Domingo, 20 de junio de 2010 | Hoy
ECONOMíA › OPINION
Por Alfredo Zaiat
El modelo económico español ha naufragado. Está recibiendo una sucesión de golpes su esquema basado en boom de la construcción, turismo, consumo exacerbado por el crédito a tasas bajas y especulación financiera. Muy fuerte ha sido el porrazo, como el de la derrota ante Suiza de su selección de fútbol, eterna candidata a ganar un mundial y fracasar por ahora en el intento. Durante años la corriente de pensamiento conservador ha exhibido a España como el faro para alcanzar el status de “país serio”. Se lo presentaba como un país “casi feliz” con su modelo económico, en niveles muy similares a los de Alemania, Irlanda, Francia, Bélgica y Austria. Esa fue la conclusión del estudio “La variedad feliz del capitalismo” elaborado por el banco Deutsche Bank. La crisis económica ha descolocado ese presuntuoso lugar de guía para países periféricos, populistas y atrasados. No sólo está siendo castigada la economía española, sino que junto a esa debacle también ha empezado a menguar esa soberbia de nuevo rico europeo. La misma que acompañaba al equipo dirigido por Vicente del Bosque, que luego de ganar la Eurocopa 2008, con Xavi, Iniesta, Fernando “el niño” Torres, Iker Casillas, estaba convencido de que el Mundial de Sudáfrica iba a ser un fácil paseo al triunfo.
Ese país que se lanzó a la segunda conquista de América en la década pasada con aspiración de nueva potencia mundial, hoy está siendo humillado por la tecnocracia del Fondo Monetario Internacional. En el informe conocido como Artículo IV, auditoría que Argentina resiste, el FMI descubre hoy que ese famoso modelo exitoso era un fiasco. La misión del organismo encargada de evaluar la economía española afirmó que las perspectivas son de un crecimiento “frágil” en los próximos meses. Más importante que ese pronóstico, que es relativo ante la sucesión de fallidos en el pasado, se encuentran las características que describe para una economía que fue presentada durante años como arrolladora. En ese documento se sentenció que España tiene “un mercado laboral disfuncional, una burbuja inmobiliaria venida a menos, un gran déficit fiscal, un enorme nivel de endeudamiento externo y del sector privado, un anémico crecimiento de la productividad, una competitividad débil y un sector financiero con bolsas de debilidad”. ¿Estas características surgen de la nada o son el desenlace de una estructura económica frágil? Lo último es más difícil de admitir por el establishment, puesto que se ha cansado de elogiar el modelo español. No es sencillo aceptar que se ha engañado a muchos durante muchos años. La administración Zapatero tuvo que desmentir en más de una ocasión la semana pasada que el FMI y la Unión Europea ya tienen dispuesto un paquete de rescate por 250 mil millones de euros de auxilio. La experiencia argentina enseña que puede ser que España finalmente no lo necesite, pero eso no significa que ya no esté preparado ante la emergencia de una profundización de la crisis.
En un recorrido que se parece bastante al transitado por Argentina en la década pasada, anteayer José Luis Rodríguez Zapatero brindó explicaciones al director gerente del FMI, Dominique StraussKahn, sobre la reforma laboral aprobada por decreto. Tampoco el tan ponderado pacto social español ha funcionado en esta oportunidad. Se definió que el Estado asumirá el pago de 8 días de indemnización en los casos de despidos a trabajadores con contratos indefinidos para los que se fija una media de 33 días por año trabajado, frente a los 45 actuales. Además, para recurrir a un despido las empresas sólo tendrán que argumentar que tienen pérdidas económicas sin un período mínimo específico. Para esa situación la indemnización será de 20 días por año trabajado. Frente a ese avance sobre derechos laborales, los sindicatos mayoritarios (Unión General de Trabajadores y Comisiones Obreras) convocaron a una huelga general para el 29 de septiembre. Los dirigentes sindicales rechazan la reforma laboral porque consideran que perjudica a los trabajadores y no fomentará la creación de empleo, al tiempo que facilitará el despido, mientras que las organizaciones empresariales previsiblemente la observaron “tibia” y consideraron que el Ejecutivo se ha quedado corto.
La estrategia para agudizar la recesión española es similar a la aplicada por otras economías de la eurozona. Están instrumentando la receta del fracaso, con pruebas cercanas en América latina, sobresaliendo el caso argentino. Además de ese aspecto que permite comprender la aún persistente hegemonía de las finanzas globales, una cuestión relevante para Argentina es que España es uno de los principales inversores extranjeros en el país. Empresas de ese origen detentan posiciones dominantes en sectores sensibles de la economía doméstica. De acuerdo al relevamiento realizado por la Cámara Española de Comercio de la República Argentina, existen 307 compañías locales bajo control español. Se destacan Cemento Avellaneda, Autopista del Sol, YPF, Metrogas, Banco Santander, Banco BBVA Francés, EdesurEndesa, Dycasa, Telefónica, entre otras.
El sector privado sufre cuando un país ingresa en un círculo vicioso de retroceso con políticas de ajuste, que son presentadas como la llave para salir de la crisis pero que, en realidad, clausuran las vías de escape de la recesión. Si este caso sólo afectara a su propia economía sería un problema exclusivo de los españoles. Sin embargo, debido a que esas compañías se expandieron en los años de las privatizaciones y desregulación, han pasado a ocupar un lugar importante en la economía argentina. Por lo tanto, existe el riesgo de que la crisis ibérica pueda tener repercusiones en las actividades que desarrollan en el exterior. Esto no significa que el derrumbe español pueda contagiar a la economía argentina, pero sí afectarla por la estrategia corporativa de anular inversiones destinadas a ampliar la capacidad productiva o por la urgencia de remitir la mayor cantidad de fondos a sus casas matrices en problemas. También pueden generarse situaciones complicadas por cierres traumáticos, venta desesperada de la compañía o por la decisión de no pagar deudas. Esto último fue lo que anunció Metrogas, controlada por British Gas (55 por ciento) y los españoles de Repsol YPF (45 por ciento). Si bien fue una decisión del socio británico, la capacidad de influencia de la empresa ibérica para cambiar el rumbo ha mermado.
No pocos funcionarios, analistas y economistas del establishment mantienen una preocupación obsesiva sobre la economía brasileña y, en especial, sobre el recorrido que va teniendo el real. Cuando esa moneda se ajusta del 5 al 10 por ciento encienden luces de alerta como si se viniera el Apocalipsis para el actual tipo de cambio y la competitividad de la economía. En las semanas posteriores, cuando el real vuelve a apreciarse esos temores se aplacan, aunque ya instalaron la visión de que la economía argentina carece de motores propios y depende de la suerte del real, cuando la cuestión es un poco más compleja. En cambio, esa inquietud no se manifiesta con hechos más preocupantes, como la debacle española, teniendo en cuenta que es una de las principales fuentes de inversión extranjera y empresas de ese origen operan en sensibles sectores económicos. Varias áreas de la gestión gubernamental, como el Banco Central, los ministerios de Economía e Industria y diversos organismos de control de servicios públicos deberían proyectar un monitoreo cercano y estar en estado de alerta para evitar luego sorprenderse con desagradables noticias provenientes del que fue considerado un modelo exitoso en la era del espejismo.
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