Domingo, 12 de agosto de 2012 | Hoy
EL MUNDO › ESCENARIO
Por Santiago O’Donnell
Ahora sí, vamos con el juicio a la esposa de Bo Xilai. Lo que se dice un notición. Bo Xilai es, o era, o alguna vez fue el político más popular de China. Su esposa Gu es una poderosa abogada que acaba de ser condenada hace tres días por matar a un empresario inglés. Bo Xilai y su esposa pertenecen o pertenecían a una élite casi desconocida en esta parte del mundo, nada menos que la élite que maneja al segundo país más poderoso del mundo. Conozcámoslos.
Bo Xilai, de 67 años, es hijo del revolucionario Bo Yibao, a quien Mao encarceló diez años durante la revolución cultural. En esos años murió la madre de Bo en circunstancias poco claras. Hay quienes dicen que fue el joven Bo, entonces un Guardia Roja de la juventud comunista, quien delató a su papá y sus ideas liberales. En todo caso, de poco le sirvió porque él también terminó en la cárcel y purgó cinco años hasta que Deng ganó la pulseada por la sucesión de Mao y reivindicó a los Bo. Bajo el padrinazgo del nuevo líder Bo Xilao y su padre recibieron cargos importantes en la estructura del Partido Comunista Chino (PCCh).
Tras divorciarse de su primera esposa, Bo se casó con Gu, hija de un general de la revolución. Tuvieron un hijo, Bo Guagua, a quien mandaron a estudiar a Oxford primero y a Harvard después. El joven no se distinguió por su dedicación a los libros, sino por sus excesos a la hora de gastar. Según un informe del instituto Hurun basado en Shanghai, citado por la revista Time, el patrimonio combinado de los setenta miembros del Parlamento chino llega a noventa mil millones de dólares. Para esa élite, las mansiones en el exterior, los hijos estudiando en las universidades más caras o los altos puestos en empresas estatales para los miembros de la familia son premios esperables.
En el 2004, Bo Xilai fue nombrado ministro de Comercio del actual gobierno que preside Hu Xintao. Pronto se hizo muy conocido porque hablaba bien inglés y le gustaban las cámaras y las entrevistas y defendía con fuerza la posición china en toda la negociación que derivó en la entrada de su país a la Organización Mundial del Comercio. Para entonces, Bo Xilai ya era uno de los 25 miembros del Politburó del PCCh y candidato a ascender al Comité Permanente del PCCh, el órgano de nueve miembros que dirige el país. Pero el recambio de gabinete le llegó en el 2007 y Bo Xilai no fue promovido al Comité Permanente como sus dos antecesores en el ministerio. A él lo mandaron a hacerse cargo de Chonqing como secretario general del PCCh en esa provincia, un enclave montañoso de 30 millones de habitantes en el centro de China, lejos de la costa, lejos de Beijing, Shanghai y Hong Kong, lejos del poder.
Pero en vez de desanimarse, Bo aprovechó la oportunidad para aumentar su fama. Se trajo a un superpolicía con fama de inescrupuloso llamado Wang y emprendió una lucha sin cuartel en contra de la mafia local, el mayor operativo policial en toda China, con amplia difusión en la prensa oficial. Además impuso una onda neomaoísta que cayó muy bien en las zonas rurales de Chonqing y alrededores. Bo Xilai convocaba a multitudinarias manifestaciones en las que se entonaban cánticos de la revolución cultural y mandaba millones de mensajes de texto con citas de Mao a la población, y en sus discursos Bo Xilai siempre mencionaba con admiración a la vieja guardia revolucionaria. Todo esto, por supuesto, mientras su esposa abogada cerraba suculentos contratos y su hijo reventaba tarjetas de crédito en los lugares top de Inglaterra y Estados Unidos.
Además parece que el superpolicía Wang en su cruzada antimafia cometió todo tipo de tropelías y abusos en contra de los rivales políticos de Bo Xilai. Según cuenta The New York Times, el superpolicía Wang tenía una obsesión por la pinchadura telefónica. Habría pinchado a Bo Xilai, a su esposa y también al mismísimo presidente Hu Jintao, quien se habría molestado bastante y responsabilizado a Bo Xilai, según el periódico estadounidense. Algunos enemigos o al menos ciertas antipatías se había generado Bo Xilai con su estilo populista y personalista. No era del agrado del sector reformista del partido que lideran el presidente Hu Xintao y el primer ministro Wen Jibao. A fin de año se viene un cambio de guardia en el liderazgo del PCCh y del gobierno chino, que se realiza cada diez años. Se va Hu de la presidencia y Wen deja el puesto de primer ministro. Sus reemplazantes respectivos, Xi Jinping y Li Keqiang, se muestran más modernos y reformistas todavía que la generación anterior. Si el congreso promovía al popular Bo Xilai al Comité Permanente, como se esperaba, sería un competidor peligroso para el flamante liderazgo, sobre todo en la frágil etapa de transición.
