Socio
de Daniel Melero en su faceta crooner, productor del nuevo disco de El
Otro Yo, y también autor de un agradable par de álbumes
bajo el seudónimo de Fantasías Animadas, Vainer es un personaje
clave (y lúcido) del circuito moderno porteño. Aquí,
su relato de estas variadas experiencias animadas.
MARCELO MONTOLIVO
Diego Vainer es y parece. Su apertura mental
lo lleva de un extremo al otro. Adhiere a la música como elemento
puro, casi abstracto, y entonces es capaz de facturar estructuras minimalistas
con arreglos y producción para un trío de rock crudo. Casi
un reflejo de su carrera: comenzó en los 80 integrando bandas como
Todos al Obelisco (¿se acuerdan? Eran parte de aquella camada de
reggae pos Sumo, con álbum homónimo editado en 1988) y La
Montaña (unos mendocinos que intentaban emular al Roxy Music de
Avalon, con disco autoeditado en 1991). A partir de 1993, Vainer comenzó
a frecuentar ciertos círculos de música electrónica,
ya decidido a llevar el Fantasías Animadas con nombre (porque
vivo de fantasías que me cuestan llevar a cabo, y lo de Animadas
se refiere a mi deseo de darle vida a eso. Además, los dibujos
animados que se llaman así son mis preferidos). En el 96
editó, con un sello propio, el debut titulado 93-94-95 que compila
los trabajos realizados en ese período. Luego inició su
colaboración con el por entonces trío El Otro Yo, primero
en Mundo (donde también remixó la canción 69),
después en el aparatoso triple Esencia y más recientemente
en el elogiado Abrecaminos. En el medio, acompañó a Melero
para una serie de shows y un cd (bautizado 2 y editado, hasta ahora, sólo
en Chile y España). Ahora llegó el tiempo de su propio proyecto:
Pendiente, el segundo disco de Fantasías Animadas. Y también
la próxima producción -antes de mediados de año
del segundo álbum solista del ex Avant Press Leo García
(el primero ya salió por Indice Virgen). Lo que se dice, un muchacho
activo.
¿Como hacés para estar
en tantas cosas a la vez?
Básicamente porque se fue dando. Me conecté con El
Otro Yo por medio de un alumno, que es sonidista de ellos, y todo desembocó
en esa serie de trabajos que hicimos juntos. Con Daniel (Melero) también
fue casual, ya que yo le llevé mi primer disco y establecimos un
vínculo, aunque no demasiado estrecho... Incluso me hizo críticas
bastante duras, hasta que me pidió que le remixara un tema para
uno de sus discos chilenos (el titulado 1). Entonces nos juntamos y yo
le ejemplifiqué un arreglo de No importa más
en el piano. Ahí nos enganchamos y proyectamos hacer algo juntos.
El trabajo con él estuvo bueno, pues pude mostrar una parte mía
que el público desconocía, que es la de pianista. A partir
de ahí me amigué con esa faceta y disfruto el doble. Ahora
tengo entre mis planes el lanzar un disco solo de piano. Básicamente,
creo que me involucré en tantas colaboraciones porque tenía
que aprender cosas.
¿Pensás hacer algo
más con Melero?
En cualquier momento. Está la idea de hacer un disco a dúo,
componiendo los dos, como ocurrió en los dos últimos temas
de 2, pero ahora quiero tener tiempo para Fantasías Animadas, porque
cuando me meto en un proyecto lo hago de lleno, y eso me ocupa todo mi
tiempo. De todas formas, está por salir un Ep que hice con Daniel,
que se va a llamar Dejaré que el tiempo me alcance, con cinco remixes
y versiones diferentes del mismo tema.
¿Te parece tan expresivo
tu trabajo con máquinas como cuando lo hacés sólo
con el piano?
Completamente, pero son diferentes niveles de vibración,
otros códigos, pero me pasan las mismas cosas.
¿Y cómo fue producir
a El Otro Yo?
Maravilloso, es una experiencia de la cual me siento afortunado,
pues teníamos medios bastante rústicos para trabajar, pero
había algo muy romántico en la grabación. Yo era
el malo porque los despertaba a las 9 de la mañana (me levantaba
a las 7 para ir hasta Temperley), pero fue muy buena la actitud de ellos
de abrirse a que alguien les diga cosas, ya que tienen mucha experiencia
en grabarse a sí mismos.
