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El salto en la desigualdad en la distribución del ingreso acentuó otras disparidades, que comprometen el futuro de los sectores menos favorecidos.
Las familias pobres intentaron amortiguar la caída con una participación masiva de cónyuges, hijos y hasta abuelos en el mercado laboral. Pero sólo consiguieron, en el mejor de los casos, empleos precarios, en negro e inestables.
Mientras tanto, se deterioraron los vínculos familiares y la educación de sus hijos, ensombreciéndose aún más las perspectivas laborales.
Los exóticos argumentos de Roque Fernández para justificar la desigualdad.
El mapa de un mercado laboral al mejor estilo malayo.
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