Jueves, 21 de febrero de 2008 | Hoy
EL PAíS › INTERVINIERON EL PENAL DE OLMOS POR SALIDAS NO AUTORIZADAS DE FANCHIOTTI
El ex policía condenado por el asesinato de Kosteki y Santillán salió del penal sin autorización judicial, acompañado por un subjefe de la cárcel. El egreso quedó asentado en el libro de guardia. El Ministerio de Justicia bonaerense separó a la cúpula de esa unidad evangélica. La Justicia investiga a los penitenciarios.
Por Adriana Meyer
Alfredo Fanchiotti era un preso privilegiado en una cárcel especial. El ex comisario había logrado empezar a cumplir su condena a prisión perpetua por el asesinato de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán en la Unidad 25 de Olmos, la cárcel evangelista en la que (casi) todos los internos están obligados a rezar varias veces al día. Salvo él, que no sólo estaba eximido de cumplir con los cotidianos rituales religiosos, sino que, además, se daba el lujo de salir del penal. Así fue que el 30 de enero abandonó la cárcel custodiado por el subjefe de Vigilancia y Tratamiento, tal como quedó registrado en el libro de guardia. A partir de ese documento, la Secretaría de Derechos Humanos bonaerense presentó una denuncia penal, la Justicia empezó la investigación y el Ministerio de Justicia intervino el penal y “separó preventivamente” a sus jefes. A su vez, el tribunal oral que condenó al ex comisario ordenó su traslado a la Unidad 42 de Florencio Varela.
“Es de una gravedad para tomar en conjunto, por lo que pasó en Marcos Paz con los represores y el caso López, por la Prefectura con Febres, y ahora esto. Al parecer a estas instituciones no les hace mella ni la democracia ni el discurso gubernamental”, se quejó el abogado Claudio Pandolfi, representante de varios heridos en la represión de Puente Pueyrredón de junio de 2002. “Están todos bajo estado de sospecha hasta que se deslinde la responsabilidad administrativa y penal. Esto incluye al jefe del penal, a los jefes de servicios y a todos aquellos que tienen responsabilidad directa en la custodia de detenidos”, explicó el ministro de Justicia bonaerense, Ricardo Casal.
Un asadito con amigos
El miércoles 30 de enero estaba nublado y la temperatura era agradable. A las 10.20 se retiró “el interno Fanchiotti Pagano, Alfredo, de salida especial, a cargo del alcaide Diego Borba, subdirector de Vigilancia y Tratamiento”, según puede leerse en la foja 59 del libro de conserjería de la cárcel. El guardia a cargo del acceso dejó asentado que “por orden directa del inspector mayor Jorge Suárez no se confeccionará la disposición interna de egreso del interno”. Ese día había un bautismo masivo que provocó mucho movimiento en la U25. Los denunciantes sospechan que Fanchiotti salía en forma habitual, pero creen que el penitenciario de turno en la puerta desconocía esa ventaja del ex comisairo y preguntó si asentaba o no la salida. Su superior inmediato le dijo que era su obligación hacerlo, a pesar de que Borba insistía en que Suárez, el jefe del penal, había ordenado lo contrario.
Al condenado a perpetua por la masacre de Avellaneda no pareció importarle que su egreso quedara registrado. Una vez afuera se habría encontrado con un compañero de encierro, el ex juez Rolando Lima, preso en la causa por el intento de evasión de un preso cordobés y por la presunta existencia de una organización dedicada a “vender” coartadas legales. La fuente consultada por Página/12 indicó que habrían ido a comer un asado a la casa de su hermana, la ex jueza Irma Lima. Sin embargo, la ex magistrada y ex funcionaria le dijo a este diario que Fanchiotti nunca entró a su casa, aunque admitió conocerlo. Las salidas de Rolando Lima están autorizadas por la Justicia –a diferencia de las de Fanchiotti– precisamente para visitar a su hermana y asistirla en la convalecencia de la enfermedad que padece. “Estuvo acá el 24 de diciembre pero el 30 no”, aclaró Lima.
Ayer, el ministro Casal, cuya trayectoria incluye un paso por el Servicio Penitenciario Bonaerense, explicó que dispuso el relevo de la plana mayor de la unidad penal “para evitar adulteraciones en la documentación” sobre el movimiento de detenidos. Por la tarde, el fiscal federal Marcelo Martini secuestró los libros de la U25 y hoy interrogará como testigos al personal del penal. Tanto Pandolfi como los denunciantes Carolina Brandana y Aníbal Hnatiuk, de Protección de la Secretaría de Derechos Humanos, ya habían comprobado que el Tribunal Oral 7 de Lomas de Zamora no autorizó salidas a Fanchiotti. Si el fiscal Martini verifica lo mismo a los jefes de la cárcel evangelista podría caberles la imputación de “quebrantamiento de la pena” agravado e incumplimiento de los deberes de funcionario. Mientras tanto, Fanchiotti Pagano tuvo que mudarse y durmió en una cárcel en la que tan sólo estará más controlado.
La única salvación
Los doscientos internos de la “tumba de los hermanitos”, la primera cárcel íntegramente evangelista de Argentina con un régimen de seguridad atenuada y autodisciplina, tienen privilegios impensados para los tumberos de otros penales: visitas frecuentes sin requisa violenta, salidas flexibles y, sobre todo, seguridad para su propia integridad física. A cambio deben cumplir una estricta e intensa rutina de ejercicios religiosos. Las jerarquías no están determinadas por la gravedad del delito cometido sino por el compromiso espiritual y el fervor religioso que le demuestren a los guardias-pastores. Cristo, la única salvación, tal como bautizaron a la U25, es una cárcel donde los civiles comparten almuerzos y cenas con presos que, además de estudiar teología bíblica, limpian y cocinan, fabrican guantes y producen hortalizas. A las seis de la mañana todos se arrodillan, gritan “aleluya” y dan gracias a Dios por un nuevo día. La escena se repite varias veces durante cada jornada.
Fanchiotti, condenado en enero de 2006 y que llegó ahí tras un paso por el penal de Magdalena en donde corrió peligro su integridad física, no participa de los rezos ni de las actividades colectivas. Uno de sus actuales compañeros de encierro lo reconoció como “el cana que me molió a palos varias veces en la comisaría de Avellaneda”. Pero el espíritu evangélico que se respira allí lo salvó de una venganza, y encontró el ámbito propicio para ponerse a estudiar Derecho. Con ese objetivo salía en forma frecuente de su cómoda habitación a otra dependencia de Olmos. Sin embargo, en junio pasado la ilusión de que algún día lo llamen “doctor” se le desdibujó por un instante cuando el docente Esteban Rodríguez Alzueta lo reconoció y se negó a tomarle su primer examen. Todo indica que Fanchiotti recobró valor, dejó de andar cabizbajo y miedoso por los pasillos y comenzó a disfrutar de permisos especiales.
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