Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


Finanzas

Banco de Datos

E-mail

Volver

El Baúl de Manuel

Por M. Fernández López

1949-1999

A fines de febrero de 1949 una revolución pacífica estaba por ocurrir en América latina, gracias a la intolerancia y visión miope de los hombres públicos argentinos. Raúl Prebisch había sido gerente general del Banco Central, desde su creación en mayo de 1935. Producida la revolución del 4 de junio de 1943, continuó en su cargo, para sorpresa de algunos que acaso esperaban que saldría poco menos que huyendo. Nunca elevó su renuncia y sin embargo los diarios anunciaron que aquélla “había sido aceptada”. Salió del Banco. Pudo haber mantenido su standard de vida y aun mejorarlo, poniendo al servicio de cualquier banco particular sus enormes conocimientos acumulados. Hubiera sido legal, pero no ético. Optó por achicarse a una tercera parte de sus posibilidades previas y retornó, desde fines de 1944, a la dura vida universitaria. Aceptó dar algunos asesoramientos a gobiernos, entre ellos a Paraguay, Venezuela y República Dominicana. En esta última, creó el Banco Central y la carrera de economía. A sus clases asistían muchos más alumnos que los cursantes regulares, muchos de ellos ya graduados y viejos admiradores de Prebisch. En 1945 se lanzó una ofensiva contra la universidad. Algunos profesores, como Luis Roque Gondra, ya con cáncer, se refugiaron en la embajada de Uruguay. A Prebisch le llegó el turno en 1948. Jóvenes ambiciosos de escalar en el nuevo gobierno, trabajaron por crear una imagen de Prebisch como colaborador de un gobierno oligárquico y antipopular. Ese año las Naciones Unidas crearon en Santiago de Chile la Cepal, a cargo de Gustavo Martínez Cabañas. Toda presión tiene un límite y tomó la gran decisión: fue a ver a su amigo, el salteño Piñón Filgueira, rector del Carlos Pellegrini, y le dijo: “Me llegó el telegrama, no voy a luchar más, me marcho”. En Santiago, un grupo de no más de diez jóvenes técnicos, entre ellos Celso Furtado, que no había cumplido treinta años, lo recibieron con expectativa. “A fines del mes de febrero llegó a Santiago -escribió Furtado-; era el único economista latinoamericano con renombre internacional”. Poco después produjo su primer trabajo, el llamado “Manifiesto”, que así comenzaba: “La realidad está destruyendo en América Latina aquel pretérito esquema de la división internacional del trabajo”. La Argentina había perdido su más brillante economista. La causa latinoamericana, había hallado su campeón.


1949-1999

El año 1949 fue muy particular. No por sancionarse una Constitución que permitía reelegirse al entonces presidente, sino por algo más grave, que en aquel momento pasó inadvertido. La actividad económica se contrajo, se detuvo la expansión de la industria, pero, a diferencia de anteriores caídas de la actividad económica, el nivel general de precios no descendió, sino que siguió aumentando con brío. Más de una década después, en un informe para la ONU, el profesor Julio H. G. Olivera escribió: “Los signos de un verdadero cambio en la tendencia sólo se advierten a partir de 1949, esto es, justamente el año que marca el punto de partida de la declinación en el desarrollo industrial. A pesar de que 1949 fue un año de contracción económica, el nivel de precios siguió aumentando con rapidez. Este fenómeno, que no se había dado nunca en los descensos cíclicos precedentes, reiteróse con persistencia en todas las fases de contracción ocurridas desde entonces. Durante los años cincuenta, el nivel de precios creció tanto en los períodos de expansión como en los de receso ... las tasas de inflación máximas se registraron en dos años de contracción: 1952 y 1959. El cambio de la tendencia se manifestó en otro punto importante. Durante la primera mitad de este siglo ... las alzas generales de precios ocurrieron en épocas de ‘dinero fácil’ y las bajas del nivel de precios en épocas de ‘dinero caro’. La propia inflación de 1946-48 fue un ejemplo de esto, pues se desenvolvió en el marco de una política monetaria expansiva. Pero en la década siguiente ... los precios continuaron creciendo, y aun tendieron a acelerarse, en años de aguda astringencia en el mercado monetario. El origen de tan amplia disparidad con el comportamiento de los precios en períodos anteriores radica en el proceso de asignación de los recursos productivos”. Como explicaría más tarde el profesor Olivera, la Argentina estaba en el peor de los mundos: era uno de los más desarrollados entre los países subdesarrollados. Su carácter de subdesarrollado se hacía patente en la gran inestabilidad de los precios relativos. Su desarrollo industrial impedía la flexibilidad descendiente de los precios. La combinación de ambos rasgos daba inflación. Para contrarrestarla había dos caminos: una vigorosa industrialización, o una fortísima redistribución regresiva y amplio desempleo. El resto usted lo conoce.