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Buena
Moneda
Preguntas
de la redacción
Por Alfredo Zaiat
¿Por qué no se dejan de joder con el
dólar? ¿Puede haber devaluación?
¿Ustedes piensan que después de las elecciones se
rompe la convertibilidad? Estos y otros interrogantes, angustiados
y ansiosos, eran escuchados en la redacción de Página/12
en los días que el industrial más poderoso del país
Roberto Rocca, titular de Techint, le había dicho a este diario
que el 1 a 1 no es para siempre. Quienes trabajan en Página/12,
como en la mayoría de otros medios gráficos, son personas
empleadas en relación de dependencia, conviven con compañeros
flexibilizados y con el fantasma de la desocupación. A casi todos
los une que tienen una deuda en dólares o un plan para solicitar
un crédito para cumplir con el deseo de comprar una casa o un auto.
Así, la convertibilidad tiene aliados que muchos desearían.
Después de que Rocca dijo lo que dijo se desató inmediatamente
una presión para borrar de la agenda económica el debate
sobre el congelamiento del dólar. Hablar del régimen cambiario
se convirtió en tabú en Argentina, pese a que el resto de
los países latinoamericanos, así como también la
mayoría de los asiáticos y de Europa oriental, han liberado
su sistema cambiario. Política que por lo menos merece ser tratada
y discutida en los medios aunque el grueso de los economistas prefiera
ignorarlo o directamente sentenciar sin hacer un mínimo análisis
crítico que en Argentina es imposible devaluar.
Y puede ser que sea cierto, pero vale la pena debatir esa idea para saber
lo que se viene, que seguramente no será únicamente el publicitado
shock de confianza fiscal.
En economías normales la banda cambiaria asociada a
un crawling peg (pequeños ajustes de la paridad) para defender
la moneda está siendo reemplazada directamente por un régimen
de libre flotación. Las bandas fueron destrozadas por los mercados
que las convirtieron en blancos de ataques especulativos. Desde la República
Checa hasta Indonesia pasando por Rusia y Brasil, una serie de regímenes
de bandas han colapsado durante los últimos dos años y medio.
Chile fue el país que recientemente se ha incorporado al club del
dólar libre.
Descartada la banda, quedan dos alternativas: libre flotación o
caja de conversión. Y aquí se termina la discusión
en la Argentina, siendo la opción elegida la convertibilidad. Incluso
se plantea todavía algo más drástico: la salida del
1 a 1 por el 1 a 0, que es lisa y llana la dolarización. Pero si
hubo economistas tan brillantes que idearon el desagio en el Plan Austral
para romper con un comportamiento histórico de indexación,
¿hay que resignarse a no encontrar mecanismos más creativos
que el de liquidar al peso?
Ante ese reclamo un importante economista de la city realizó un
ejercicio para evaluar los costos de una devaluación que, superado
el descontrol inicial, culmine en el 20 por ciento en términos
reales. Para compensar ese ajuste calculó se necesitarían
unos 40 mil millones de dólares para evitar la quiebra del sistema
financiero local y del sector público. Tomó en cuenta que
la deuda privada alcanza a los 90 mil millones de dólares y la
pública, a 110 mil millones. También, que el 70 por ciento
de los créditos está nominado en dólares al igual
que el 74 por ciento de los plazos fijos. Su conclusión, obvia,
es que el fin de la convertibilidad será el inicio de la dolarización.
Entonces, para que el 1 a 1 sobreviva rodeado de países con tipo
de cambio flexible la recomendación es bajar costos.
No es irrelevante, entonces, aclarar que si una devaluación tiene
esas costosísimas consecuencias, no hacerla también las
tiene para aquellos que le temen. Esa rebaja de costos que los economistas
hablan para recuperar competitividad sin tocar la paridad implicará
necesariamente un recorte de los aportes patronales, una caída
de la tarifas públicas por ejemplo,varias empresas han empezado
a pactar precios más bajos con las telefónicas y no
hay que descartar una arremetida para recortar salarios nominales. Nada
es gratis con la convertibilidad.
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