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El Baúl de Manuel

Por M. Fernández López

Las cosas del vivir

Salud, dinero y amor: las tres cosas que, según el saber popular, dan a la vida humana su condición de tal. Cuando yo era adolescente –hace unas décadas– todos parecían tenerlas. Digo todos pues yo estaba en el estrato social inferior, y de ahí para arriba cualquiera podía vivir mejor. Salud: tenía salud precaria, y me atendían en el Hospital de Niños o médicos (que había que pagar) del barrio. Dinero: mis padres nunca carecieron de empleo –fuente primaria del dinero familiar–, yo no pasé privación y cursé los tres niveles de enseñanza. Amor: habían los mensajes de “amaos los unos a los otros”, dar el asiento del colectivo a ancianos y mujeres gruesas, “no dañe los árboles”, etc. En la secundaria me enseñaban que Hobbes era un inglés amargo que la había pifiado en su diagnóstico del individuo y de la sociedad. Hoy todo aquello parece prehistoria. ¿Dónde y cómo atiende su salud un desocupado o un trabajador en negro? ¿Qué dinero tiene un desocupado, un empleado de clase media, un jubilado, un docente? ¿Qué amor esperan del prójimo quienes, para asegurar su vivienda, se ven obligados a enrejar cada abertura? Y hablamos de más de la mitad de toda la población argentina. Hoy el mercado consumidor, antes atendido por un enjambre de empresas locales, está bajo el control de grandes multinacionales, que ni producen en el país lo que venden a precios que hacen del vivir en la Argentina un lujo para pocos; el Estado ha resignado sus funciones de ayuda al débil, al desposeído o al indigente, entregando a empresas particulares con fines de lucro la prestación de salud, jubilaciones, educación y seguridad. Un mercado cautivo de monopolios foráneos, un Estado desertor de sus funciones y un presidente afanoso por verse glorificado. Nos cabe este retrato: “En la naturaleza del hombre vemos tres causas principales de conflicto. Primero la competencia; segundo la desconfianza; tercero la gloria. La primera hace que los hombres violenten por lucro; la segunda, por seguridad; y la tercera, por reputación. El primero usa la violencia, para hacerse dueños de las personas, esposas, hijos y ganado de otros; el segundo, para defenderse; el tercero, por pequeñeces, como un adjetivo, una sonrisita, una opinión diferente, y cualquier otro signo de menosprecio, sea directamente a las personas o por críticas a sus parientes, amigos, nación, profesión o nombre”. Firmado: Hobbes, 1651.


Descubrir la pólvora

En ciertos pueblos primitivos se desconoce que la sucesión de estaciones es un hecho natural que se repite siempre, más allá de lo que el hombre haga, y atribuyen la llegada de la primavera al poder milagroso del brujo, que en cierto momento se viste de hojas y flores. Hoy y acá la opinión pública se escandaliza porque algunos fabricantes de medicamentos han puesto en vigor sistemas de incentivos para que los médicos receten sus productos. Se habla de falta de ética, de violación del juramento hipocrático y de defraudación de la confianza depositada por el paciente en su médico. Cabe pedir se indique un solo caso en que la empresaparticular tenga otro comportamiento. En Economía, al menos, jamás se estudia la empresa si no es bajo el supuesto de maximización de la ganancia. No existe una economía de la empresa en la que ésta tenga por fin curar enfermedades o poner medicamentos al alcance de todos. El laboratorio no opera para generar salud, sino para obtener ganancias, por los medios que sea. Al limitar el rol del Estado, incluso el de contralor, y transferir a la actividad privada buena parte del servicio de salud, ¿qué se esperaba?, ¿que los medicamentos llegasen a más gente, o a menor precio? ¿Que no intentasen lubricar los engranajes que provocan más ventas? ¿Que no defendiesen celosamente el poder monopólico que les confieren las patentes, y no bloqueasen cualquier intento de un competidor por producir el mismo medicamento genérico a menor precio? Es conocido el caso de un laboratorio alemán, con fábrica en Canadá y Estados Unidos, que a laboratorios que planeaban producir medicamentos análogos o sucedáneos, pero a menor precio, ofreció coimas para suspender o diferir el lanzamiento de los medicamentos alternativos. Tuvo éxito, y mientras las coimas oscilaron entre 10 y 40 millones de dólares, en un solo año las ganancias del laboratorio alemán crecieron en 500 millones de dólares. Ninguna inversión financiera ni proceso productivo dan una ganancia de mil a 5000 por ciento anual, sostenida por precios altísimos, coimas, patentes y exterminio de competidores. En medicamentos de uso cardiológico, de adquisición ineludible, aun en esos países de alto nivel de vida, el jubilado debe optar entre medicamento o comida, y suele reducir la medicación para comer, con lo que termina mal medicado y mal alimentado. Si eso pasa allá, ¿qué cabe esperar acá?