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Rally nocturno por Sergio Rotman

Sergio Rotman

Acto 1: los ochenta fueron una mierda. Ok. Yo escribía una columna bajo el nombre de rally nocturno en una revista que ya no existe entre, algún mes de 1989 hasta algún momento entre 1990 o 1991.

Ahora casi diez años después, en lo que se refiere a escena rockera, saco conclusiones.

Entonces lo principal es ponernos en situación ... Hoy estamos mejor.

Mucho mejor si sos parte del público (cualquier estilo) o sólo mejor si tocas en una banda. Digo esto ante la inminente revalorización de los ochenta. No estoy muy seguro pero creo haber leído en alguna (buena) crítica del segundo disco de Cienfuegos algo acerca de la gloriosa década pasada.

NO!! ERROR!!! Los ochenta como década rockera comienzan más bien hacia 1982. Antes sólo había oscuridad y aburrimiento. Como cuando el inicio de los tiempos, antes de la separación de los continentes, sólo había jazz-rock.

Bueno, en 1982 asoman la cabeza los primeros punks y allá voy yo. Hacia 1985 un medianamente decente movimiento de rock underground se debatía entre el dark, el punk y la policía federal. ‘86 y ‘87 fueron un poco mejor, pero con la llegada de la hiperinflación las sombras volvieron a cubrirnos a todos.

¿Cómo era? Un público que nunca era demasiado, ni en cantidad ni en entusiasmo, llegaba a, supongamos ... el Parakultural. Un ambiente húmedo y oscuro lo recibía. Siempre (y quiero decir, siempre) una bonita patrulla de la federal ejercía su profesión de molestar de alguna forma. A la hora de la música, un sonido deficiente, hacía lo posible por arruinar lo que quedaba de fiesta. Y a través de todo esto uno veía. ¿Que veía?, tal vez con un poco de suerte una buena noche de Harry, El Lado Salvaje, Don Cornelio, Los Corrosivos, Todos Tus Muertos. O con mala suerte, cualquier otra banda.

Después, en el regreso a casa, comenzaba una especie de Juego de la Oca que incluía los skins, la policía, anfetaminas con vino, depresión inigualable o lo peor de todo, el 60 lleno. Sin estaciones de servicio con el Sheraton dentro, ni fiestas rave, ni remises, la noche ochentística underground se estiraba hasta límites inconcebibles de infortunio.

Vos me dirás que casi todo esto sucede ahora mismo. No, los ochenta eran tenaces a la hora de sufrir. Algo bueno había, y es que podías ver a Sumo en vivo y sentirte menos solo, pero ésa es otra historia. 1998 me parece más interesante que 1988. La gente puede expresarse más libre. Los chicos encontraron un lugar donde tocar. Quiero decir, cualquier chico ensaya en su casa sus primeras clases de batería y, salvo un caso extremo de mala suerte, los vecinos NO llaman a la policía. En 1998, con un poco de compromiso y confianza, podés grabar un disco. Preguntale a los rockeros del 84, cuán bueno es eso.