Martes, 12 de febrero de 2013 | Hoy
EL MUNDO › OPINIóN
Por Eduardo de la Serna
Muchos desde el principio sostuvimos que preferíamos al papa Benito XVI antes que a Juan Pablo II. Por varios motivos. El principal es que el Papa polaco tenía “calle” y “carisma”, mientras que el entonces teólogo Ratzinger es temeroso, dubitativo. Uno era “casi como Dios”, omnipresente e inmutable... dudo que haya un país que no haya visitado. El otro, más taciturno, solitario. Casi –en broma– parecía como que Juan Pablo tomaba a un niño y jugaba con él, mientras que Benito lo tomaba con miedo a que se rompiera. Y esto último, decíamos, es preferible cuando de dos Papas tan conservadores se trataba. Porque el uno tenía simpatía popular, sólo por su carisma, por sus gestos (que no por sus textos), mientras que el otro, ante la ausencia de los primeros, sólo podía mostrar una pluma más cálida, con más vuelo literario y teológico.
Mucho más temeroso Benito, era evidente que sus acciones papales lo serían (¡y se notó!), mientras que serían más osadas las de Juan Pablo. Pero por osadas no tendría problemas en señalar con el dedo a Ernesto Cardenal en Nicaragua, o darle la comunión a Pinochet en Chile. Un ejemplo ilustrativo de lo que señalo puede verse en las sanciones a los teólogos de la liberación. Cuando “bajo el reinado” (sic) de Juan Pablo II se sancionó a Leonardo Boff, no hubo casi voces públicas que manifestaran su oposición; mientras que, cuando se aproximaba el primer viaje de Benito a América latina y se sancionó a Jon Sobrino (para decir “eso no se hace”), hubo centenares de voces de colectivos teológicos y hasta episcopales (no de Argentina, por cierto) en reclamo por la medida. Esta actitud, más temerosa, y hasta más dialogante (aunque no entendiera; como se manifestó en el encuentro con Hans Küng) lo volvía un papa menos autoritario, aunque más conservador.
Pero precisamente por todo eso siempre sobrevoló la posibilidad de su renuncia. Por honesto. Por temeroso. Muchos creímos que Juan Pablo II debería haber renunciado muchos, muchos años antes, pero no creíamos posible que lo hiciera. La renuncia de Benito 16, aunque sorprendente por el momento, figuraba dentro de las posibilidades que le reconocíamos. Y eso, debemos reconocerlo, habla bien de él. Ya hemos escrito en otra parte que preferiríamos que el papado “durara” un tiempo. Que “deba” haber Papa no implica que “deba” ser perpetuo. Y –al menos hoy por hoy– para que dure ese “tiempo”, el Papa debe renunciar.
Muchísimos desafíos debe enfrentar un papa en nuestro tiempo (como lo muestra la duda y finalmente renuncia en Habemus Papa). Incluso muchos desafíos que el Papa renunciante nunca parece haber notado. La realidad de la pobreza siempre parece haberle sido ajena. Mirar el mundo “sólo” desde Europa (o desde Bavaria, para ser más precisos) no parece algo justo en quien debe “pastorear” a la Iglesia universal (eso quiere decir “católica”). La importancia creciente del catolicismo en Africa y Asia contrasta obviamente con la descristianización de Europa; en los documentos papales recientes la palabra “América” figura sólo ¡¡¡una!!! vez, y para hablar del “Descubrimiento de América” (sic). La misma elección del nombre “Benito” aludía al “Papa de Europa” tras la primera gran guerra (que el Norte llama mundial), y a San Benito de Nursia, “patrono de Europa”.
¿Llegará la hora de un Papa del Tercer Mundo? En lo personal, no me preocupa tanto “de dónde viene” sino “a dónde va”. Hubiera preferido al cardenal Martini (italiano) que a López Trujillo (colombiano) en el pasado cónclave, y sueño con un Papa que sea “padre del huérfano y de la viuda”, como dicen los Salmos que es el mismo Dios; que anuncie con alegría y sencillez “buenas noticias a los pobres”, como decía y hacía Jesús de Nazaret. Sueño un Papa despojado de títulos nobiliarios y coronas, de palacios y jefatura de Estado. Sueño un Papa que se presente como “hermano de todos”. Es más: un viejo teólogo decía que ser hermanos es lo propio de toda la Biblia (Antiguo y Nuevo Testamento); lo propio de los cristianos es ser “hermanos”, pero la cosa se empezó a deformar cuando se empezó a hablar de “Papa” (J. Ratzinger). ¿Llegará la hora? ¡Dudo! ¡Deseo!
* Coordinador del Movimiento de Sacerdotes en Opción por los Pobres
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