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DES economías

Por Julio Nudler

El juego es ideal para las horas de ocio de las que puede llegar a disponer el procesado Pedro Pou. Se llama Stability Game, y da la ocasión de jugar a ser banquero central, manipulando una palanca con la que se puede expandir o contraer una economía digital. El artefacto cuenta con una aguja que oscila moviéndose a lo largo de un arco que va de deflación a inflación, pasando por estabilidad, que es el logro que más puntos le anota al jugador.

La maquinita es uno de los muchos atractivos del Museo del Dinero (Geldmuseum), inaugurado anteayer en Frankfurt, delante mismo del Bundesbank, como homenaje a éste y a su moribunda criatura, el Deutschemark. Este templo del monetarismo está dominado por grandes consignas, como “Debe restringirse la oferta monetaria”, o, citando a Ludwig Erhard (de quien Alvaro Alsogaray se proclamaba epígono), que “La estabilidad monetaria destruye los fundamentos sociales y comunitarios de cualquier estado de libertad”.

Esta obsesión tan alemana remite a la noción de que el advenimiento de Adolf Hitler en 1933 fue posibilitado por la hiperinflación de 1923, cuando para adquirir un dólar llegaron a hacer falta 4,2 billones de marcos reales (Reichsmarken). El antecedente resulta ominoso para la Argentina. Si la híper provoca sus peores consecuencias con un decenio de desfasaje, estaríamos por sufrirlas este año o el que viene. ¿Se esconderá detrás de los candidatos presidenciales y sus equipos algún personaje feroz?

Entre el flamante museo, lo que quede del Bundesbank y su sucesor, el Banco Central Europeo, también situado en la ciudad del Meno, Frankfurt podría convertirse en meca de peregrinos devotos del ajuste. Entre éstos Rodolfo Rossi, que al asumir como presidente del BCRA con Carlos Menem reveló haberse preparado toda la vida para ese momento, pero sólo llegó a disfrutar del cargo 34 días (más, en todo caso, que Benedicto Bianchi -21- y Enrique Folcini -29-, y sólo uno menos que Erman González -35 días-).