diego Pérez, por el segundo palo, apareció para convertir con un toque corto. Y claro que fue distinto... En los penales, tras el 1-1 final, Argentina se despidió prematuramente de su Copa América.
Si en la previa los jugadores uruguayos habían asegurado que iban a presionar para salir de contragolpe, con un gol a favor ese planteo se transformó en el ideal. Que Argentina hiciera el gasto, que se pusiera nerviosa y que se regalara en el fondo por buscar la igualdad. La idea del equipo de Tabárez era sencilla: ahogar a Messi con una marca escalonada, buscar cortar el circuito que pudiera encabezar Gago y controlar al resto, menos proclive a generar fútbol. Luego, buscar con balones largos a Forlán y Suárez, que tenían tiempo y espacios para correr.
Con ese panorama, el equipo de Batista debía asumir los riesgos. Y lo hizo. Con la línea del fondo parada bien adelante afrontó el desafío con audacia. Pero lo más relevante fue que Gago y, sobre todo, Messi estaban decididos a liderar al equipo. El volante del Real Madrid repitió lo que había mostrado ante Costa Rica y, parado casi como un ocho tradicional, empezó a imponer su presencia en el mediocampo. Con su pase rápido y preciso limpió todos los avances y le permitió al equipo tener circulación de balón, algo clave para mover a la nutrida muralla que habían planteado los visitantes. Del resto, se encargó Messi. A pesar de la sobremarca que sufría, el crack del Barcelona desequilibró con habilidad y visión de juego. Cargó de infracciones a sus perseguidores, se asoció con sus compañeros y entregó un pase genial a Higuaín para que el centrodelantero definiera con una cabezazo medido, en un momento importante, justo antes de que comenzaran los reproches.
A partir del empate, Argentina bajó la intensidad. Ya no buscó con tanta insistencia y permitió que respirara Uruguay, que además cortó el ritmo al proponer un juego hablado y friccionado. Y en ese desarrollo, sacó ventajas y desnudó las enormes falencias del conjunto argentino en su última línea ante los envíos aéreos. Con más faltas en el partido, el equipo de Tabárez encontró la única fórmula para llegar al arco argentino. A través de los centros de Forlán y las llegadas de Lugano, Uruguay generó mucho peligro. Incluso, su capitán casi anota con un cabezazo que pegó en el travesaño. Claro que ese trámite friccionado le pasó factura. En su tercera infracción luego de haber visto la primera amarilla, Diego Pérez se ganó la segunda y dejó a su equipo expuesto a jugar todo el segundo tiempo con un hombre menos.
Ante esa situación, el desarrollo volvió a asemejarse al de la primera parte del juego, con Uruguay refugiado y con Argentina con la responsabilidad de proponer. Sin embargo, de manera inexplicable, los de Batista equivocaron la manera. Messi, que arrancando desde la derecha había sido indetenible, pasó a pararse casi como enganche, la mejor referencia posible para Arévalo Ríos, el único volante central que le quedaba a Uruguay. Y de ser el mejor jugador de la cancha pasó a ser uno más. Un cuarto de hora tardó el entrenador en darse de cuenta del error, lo suficiente como para que Messi ya no tuviera la misma incidencia que en la primera mitad. También disminuyó la producción de Gago, algo que el equipo sintió mucho.
Entonces, Uruguay comenzó a animarse. Como los centrales argentinos no daban garantías y abusaban de las infracciones, la hazaña era posible. Con el recurso de tirarle el balón a Forlán y Suárez para aguantarlo, los muchachos de Tabárez sabían que la chance era concreta. Y mientras tanto, los minutos pasaban y el empate se mantenía. Por suerte, el fondo argentino defendió un poco mejor las pelotas detenidas y los sofocones no fueron tantos, aunque Forlán hizo paralizar el corazón de todo el Brigadier López en un mano a mano que controló Romero de manera admirable.
Con el juego trabado, el ingreso de Pastore amagó darle a Argentina una nueva fuente generadora de fútbol y un socio en el toque a Messi. Y hasta reaparecieron las chances frente al arco de Muslera, que fue clave para sostener el resultado, en especial con una gran tapada ante una media vuelta de Higuaín. Sin embargo, la absurda expulsión de Mascherano dejó todo parejo para el suplementario, pero con Argentina con una formación inédita y descompensada. Más allá de eso, con más resto físico, se fue en busca de la victoria y generó varias ocasiones, como un tiro en el palo de Higuaín, un remate de Pastore que tapó Muslera y dos ocasiones de Messi, que no se concretaron por muy poco.
Entonces llegó el turno de los penales. Allí, el único que falló fue Tevez, error suficiente para que Uruguay se llevara la victoria y la clasificación. Más allá de la mala fortuna en la definición, el mayor pecado de Argentina fue no haber aprovechado los 50 minutos que jugó con un hombre más.
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