Sábado, 1 de agosto de 2009 | Hoy
EL PAíS › PANORAMA POLíTICO
Por J. M. Pasquini Durán
En la víspera recomenzó la interminable ronda de diálogo entre sordos que protagonizan el Poder Ejecutivo y la Mesa de Enlace agropecuaria. Después de un año y medio de áspero conflicto, la movilización campestre no logró nada que el Gobierno no quisiera dar y a la hora de compatibilizar triunfos sólo pueden referirse a hechos políticos, convirtiéndose más en opositores partidarios que en dirigentes de un sector económico-social. La confusión entre lo que necesitan los que viven de la tierra y la dimensión política que se adjudican los miembros de “la mesa” no ha logrado otra cosa que postergar decisiones gubernamentales que alivien la faena, corrijan injusticias o incentiven la producción tanto para exportar como para el mercado interno.
Pese a las diferencias, el Tesoro nacional aportó por diversos conceptos una suma superior a los 20 mil millones de pesos, volcados en distintos sectores agro-industriales, exportadores y economías regionales, según informaron, al final de la reunión, los delegados del Gobierno. Dejaron en claro que el Estado no renunciará a sus roles de contralor y orientador de la economía y tampoco podrán prescindir de los impuestos a la exportación porque no tiene fuentes sustitutas para esa recaudación tributaria. Pronosticaron cosechas y ganancias sustanciosas para la temporada 2009/2010.
Por su lado, la Mesa de Enlace eligió un tono morigerado para aceptar que hubo algunos avances y lamentarse porque todavía lo que reciben es poco en relación con sus ambiciones. Ahora depositan sus esperanzas en que el Estado sea diligente con los compromisos que hicieron ayer y que en el futuro el Congreso les otorgue todo lo que el Ejecutivo les niega. Por primera vez, para el espectador, hubo dos sectores, uno exponiendo con datos y argumentos sus posiciones y el otro encerrado todavía en la torre de su avidez. Si el Gobierno avanza más por este camino es posible que la pulseada no sea de fácil pronóstico.
Tal vez los tonos hayan sido modulados por la asamblea de “la mesa” del lunes pasado, cuando desbordaron toda la línea de prudencia y respeto por un gobierno elegido en las urnas. Las reacciones críticas de algunos de los aliados “del campo” por el tono y los discursos del acto que realizaron los caciques rurales, típicos de un gorilismo irredento, mostraron por primera vez una fisura en el bloque que rodea a “la mesa”, ocasión que debería aprovechar el Gobierno para multiplicar y ampliar las brechas utilizando el sentido común y atendiendo al verdadero interés de los productores, sin chicanas de puja facciosa. Está bien que la presidenta Cristina aumente el subsidio al tambero, pero es demasiado evidente que el anuncio lo hizo un día antes de la reunión para que la resolución no sea adjudicada a la gestión de quienes serán interlocutores de Aníbal Fernández.
Ese tipo de gambeta cae mal en todo aquel que la advierte porque parece que el Gobierno privilegiara la pelea de pandillas rivales antes que el deber de apaciguar los ánimos y buscar salidas al conflicto de tanto tiempo. Prolongar el pleito ahora que las commodities vuelven a mejorar los precios en el mercado internacional y cuando el país tiene dificultades para mantener el superávit fiscal, no sólo es necio sino inconducente. Así como la presidenta Cristina busca desarmar la agenda opositora, por ejemplo devolviendo la casi totalidad de las facultades delegadas, o superpoderes en lenguaje coloquial, el Gobierno no acierta o no quiere hacer las concesiones necesarias para desarmar el bloque opositor que armó “la mesa”. Cualquier cosa que provenga del Gobierno no acallará los abucheos y chiflatinas de las barras bravas cuando hoy se inaugure la feria, pero también esos grupos quedarán descolocados si la gente de trabajo recibe lo que le corresponde, de buen ánimo y con argumentos claros.