Cuestión que el 6 de febrero se pudre todo cuando el superpolicía Wang visita el consulado estadounidense de la ciudad de Chengdu y les cuenta a los diplomáticos norteamericanos que la esposa de Bo Xilai había envenenado a un empresario inglés. El tipo se llamaba Neil Heywood y había aparecido muerto en un hotel de Chongqing en noviembre. El superpolicía contó que el inglés era el bolsero de Bo y su esposa Gu, el que les sacaba la plata afuera. Parece que Gu le había pedido que sacara una suma muy grande y Heywood pidió a cambio una comisión demasiado suculenta y entonces Gu, para no pagarla, le puso cianuro en el té. La muerte del bolsero había despertado las sospechas del consulado británico porque el cuerpo del inglés había sido incinerado inmediatamente y las autoridades de Chongqing habían dicho que Heywood había muerto de un coma etílico, pero los familiares del muerto dijeron que él era abstemio.
Parece que el superpolicía Wang les imploró a los estadounidenses que le den asilo, pero no tuvo suerte. En cuanto salió de la embajada, la policía secreta china se lo llevó a un lugar desconocido y nunca más se supo de él hasta esta semana, cuando la agencia oficial Xinhua anunció que próximamente Wang irá a juicio, aunque no se precisó la fecha ni se detallaron los cargos.
El testimonio del superpolicía en la embajada estadounidense destruyó la carrera de Bo Xilai. A mediados de marzo fue destituido como secretario general del PCCh de Chongqing y el 10 de abril, el mismo día en que su esposa Gu era arrestada por el asesinato de Heywood, Bo fue expulsado del Politburó por “graves faltas disciplinarias”.
Así llegamos al juicio de Gu. Se hizo el jueves pasado en Anhui, la provincia de Hu Jintao, muy lejos del lugar donde ocurrieron los hechos y sin la presencia de la prensa extranjera, aunque sí estuvieron presentes dos empleados del consulado británico que figuraron prominentemente en las fotos que acompañaron cobertura que hicieron los medios chinos. Sabemos que en China la Justicia no es independiente. Gu fue hallada culpable y la sentencia se conocerá en los próximos días. El tribunal nombrado por el PCCh tardó siete horas en resolver el juicio. Eso es menos de lo que tardan en Paraguay en destituir a un presidente.
Según el vocero del tribunal, Gu confesó todo. Gu dijo que fue a buscar al inglés a Beijing y que lo llevó al hotel de Chongqing. Entonces lo emborrachó, lo hizo vomitar y después le sirvió el tecito con cianuro, contó el vocero judicial. Por el viaje desde Beijing y la estadía en el hotel y alguna pinchadura del superpolicía se especuló con una relación amorosa entre el inglés y la esposa de Bo. Pero nada de esto apareció en el juicio. Tampoco la supuesta extorsión por la plata que Gu sacaba al extranjero. El vocero de tribunal dijo misteriosamente que Heywood tenía cierta responsabilidad en el crimen, ya que Gu habría actuado ante una amenaza contra la seguridad de su hijo Bo Guagua, el yuppie de Harvard. Con esto, el vocero parecía decir que Gu no será condenada a muerte, ya sea porque colaboró con la investigación como porque existirían circunstancias atenuantes para su accionar. El vocero judicial agregó que esta semana cinco policías serán enjuiciados por encubrir el asesinato de Heywood. Como para que el consulado inglés se quede tranquilo.
Pero nada dijo el vocero judicial sobre la suerte de Bo Xilai. No dijo si el político fue o no fue cómplice de su esposa, si la ayudó a encubrir el asesinato, si mandó a cremar el cadáver. Tampoco queda claro por qué el superpolicía lo mandó al frente a Bo Xilai con los estadounidenses, salvo que Bo Xilai haya mandado matar al superpolicía para que no cuente sus chanchullos.
Para la Justicia china todo quedó en un tema personal entre la abogada y el inglés, pero para los millones de chinos que siguieron el proceso a través de la prensa oficial seguramente hay mucho más en juego. Por un lado, muchos piensan que hay una campaña en contra de Bo Xilai, que quieren sacarlo de la cancha porque descolló demasiado. Por otro lado, pareciera que lo que está en juicio no es la conducta individual de una persona, sino la de todo un sistema, el que rige la vida de los chinos. Bo Xilai vendía el discurso del sacrificio heroico en nombre del bien común mientras eliminaba rivales internos y llenaba sus cuentas bancarias en el extranjero. Así llegó a ser el político más popular de China. Veremos cómo sigue la historia.
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