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BUENA MONEDA
¿Dónde
está Moneta?
Por Alfredo
Zaiat
Hace 25 días que el banquero que hizo bien su trabajo, en palabras del
procesado presidente del Banco Central, Pedro Pou, está prófugo. Raúl
Juan Pedro Moneta no es el único, sí el más famoso de los ejecutivos del
fallido Banco Mendoza que están jugando a las escondidas. En total, son
ocho banqueros que esquivan el destino de pasar largas noches detrás de
frías rejas. Son muchos para que todavía ninguna fuerza de seguridad los
haya encontrado. ¿Dónde se ocultan Moneta & Cía? Ante la grosera inacción
de las estructuras gubernamentales encargadas de buscarlos, lo más probable
es que ni se hayan preocupado por hacerse de un aguantadero. Y así parece.
Durante las primeras dos semanas de clandestinidad Moneta habría estado
en su estancia de Luján. Su tío, Benito Jaime Lucini, también prófugo
de la Justicia, habría cruzado a Punta del Este, y ahora estaría descansando
en su casa de Miami. Y uno de los directores del Mendoza, Jorge Maldera,
camina por las calles de Buenos Aires sin tomar las más mínimas precauciones
de alguien a quien teóricamente lo están rastreando. Pobre Hugo Anzorreguy.
Se enfrentó a un complicado dilema de vida: ser fiel a la amistad o al
deber. Y lo resolvió a su manera. El titular de la SIDE se inclinó por
cuidar al amigo prófugo de la Justicia. Vecino y compañero de reuniones
sociales en el country Tortugas, Anzorreguy no ha movido ni un dedo para
iniciar la búsqueda de Moneta. El también socio de ese selecto club de
campo, el ministro del Interior, Carlos Corach, bajo cuyo mando se encuentra
la Policía Federal, tampoco se ha preocupado por encontrar al Fugitivo
más célebre de la city. Hasta aquí el caso Moneta no sería otra cosa que
la derivación policial de una quiebra bancaria con el ingrediente de su
estrecha relación con el menemismo. Resulta interesante analizar cuál
ha sido la reacción que produjo en el mundo económico la rebeldía del
banquero preferido del poder, apañado por el Gobierno y por el mismísimo
presidente del Banco Central. Nada. Esa fue la reacción. Pasada la perplejidad
inicial, la fuga del banquero-accionista principal de uno de los principales
grupos económicos del país no ha generado ningún sentimiento de preocupación
por parte de empresarios y economistas del elenco estable de la city.
Esa respuesta muestra la hipocresía del discurso dominante del establishment
local y de los consultores de inversores del exterior. Para ellos, que
el gobierno sea cómplice de un banquero prófugo no equivale a mostrar
un país poco serio para atraer inversiones. En cambio, cuestionar a un
presidente del Banco Central, e incluso evaluar su despido, por sus arbitrariedades
y los desmanejos que permitió hacer en las entidades que finalmente sucumbieron,
resulta peligroso porque alejaría a potenciales inversores extranjeros.
La Alianza y el duhaldismo quedaron presos de esa suerte de extorsión
de la city cuando empezaron a evaluar, en caso de ser gobierno a partir
del 10 de diciembre, el reemplazo de Pedro Pou. Que pueden sufrir un golpe
de mercado; que sería una mala señal para los inversores; que no tienen
una persona idónea para ese cargo y que, en definitiva, no sería conveniente
sacar del medio a Pou, a quien el FMI le atribuye el insólito papel de
garante de la transición. Todos esos mensajes recibieron los principales
economistas de las dos fuerzas políticas que aspiran a habitar la Casa
Rosada. Pero, si cuando fue despedido Domingo Cavallo del Ministerio de
Economía no pasó nada ni los inversores extranjeros huyeron despavoridos,
¿a quién se le puede ocurrir que vendrá un cataclismo si Pou se va a su
casa a preparar su defensa judicial?
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