EL MUNDO › POR QUE EL DISCURSO DE OBAMA FUE HISTORICO

El que dijo lo que nadie dice

 Por Sergio Kiernan

Cuesta pensar en un presidente de cualquier nacionalidad que pueda dar un discurso como el que dio ayer Barack Obama ante el Parlamento de Ghana. Es que un presidente visitante es, por definición, un extranjero medio que obligado a portarse como en casa ajena. Y es por eso que no se critica, que los presidentes se limitan a destacar los lazos que existan, como hizo en España el hijo de españoles Raúl Alfonsín. Nostalgias, pedidos de ayuda, recuerdos. Nada de durezas o señalamientos.

Pero Obama es hijo de una nacionalidad dolorosa. Barack, el hijo del emigrante keniano, se para delante de un Parlamento africano y no se limita a la nostalgia. Lo que dijo ayer este presidente de Estados Unidos es algo que en Africa todos dicen sentados en el bar, pero nadie admite en la tribuna. Obama fue como un hermano porque fue crítico y les pidió a sus hermanos que se hicieran cargo de qué parte del desastre es culpa suya: “Tenemos que empezar por la simple premisa de que el futuro de Africa depende de los africanos. Digo esto conociendo muy bien el trágico pasado que tuvo esta parte del mundo. Es que yo tengo la sangre de Africa en mí y en mi familia..., la historia de mi propia familia abarca las tragedias y los triunfos de la historia africana”.

“Algunos de ustedes deben saber que mi abuelo era cocinero de los ingleses en Kenia y que aunque era un respetado anciano de su tribu, sus patrones le decían ‘chico’... El colonialismo no fue para él apenas la creación de fronteras antinaturales o injusticias económicas, era algo que se vivía personalmente, día a día, año a año. Mi padre creció cuidando cabras en una aldea ínfima, a una distancia imposible de las universidades norteamericanas donde un día iba a estudiar. El se hizo hombre en un momento de extraordinaria promesa para Africa. Las luchas de la generación de su padre darían vida a nuevas naciones, comenzando aquí mismo en Ghana...”

“En muchos lugares, las esperanzas de la generación de mi padre dejaron lugar al cinismo, hasta a la desesperanza. Es fácil señalar y culpar a otros por los problemas. Cierto, el mapa colonial que no tiene sentido ayuda a crear conflictos. Occidente muchas veces se aproximó a Africa como un patrón o como un donante, no como un socio. Pero Occidente no es responsable por la destrucción de la economía de Zimbabwe en los últimos diez años, o por las guerras donde se reclutan niños por la fuerza como soldados. En vida de mi padre, el tribalismo, el clientelismo y el nepotismo de una Kenia ya independiente arruinaron su carrera por muchos años, y sabemos que ese tipo de corrupción es un hecho cotidiano para demasiada gente...”

“Para realizar las promesas, tenemos que admitir una verdad fundamental que ustedes ya vieron en Ghana: que el desarrollo depende del buen gobierno. Que es el ingrediente que viene faltando en demasiados lugares. Que es el factor de cambio que puede liberar el potencial de Africa. Y que es una responsabilidad que sólo puede ser tomada por africanos...”

“Los gobiernos que respetan la voluntad de sus pueblos, que gobiernan por consenso y no por coerción son más prósperos, más estables y más exitosos que los gobierno represivos. Y se trata de algo más que de tener elecciones. También se trata de lo que ocurre entre elecciones. La represión puede tomar muchas formas y en muchas naciones, también entre las que tienen elecciones, hay problemas que condenan a los pueblos al hambre. Ningún país puede crear riqueza si sus líderes explotan la economía para enriquecerse. O si la policía puede ser comprada por los narcos. Ninguna empresa va a invertir en un país donde el gobierno le exige pagar el 20 por ciento, o donde el administrador de puertos es corrupto. Nadie quiere vivir en una sociedad donde el imperio de la ley cede ante la brutalidad y la coima. Eso no es una democracia, es una tiranía, aunque cada tanto tengan elecciones. Es hora de que termine este tipo de gobierno...”

“A lo largo de Africa vemos innúmeros ejemplos de pueblos que toman el control de sus vidas e introducen cambios desde abajo. En Kenia, la sociedad civil y los empresarios se unieron para sofocar la violencia postelectoral. En Sudáfrica, casi 80 por ciento de la población votó en las últimas elecciones, que fue la cuarta desde el fin del apartheid. Y en Zimbabwe, la Red de Apoyo Electoral desafió una represión brutal para sostener que el voto es un derecho sagrado. La historia está del lado de estos valientes africanos, no de los que dan golpes o cambian la Constitución para seguir en el poder. Africa no necesita caudillos, necesita instituciones...”

“Y aquí hay algo que ustedes necesitan recordar: el mundo será como ustedes lo hagan. Ustedes tienen el poder de pedir cuentas a sus líderes y de construir instituciones que sirvan al pueblo. Ustedes pueden servir a sus comunidades y canalizar sus energías para crear riqueza y conectarse con el mundo. Pueden vencer las enfermedades y terminar guerras, y pueden crear cambios desde abajo. Se puede, porque en este momento la historia se está moviendo.”

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