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Los Cadillacs en gira: voto latino impugnado

1- Eran cerca de las once y media de la noche, la hora límite municipal para dar por terminado un show al aire libre, cuando comenzó a sonar la inconfundible percusión del tema que es sinónimo de los Fabulosos Cadillacs en Madrid (y en cualquier lugar del mundo, a esta altura). “Es impresionante”, señaló entonces el Vaino, instalado sobre el escenario. “Durante todo el tiempo que duró el show, las ventanas que dan a la plaza estuvieron cerradas. Pero ahora fijate como aquí y allá se asoman las cabecitas”, comentó el guitarrista devenido manager. Efectivamente, las ventanas se fueron iluminando en las casas que rodean la plaza Dalí, ocupada en la noche del jueves pasado por cerca de siete mil personas que desafiaron los rigores de la noche para quemar sus chinas al aire libre, buscar caras conocidas, y saltar unidos en un solo grito. “Para muchos”, se pudo leer en el diario El País ese día, “‘Matador’ ha sido durante muchos años el himno clandestino de quienes supieron ver en el rock latino un arma con futuro”. Pese al bautismo oficial de la gira Calaveras y diablitos que LFC comparte con los colombianos de Aterciopelados y los mexicanos Maldita Vecindad y Julieta Venegas, no hubo mejor cierre que ese. Esta fue, además, la última experiencia internacional antes de recluirse para grabar el sucesor de Fabulosos Calavera. “El de Madrid fue el mejor show de la gira”, consideró mucho más tarde Pacho, de Maldita Vecindad, en uno de los tantos bares de la capital española. “Porque fue un evento al aire libre como hace tiempo que no se veía en una ciudad que, desde que está gobernada por la derecha, hace todo lo posible por poner en aprietos al rock y los jóvenes”. Tal como dicen los madrileños de bar en bar: un alcalde nunca va a poder dormir la noche de Madrid.

2- Pese a no obtener el suceso por todos esperado a causa de una deficiente promoción (que obligó a la cancelación del show en Bilbao) y difícil inserción en los medios (que no la ignoraron, pero por momentos la trataron apenas como una movida institucional de la compañía BMG, que de hecho también lo es) esta gira será recordada en España al menos como -junto al éxito obtenido por Molotov, la novedad latina del momento, de gira también por aquí- un eslabón más en la aún demasiado corta cadena que intenta unir las tradiciones rockeras españolas y latinas. Durante los escasos cinco shows que duró este espectáculo conjunto (además de Madrid, las otras escalas fueron Valencia, Sevilla, Barcelona y Zaragoza) cada uno de los artistas tuvo ocasión de mostrar su mejor rostro. Para la mexicana Julieta Venegas -ex Tijuana No cuyo buen álbum debut producido por Gustavo Santaolalla no fue editado en la Argentina-, la gira significó su debut en los escenarios europeos. Pese a tener que asumir el siempre ingrato compromiso de abrir los shows -el año pasado hizo lo mismo durante la despedida de Soda Stereo en México-, la chica salió muy bien parada. Para los Aterciopelados, por su parte, esta gira significó apenas otro paso en su laboriosa inserción ibérica, que comenzó hace ya un par de años. Para Maldita Vecindad, en cambio, Calaveras y diablitos fue la oportunidad de volver a sembrar luego de años de silencio fuera de México. De hecho, a la luz de su show en vivo, aún no se entiende como es que nadie se atrevió a traerlos a la Argentina. Por ejemplo, en la época de El Circo, su segundo disco -que podía conseguirse a 5 pesos en Buenos Aires, hace unos años-, cuya salida coincidió entonces con el mayor furor porteño hacia Mano Negra. Para los Fabulosos Cadillacs, por último, sirvió para borrar un poco el desplante del Festimad, en el que estaban anunciados en mayo de este año, y que no se concretó. “No fue culpa nuestra”, explica el Vaino, intentando borrar el calificativo de caprichosos que ronda al grupo. “A último momento la compañía retiró su apoyo, y nosotros, que veníamos de pasar un mes de gira en Estados Unidos, decidimos volver a casa”. Pese a las explicaciones del manager, los Cadillacs hicieron gala de cierto vedetismo al tener un micro para ellos solos, mientras que el resto debió conformarse con compartir el otro transporte colectivo. El resultado de saber decir “no”, parece.

3- Una de las grandes decepciones de la gira fue que, pese al slogan compartido y de cierta pretensión continental, poca resultó la interacción entre las bandas. A pesar de que este capítulo español es casi una reprise de la llamada RockInvasión que llevó a los Cadillacs, Maldita y Aterciopelados el año pasado por Estados Unidos, esta vez cada uno se limitó a completar profesionalmente su set. “Aquella vez tuvimos más tiempo libre, y casi nos hicimos amigos”, recuerda Toto Rotblat, percusionista de los Cadillacs. “Esta gira estuvo mucho peor organizada, y apenas si hicimos lo que teníamos que hacer. La única zapada compartida fue en el Hard Rock de Madrid antes de partir hacia Barcelona, y nunca alcanzó a crearse ningún clima”. No fue para tanto. La zapada tuvo sus momentos de intensidad, por ejemplo, cuando Ariel Minimal cruzó su guitarra con la armónica que blandía su colega de Aterciopelados, Alejo Gomezcaceres. O la versión rocker del “Todos Vuelven” de Blades, interpretada por el percusionista del grupo colombiano. Pero, es cierto, finalmente tuvo sabor a poco. Y, para colmo, el extraño regusto del Hard Rock, un lugar algo impropio para manifestaciones panamericanistas. “La verdad que no tuvo ninguna gracia ir a la conferencia de prensa en ese sitio. Creo que le quitó seriedad al evento”, apuntó Diego Manrique, una suerte de prócer del periodismo musical español.

4- No habrá, por cierto, un antes y un después en la relación rockera entre España y Latinoamérica luego de Calaveras y diablitos. Sin embargo, el final del verano español ha dejado un cierto regusto latino empalagando el paladar local. Molotov ha explotado de la nada, y aquí ya se habla del próximo lanzamiento del disco de Bersuit Bergarabat, un nuevo escándalo de exportación de Surco, subsidiario del sello Universal. Del resto del panteón del rock argentino, los Cadillacs son definitivamente locales pese a estar tan lejos, al tiempo que Andrés Calamaro es más de acá que de Buenos Aires -está preparando un sabroso álbum doble para abril del año próximo- y Fito Páez sigue siendo ese talento respetado y mencionado, pero que nunca termina de llegar masivamente. En realidad, el verdadero suceso argento por estos lares es la importación de Caiga Quien Caiga, calcado perfectamente por el canal 5 local. En el extraño horario de las tres de la tarde del domingo, es el más exitoso subproducto del rock nacional en cruzar exitoso el Atlántico. Su visión con ojos porteños provoca el raro sentimiento de añorar a Mario Pergolini, e incluso a Eduardo de la Puente. Y, de alguna manera, tal vez explique las distancias rockeras entre una y otra realidad.

MARTIN PEREZ
enviado especial a España