Sábado, 26 de agosto de 2006 | Hoy
El secretario de Cultura, José Nun, reivindicó el rol del Estado nacional en el desarrollo de políticas culturales y cuestionó el desinterés de la dirigencia en la materia.
Por Silvina Friera
Desde Mar del Plata
Pudo haber sido un discurso como los que suele dar Fidel Castro. José Nun, entusiasmado, no paraba de hablar hasta que una joven entró con un papel para avisarle que debía terminar. “No sé si me aplauden por lo que dije o por lo del papelito”, bromeó el secretario de Cultura de la Nación ante más de mil personas (representantes de todas las provincias y del gobierno nacional, junto con especialistas nacionales e internacionales), que presenciaron el inicio de las actividades del Primer Congreso Argentino de Cultura. En la conferencia “Hacia políticas culturales de Estado; inclusión social y democracia”, Nun explicó cómo se fue usando la noción de cultura en el país, trazó un balance de su gestión, habló de las funciones indelegables del Estado en las políticas culturales y cuestionó duramente el desinterés de los políticos. “La tarea del Estado nacional es contribuir a hacer más equitativo el gasto en cultura”, aseguró el secretario.
“Cuando a uno lo designan para la función que desempeño, se encuentra con la dificultad inicial de saber para qué lo han designado, para qué sirve la cultura”, dijo Nun. “La pregunta qué es la cultura es esencialista y de raíz iluminista. Lo que corresponde es preguntarse cómo se usa la noción de la cultura en el plano institucional.” El secretario de Cultura mencionó que el objetivo de André Malraux, que inventó en Francia el Ministerio de Asuntos Culturales, era ir redefiniendo la equiparación entre cultura y bellas artes, fomentando el acceso del público a las bellas artes. “En nuestro país persiste el concepto de cultura como ‘amor al arte’ unido a un mejor sentido del mundo y de la ética en sectores representativos de la sociedad. Pero con las dos guerras mundiales estalló en pedazos este concepto porque un músico excelente podía ser nazi o un admirador de las bellas artes un represor despiadado”, precisó.
Nun repasó cómo fue evolucionando la institucionalidad de la cultura, que en principio estuvo volcada exclusivamente a las artes visuales, en los museos, y a la literatura, en las bibliotecas. En los años ’20 del siglo pasado, se incorporó la música, en el ’30 el teatro y recién con el primer gobierno peronista el folklore y las artesanías, hasta que posteriormente se expandió con la inclusión de la radio, el cine y la televisión. “El núcleo duro de la definición de cultura lleva en sí una consecuencia y es que se individualiza a determinadas instituciones como productoras de cultura y no al conjunto de la sociedad”, advirtió Nun. Desde que asumió en noviembre de 2004, el secretario de Cultura de la Nación afirmó que se introdujo “una visión más amplia” de la noción de cultura, con énfasis en el federalismo: el 90 por ciento de la gestión se ha realizado fuera del área metropolitana. “Hemos intentado incansablemente de que a las bellas artes se le sumara ‘el arte de vivir’, que se concibiese a la cultura como una segunda naturaleza.”
“Los desarrollos culturales provocados por el Estado son la acción cultural y la animación. La primera implica llevar cultura a la gente; la animación fomenta la cultura de la que es portadora una comunidad”, comparó Nun. “El Estado debe ayudar a transmitir la cultura, a conservarla y ponerla en cuestión”. El secretario de Cultura criticó a los políticos. “No saben de qué se trata la cultura; es muy habitual escuchar que digan a la prensa que en el país no hay políticas culturales”, se quejó el secretario, y aclaró que la política cultural articula el sector público con la vida cultural del país. “El Estado tiene funciones indelegables; la vitalidad de la vida cultural hay que buscarla a nivel comunal y municipal: el 85 por ciento de los 2100 municipios tienen menos de 10.000 habitantes. El 60 por ciento de las ciudades de 30 a 40 mil habitantes no tiene una sala de cine. El Estado nacional debe aspirar a la descentralización para revitalizar la cultura con plena conciencia de la victimización y del castigo que han sufrido históricamente las culturas populares, particularmente en los últimos tiempos por el fundamentalismo de mercado”, precisó Nun. Entre los anuncios que hizo, confirmó que se terminó el inventario de la Biblioteca Nacional. “Son 763.000 libros, no es la Biblioteca más grande del país como se pensaba”, precisó.
En el plano constitucional, subrayó que en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 el derecho a la cultura fue incorporado como derecho humano. “El Estado nacional tiene que hacer cumplir el derecho a la cultura y generar las condiciones para que se pueda ejercer.” Nun realizó un balance de los cambios que se llevaron a cabo durante su gestión. “No subestimamos el papel de las bellas artes, pero hay inequidades que consideramos intolerables. Cavallo en 1993 quitó la carrera de los músicos de la Orquesta Sinfónica, pero subió los salarios y esos músicos llegaron a ganar tres veces más que los de la Orquesta de Juan de Dios Filiberto, que cometían el pecado de tocar música nacional.” El secretario de Cultura dijo que el promedio del gasto per cápita en la ciudad es de 90 pesos mientras que el promedio en el resto de las provincias no supera los 5 pesos. “La tarea del Estado nacional es contribuir a hacer más equitativo el gasto en cultura”.
La Unesco ha recomendado que el gasto en cultura sea el uno por ciento del presupuesto nacional. Brasil dispone del 0,6, México y Uruguay del 0,5 mientras que Argentina sólo gasta en cultura el 0,23. “Si los políticos definen la cultura en términos de bellas artes, es el primer lugar a recortar en tiempos de crisis de manera de mantenerlo a niveles bochornosos. Tenemos que luchar para que esto cambie, pero los representantes del pueblo tienen que ser conscientes del papel de la cultura.” Nun se explayó sobre un aspecto cultural de los argentinos vinculado con la generalización del escepticismo, que enfatiza todo lo negativo. Y citó como ejemplo la polémica que se generó en torno de la aprobación de los superpoderes. “Lo que se aprobó recientemente fue la facultad para que el jefe de Gabinete reasignara partidas dentro del presupuesto. Que se lo llame superpoderes es un hecho político que tiene que ver con la cultura de la desconfianza y del escepticismo”, planteó Nun. “Hay que despertar el entusiasmo colectivo y es un fenómeno cultural del que tenemos que hacernos cargo nosotros. Los jóvenes no están desilusionados; yo pertenezco a una generación desencantada por lo mucho que soñamos y lo poco que obtuvimos.”
“Para el neoliberalismo no hay diferencia entre tener un derecho y ejercerlo, y no es verdad que todos los argentinos hayan recuperado sus derechos constitucionales en 1983”, observó el secretario, que nuevamente fue muy aplaudido. “Garantizar el ejercicio de los derechos constitucionales incluye el deber del Estado de establecer precondiciones para que se cumpla ese ejercicio porque los ciudadanos privados de opciones pueden no querer aquello de lo que se les privó. La cultura del escepticismo conduce a resignación, que es el principal escollo de la democratización en la Argentina.” Y finalmente destacó que un ejemplo de ciudadanía activa es Estela Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, que estaba sentada en las primeras filas de la sala Astor Piazzolla.
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