Mientras subsista esta tensión sobresaldrá anulando en la sociedad los efectos benéficos de acuerdos como el que se logró en el Consejo del Salario aumentando el mínimo a $ 1500 mensuales, con el acuerdo inclusive de los delegados rurales en la bancada del patronato. Nadie se atreve a destacar lo bueno que sucede (preservar el empleo y el salario, aunque sea para minorías) para regodearse con lo malo que podría suceder debido al déficit en las provincias, en primer lugar Buenos Aires, y a las dificultades del Tesoro nacional.
En ese cuadro se desliza el economista Mario Blejer a la televisión, como flamante asesor del ministro Boudou, para asegurar que el país debe pagar el default residual (a los que no aceptaron el acuerdo anterior) y la deuda con el Club de París, además de resolver la situación del campo y devolverle fiabilidad al Indec, como precondiciones para invitar al titular del Fondo Monetario Internacional (FMI) a una visita al país, que no se produce desde hace cuatro años. Esto es lo que piensa el asesor, ¿también el ministro de Economía? La presencia de Boudou, egresado de las aulas neoliberales conservadoras del CEMA, ¿implica un giro de la pareja presidencial hacia lo que antes repudiaron? Esto aliviaría la presión de las derechas sobre la gestión oficial, no hay duda, pero no sería un movimiento inocente, sin consecuencias. Por lo pronto, anunciaría el final verdadero del modelo neodesarrollista que tanto agitaron los Kirchner en los últimos seis años como la mejor opción para el país. En su lugar aparecerían los consabidos ajustes estructurales que tanto daño social provocaron, en la década de los ’90. Si regresan las inspecciones del FMI, la Mesa de Enlace podría destapar champagne de nuevo, como la noche que Cobos les dio el triunfo parlamentario sobre la resolución 125.
Lo más probable es que la opinión del asesor, como tantas otras y movimientos en el aparato oficial, son intentos, incluso de buena fe, para rectificar la marcha y acomodar la nave hacia donde van las corrientes. O sea, hacia el centroderecha que hizo flotar sobre las aguas a Mauricio Macri o Francisco de Narváez, como si fueran la encarnación de la racionalidad y la eficiencia. Cuando las protestas bonaerenses pretendan avanzar sobre la Capital y sean reprimidas por la nueva policía porteña antipiquetes, será el momento de preguntarse qué votaron los que eligieron las listas del PRO. La disciplina social es un objetivo de las derechas y siempre recaen en la represión, apoyándose en el malestar de los transeúntes que más de una vez encuentran cortado el paso por un puñado de personas que para llamar la atención interrumpen alguna vía importante de tránsito. Bastaría con lograr que los medios de mayores audiencias no hagan caso de esos cortes, en lugar de exagerarlos con la difusión repetida, para que el recurso perdiera efectividad para los que quieren pantalla para sus propósitos.
La democracia requiere tolerancia y paciencia, sobre todo porque hay demasiadas familias que lo pasan muy mal, sin sus necesidades básicas cubiertas. Catorce millones de pobres, incluidos los centenares de miles de indigentes, están legítimamente habilitados para apelar a recursos llamativos a fin de no ser invisibles para el Gobierno y la sociedad. Alguien debería tomarles la palabra a todos los políticos que prometen librar batalla contra la pobreza (pese a que muchos de ellos, cuando llegan al gobierno, como Macri, luchan contra los pobres), porque han pasado seis años del modelo de acumulación con inclusión social y los ricos están cada vez más lejos de los pobres y la distribución de la riqueza está lejos de guardar algún sentido de equidad entre franjas sociales y entre territorios.
Más de una vez, en distintos lugares del mundo, los votantes eligen a sus verdugos, olvidando al momento de votar todos los antecedentes que deberían guardar en la memoria. En lugar de votar con oportunismo en cada circunstancia, como si los candidatos florecieran de un día para el otro, tan puros como los recién nacidos, cada votante debería seleccionar guiándose por las ideas de los candidatos o caudillos, también por sus antecedentes cuando los tengan, los resultados serían diferentes, aunque para ese cambio hace falta un mayor compromiso con lo que pasa, en lugar de rezongar y jugar a la ruleta en el cuarto oscuro.
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