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Martes, 7 de agosto de 2012

PLASTICA › UN ARGENTINO DEL MUNDO EN EL CORAZóN DE NUEVA YORK

Novedades desde “Ciudad Nube”

Cruces entre arte, arquitectura y ciencia en la obra que el argentino Tomás Saraceno está exponiendo en estos días en el Museo Metropolitano de Nueva York, uno de los más importantes museos del mundo.

 Por Fabián Lebenglik

Desde Nueva York

El Metropolitan Museum de Nueva York (conocido aquí como Met) no sólo es uno de los más importantes y más visitados del mundo, tanto por sus colecciones artísticas, arqueológicas e históricas como por sus muestras temporarias, sino que, como su enorme edificio se extiende dentro del Central Park, su terraza sirve para tomarse un respiro del tórrido verano neoyorquino y constituye un lugar privilegiado de observación no sólo de este bellísimo e imponente parque sino de toda la ciudad, desde el corazón del Central Park.

Usualmente el Met organiza en esta terraza exposiciones temporarias de artistas contemporáneos y ahora está presentando “Cloud City” (“Ciudad Nube”), una inmensa instalación del argentino Tomás Saraceno (nacido en Tucumán en 1973 y residente en Frankfurt, Alemania); artista que causó sensación en la Bienal de Venecia de 2009, con su gigantesca “telaraña”.

En oportunidad de aquella Bienal veneciana, Saraceno expuso una gran instalación en uno de los mejores y más grandes espacios del pabellón central. Su obra, mezcla de galaxia y telaraña, estaba hecha de tensores negros que tomaban todo el espacio transformándolo en un espacio atravesado, en tensión y recorrible. La “telaraña” de Saraceno, una de las piezas que más público convocó, estaba basada realmente en la telaraña de una viuda negra, que el artista había colocado en una maqueta a escala del espacio de la Bienal. Fue en Venecia donde la curadora del Metropolitan Museum descubrió la obra de este artista y programó su participación en el Met.

Más recientemente, en Buenos Aires se pudo ver su obra en la edición 2011 de ArteBA. Fue uno de los puntos altos de la sección U-Turn. Sus piezas lucían como complejos universos en tensión, mutación y expansión. El argentino fue presentado en esa oportunidad por la galería Andersen’s de Copenhague (Dinamarca).

Además de su vasto e impresionante conjunto de colecciones, el Met organiza varias muestras temporarias simultáneas de artistas contemporáneos. Una de ellas es la exhibición de una delicada, bellísima y larga serie de dibujos del gran Ellsworth Kelly (EE.UU., 1923), que más allá de ser uno de los más grandes pintores abstractos, nunca dejó de realizar dibujos figurativos durante toda su carrera, a lo largo de más de sesenta años. Aquí se presenta una exposición compuesta exclusivamente por una selección de unos ochenta dibujos de plantas, el más “temprano” de los cuales está fechado en 1948. Se trata de sutiles perfiles, a veces tenues, aunque perfectamente reconocibles en su capacidad representativa y poética, de toda una vegetación que parece al mismo tiempo evocada tanto por la fina observación como por el recuerdo.

La instalación “Cloud City”, de Tomás Saraceno, consiste en una gigantesca estructura recorrible, compuesta de dieciséis módulos poliédricos interconectados, realizados en acero inoxidable y acrílico transparente, que reflejan, o dejan ver, el cielo, las nubes y el entorno.

Saraceno se graduó como arquitecto en la Facultad de Arquitectura de la UBA, siguió la Escuela de Bellas Artes Ernesto de La Cárcova y se especializó en la Staatliche Hochschule de Frankfurt, Alemania, donde tuvo como profesor, entre otros, a Daniel Birnbaum, quien sería en 2009 curador de la Bienal de Venecia y lo eligió a Saraceno entre el selecto grupo de artistas especialmente invitados. A pesar de que Saraceno viene trabajando hace muchos años, fue la Bienal veneciana la que lo catapultó.

Antes de llegar a esa Bienal, el artista realizó una larga serie de proyectos que mostró, por ejemplo, en “On Air”, Pinksummer Gallery, Génova, Italia (2004); en el ARC-Museo de Arte Moderno de París y la Primera Bienal de Arte de Moscú (2005); en la Villa Manin, Centro para el Arte Contemporáneo en Italia; en la Bienal de San Pablo (2006) y participó de encuentros multidisciplinarios. En este sentido, en el marco de la exposición y por los cruces entre arte y ciencia, el Metropolitan Museum organizó charlas a cargo del decano de posgrado de Arquitectura de la Columbia University, Mark Wigley; del especialista en arañas Peter Jagner; del astrofísico Mario Livio y del astrobiólogo Christopher McKay.

“Cloud City” tiene enormes proporciones, veinte toneladas de peso y genera una percepción ex profeso confusa. Luce como una estación espacial o como la representación de un compuesto químico en escala mayúscula. La relación abismal entre lo infinitamente pequeño y lo infinitamente grande está siempre presente en este juego de escalas de la obra de Saraceno. Las transparencias y superficies espejadas permiten ver a quienes recorren la obra en todas sus ramificaciones, verticales y laterales. Y a quienes trepan y recorren la obra por dentro, les da un punto aún más estratégico de visión panorámica de la ciudad, el parque y el cielo. Una suerte de extraño observatorio.

Durante los últimos años, Saraceno ha hecho una serie de obras recorribles, con estructuras de redes complejas e interconectadas, basadas en geometrías laberínticas, en las que cruzan saberes artísticos, arquitectónicos y científicos. La obra del Met busca, como en varios de sus trabajos anteriores, la conexión entre el visitante y el entorno. Sus instalaciones apuntan especialmente a modificar la percepción y la interacción con el contexto.

La visita a la terraza del museo está determinada por las condiciones atmosféricas: en estos días, la alternancia entre calores extremos y lluvias abundantes transforma en una lotería la visita a esta obra, pero una vez allí, el deslumbramiento es doble, tanto por la extraña y gigantesca estructura del artista como por el enclave que constituye la terraza de este museo en medio de un entorno imponente. No es fácil desviar la mirada del contexto del parque y, más allá, de los perfiles edilicios, pero con su compleja geometría habitable, Saraceno consiguió duplicar el interés.

Las visitas al interior de la obra se permiten a cuentagotas, con horarios previamente marcados. La experiencia es vertiginosa porque la estructura modular está hecha de metal y acrílico y el visitante no sólo alterna sus pisadas entre superficies sólidas y flexibles, sino que la propia estructura hace que toda la construcción se vuelva oscilante, aunque está firmemente sujeta por múltiple tensores. Adentro hay escalones y pasamanos, pero el recorrido no es sencillo. Al mismo tiempo, el impiadoso sol de estas latitudes recalienta el metal y por lo tanto las paredes de los módulos adquieren una temperatura considerable. El reflejo es tal, que es mejor usar anteojos de sol porque las superficies espejadas y reflectantes se combinan con las transparentes y la luz solar penetra o rebota por toda la obra.

Saraceno utiliza el concepto de red en toda la expansión que esta noción adquirió en las últimas décadas: por eso su obra va de la tecnología al arte, de lo individual al equipo, de las relaciones sociales a los medios, de la conectividad a las actividades “en línea”; de lo local a lo global.

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Vista parcial de “Ciudad Nube”, de Tomás Saraceno, en la terraza del Metropolitan Museum.
 
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