Por Claudio Zlotnik
El traspié de Brasil va dejando sus huellas en el mercado financiero. La devaluación del real provocó el inmediato repunte del denominado riesgo argentino. Esto significa que al Gobierno y a las empresas les cuesta más caro financiarse. Lejos de limitarse al mundo de las finanzas, el fenómeno no tardará en reflejarse en la economía real. Las expectativas no son las mejores.
En la city, el riesgo argentino se calcula como la diferencia entre el rendimiento de los bonos del Tesoro estadounidense con títulos locales de plazo similar. Cuanto más amplia es esa brecha -por el derrape de los títulos argentinos en medio de la crisis-, más altas serán las tasas de interés que pagarán el Gobierno, las empresas y los bancos para captar capitales en el exterior. Cuando el 13 de enero Brasil eliminó la banda que le imponía un tope a la cotización del dólar y el real se devaluó, el riesgo saltó de 700 a 1200 puntos básicos. En la práctica, la brusca suba supuso que las tasas de interés crecieran en cinco puntos porcentuales de un día para otro. Y una empresa líder que un día antes de la caída de la moneda brasileña pagaba una tasa anual del 10,8 por ciento para un crédito en pesos, a principios de este mes debió afrontar un costo del 15,5 por ciento para su renovación.
Aunque el aumento del riesgo de las últimas semanas es menor al que existió en pleno Efecto Tequila -cuando llegó a los 2600 puntos básicos (26 puntos porcentuales)-, no habría que descartar que el spread (diferencia) entre los bonos locales y los estadounidenses profundice la actual tendencia, especialmente cuando los datos fundamentales de la economía argentina (recaudación impositiva, por caso) comiencen a reflejar en toda su magnitud el impacto de las turbulencias en Brasil. Cuando Rusia cayó en cesación de pagos, en agosto del 98, el riesgo trepó a 1700 puntos básicos (equivalente a una tasa de interés 17 puntos porcentuales por encima del rendimiento de los bonos de los Estados Unidos).
Tomando en cuenta que en niveles normales, la prima de riesgo país fluctúa entre 200 y 300 puntos básicos, es fácil suponer que en la situación actual las empresas están impedidas de tomar o refinanciar deuda en el exterior. Y que, por lo tanto, les quedan dos caminos: cancelar sus obligaciones con capital propio o piden préstamos en el sistema financiero a una tasa superior a la que venían endeudándose. Una tercera vía para saldar los pasivos es rematar activos.
Queda claro que esas trabas entorpecen el funcionamiento de la economía real: bajo este contexto, las compañías suspenden inversiones, lo que tiene su correlato sobre el mercado laboral. Por su parte, los bancos reorientan sus créditos, en detrimento de las empresas más pequeñas: a las pymes les queda el ahogo financiero que provoca financiarse al 40 por ciento anual en descubierto de cuenta corriente.