¿Cuál fue tu aporte
fundamental?
Intentar trasladar la energía que tienen en vivo al disco,
cosa que no estaba del todo lograda antes. Esta vez tenían muy
buenas composiciones, así que quería que llegasen con claridad
y concreción. Entonces modifiqué algunas estructuras de
temas, cambié algunos arreglos, exageré algunas partes.
Tenía ganas de hacer un disco clásico, conservar ese espíritu
que tienen de power trío. Contrariamente, ellos querían
poner muchas más máquinas, pero me puse duro. Quería
que se escuchase Temperley en la grabación, que no perdiera esa
credibilidad. No quería caer en la trampa de músico-tecno-que-llena-de-máquinas-a-grupo-de-rock.
Finalmente todos quedamos muy conformes.
¿Por qué te decidiste
por la electrónica?
A mediados de 1992 descubrí Adventures beyond the ultraworld,
de The Orb, y me mató. Encontré algo que tenía el
vuelo compositivo de cualquier músico clásico, más
allá de los trucos de sonido. Hasta el día de hoy me sigue
obsesionando eso y creo que es el centro de mi nuevo disco. Ellos son
especialistas en el manejo de estructuras. De todas formas, el modelo
para el músico electrónico no puede dejar de ser Kraftwerk.
Salieron del conservatorio y componen esas melodías pueriles como
podrían hacerlo Satie o Mozart. Hacen que la electrónica
cobre un sentido especial. De todas formas, y aunque lo descubrí
tarde, soy un absoluto fanático del punk rock.
El misterioso
hombre-plástico
Codito
de oro
Lo mejor es no saber nada y arriesgarse.
Si uno no conoce el funcionamiento de un instrumento, es mejor enfrentarlo
y hacer algo con él. Seguramente el resultado va a ser algo diferente
a lo habitual. Los estudios sistemáticos están matando a
la música, cada uno debería tener su propia técnica.
El autor de estas tajantes definiciones no es un enojado y crestudo punk
sino un pulcro señor calvo nacido en Inglaterra (pero canadiense
adoptivo desde los 16 años), conocido en el nuevo mundo electrónico
como Plastikman. Conceptualista, obsesivo, meticuloso y sobresaliente
por su tecno desértico y minimalista, trabaja con la frase Menos
es más tallada en su conciencia. Cuantas menos cosas
haya en un tema musical más especial será, enfatiza,
es bueno dejar al oyente la oportunidad de meterse dentro de la
música, que pueda sentir el espacio, el vacío. Así,
este fan del Techno made in Detroit ha firmado una serie de trabajos que
se revelan esenciales para la electrónica actual, como la trilogía
formada por los álbumes Sheet One (93), Musik (94)
y el reciente Artifakts (editado en la Argentina). En el primero
la intención fue poner al día el acid house, el segundo
fue un paso adelante, mirando al futuro y aportando variedad rítmica.
El tercero fue algo más complicado, ya que en realidad se trata
de otro álbum que nunca pude terminar, que se iba a llamar Klinik.
Fui expulsado de EE.UU. por actuar ilegalmente, así que me encontré
privado de trabajar en mi estudio, y por lo tanto cuando pude retomar
la tarea agregué algunas cosas, modifiqué otras y, fundamentalmente,
remastericé todo el material. Pero, como ya no era lo mismo, le
cambié el título: es que todo tiene un sentido en mi obra.
No me gusta la idea de bautizar algo con palabras que carezcan de significado.
Bueno... No siempre instigador de la danza, frecuentemente gélido,
el trabajo de Plastikman provoca situaciones, habitaciones de sonido para
recorrer y observar el mundo plácidamente desde algún hueco,
o para recordar el concepto de infinito con alguna obsesiva repetición.
También culpable de un par de álbumes como solista bajo
su auténtico nombre (las dos partes de Consumed) y otro con el
seudónimo de Fuse (se trata, evidentemente, de otro practicante
de la costumbre de los varios seudónimos), sentencia que siempre
me he sentido ligado al tecno de Detroit, pero tengo un compromiso futurista,
porque también simpatizo con la vanguardia europea. Odio toda esa
filosofía consumista norteamericana que ama lo espectacular. Creo
que mi lado sutil se lo debo a mis años en Inglaterra. ¿Tendrá
parientes en la Argentina?
M.M.
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