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El Baúl de Manuel

Por M. Fernández López

Gesell lo hizo

¡Cayeron los precios! ¿Brindamos o lloramos? El Gobierno lo festeja como un éxito de su política. Pero se vende menos, no se cubre el alquiler del local, y algunas calles son cementerios de comercios, con sus epitafios “se alquila”, “se vende”. Sólo un comerciante puede escribir cómo le afecta la caída de precios, y Silvio Gesell, comerciante, lo hizo: “¡Los precios bajan y, sin embargo, no vemos la prosperidad que podemos esperar de un acontecimiento tan halagüeño!; ¿Pero dónde jamás se ha visto la prosperidad nacer de la baja general de los precios? La menor baja de precios alarma al mercado, porque en ella se reconoce el precursor y heraldo de un enemigo terrible: “La crisis”. ¿Es posible imaginar una crisis económica sin baja de precios y una baja de precios sin crisis? ¿De dónde vendrían las quiebras y moratorias, si la baja general de precios no llevara el desequilibrio entre el Haber y el Debe de los comerciantes, industriales, agricultores, etc.? ¿De dónde vendría la paralización del comercio, la falta de trabajo, si la baja general de precios no hiciese imposible la circulación de los capitales monetarios? Todas las perturbaciones económicas han sido siempre acompañadas de baja general de precios. La baja general de precios y las crisis económicas son ligadas. Todos los fenómenos de una crisis resultan consecuencias necesarias de la baja general de precios: las deudas aumentan en la exacta proporción al encarecimiento de la moneda. Nominalmente nada cambia, pero materialmente el peso de la deuda crece. Los sacrificios para librarse de los compromisos con moneda aumentan. Estas relaciones no son escondidas. El deudor las ve y las siente. El acreedor ve aumentar diariamente el valor de sus haberes; la valorización de sus capitales se efectúa a expensas de sus deudores. Y también el deudor sabe a dónde va a parar la diferencia en el precio del peso que él se hizo prestar y del peso que ahora le cobran; él empobrece mientras que su acreedor enriquece. El deudor se da cuenta de que las leyes que valorizan el dinero lo están estafando. La baja general de precios es lo peor que puede suceder en la economía de todo país. ¡Y aquí el ideal que todos persiguen es la baja general de precios! ¿Cómo calificar una política monetaria que favorece artificialmente lo que la historia condena. Buscamos lo que en todas partes es heraldo y compañero de las crisis económicas”.


Piero Sraffa

Nuestra cultura se orienta visiblemente a exaltar la farándula a expensas de las artes y las ciencias. No extraña pues que se haya pasado por alto el centenario del nacimiento de uno de los más notables pensadores económicos del siglo, Piero Sraffa, lo que en otros ámbitos ha sido objeto de simposios y ediciones conmemorativas de las revistas profesionales. Sraffa nació en Turín, el 5 de agosto de 1898. Estudió en la Universidad de Turín de 1916 a 1920. Su tesis sobre “Inflación monetaria en Italia durante y después de la guerra” fue supervisada por Luigi Einaudi, quien la calificó como sobresaliente. Luego estudió en la Escuela de Economía de la Universidad de Londres, donde escuchó las clases de Cannan, Foxwell y Gregory. Conoció entonces a Keynes, quien dirigía un suplemento financiero del Manchester Guardian, y le pidió a Sraffa un artículo sobre la banca italiana, que fue recibido furiosamente por el gobierno de Mussolini, recién instalado y con su mayor vigor. Este episodio derivó en el traslado de Sraffa a Cambridge, con algunos percances. Las publicaciones de Sraffa son poco numerosas, aunque sustentadas en un conocimiento masivo de diversas fuentes bibliográficas. Su artículo “Las leyes de los rendimientos bajo condiciones competitivas” (1926) fue seleccionado por un comité de la Asociación Americana de Economía como uno de los trabajos fundamentales de la teoría de los precios. Fue el antecedente más visible de la teoría de la competenciaimperfecta, expuesta por Robinson y Chamberlin en 1933. Su segunda obra famosa, Producción de mercancías por medio de mercancías (1960), dejó una profunda huella en las investigaciones posteriores. Otros trabajos, no tan espectaculares, contribuyeron al desarrollo de la ciencia económica: su traducción italiana del libro de Keynes, Monetary Reform (1924); su participación en los debates del “circo de Cambridge”, que en 1931 discutió el Treatise on Money de Keynes; su coedición (junto a Keynes) de un estudio de Hume; y su nueva y recopilación, con ayuda de Maurice Dobb, de las Obras y correspondencia de David Ricardo, publicada desde 1951. Electo en 1939 fellow del Trinity College, en Cambridge, poco después fue confinado en un campo de concentración, del que salió por gestiones de Keynes. Sus debates filosóficos con Ludwig Wittgenstein son memorables. Falleció el 3 de septiembre de 1983.