La
mujer con más huevos para plantarse en un escenario rockero
de los últimos veinticinco años decidió enfrentar
el dolor de la muerte (de su esposo, de su hermano, de su mejor amigo)
como podía esperarse en ella. Ya parió dos discos notables
y prepara uno nuevo para antes de fin de año, a la par de la edición
de una antología
de su obra musical-poética. De todo eso, y de su historia bíblica
favorita, habla en esta entrevista exclusiva.
Patti Smith tiene un ojo desviado. No es algo que se note
en fotografías, ni cuando está en el escenario. Pero de
cerca es evidente y, al principio, desconcertante. Imposible precisar
si ella lo está mirando a uno, o está mirando detrás
de uno, o a través de uno. Para una mujer que ha sido descripta
como una sacerdotisa, una shamán y una visionaria, es extrañamente
adecuado.
Smith está en Londres de paso, antes de volver a Nueva York, su
hogar desde que decidió volver a encauzar su vida musical con el
disco Gone again. Está cansada, estresada y sobreexigida. Hoy tiene
que grabar todas las voces para su nuevo álbum (todavía
sin título) y obviamente está preocupada por haber aceptado
una entrevista para promocionar su nuevo libro, Patti Smith Complete:
Letras, Notas y Reflexiones, una elegante y bellamente ilustrada recopilación
de todas las letras de sus canciones desde Horses, junto a fotos (inéditas,
de Robert Mapplethorpe y Annie Leibowitz), dibujos y fragmentos de su
diario. Es una especie de retrospectiva de la madrina del punk, es
como un regalo, dirá después. Quería
hacer un libro que me gustaría tener. Quería que fuera lindo,
en el sentido estético, que a la gente le gustara tenerlo, porque
realmente yo amo los libros. Sé que la gente tiene que comprarlo,
pero al mismo tiempo quería que fuera especial.
Siempre le ha dado a la gente cosas especiales. Cuando era la Patti Smith
de los 70, diosa del rock, poeta rebelde y predicadora punk pagana,
hablaba en lenguas blasfemas ante el altar del rocknroll y
fue reverenciada como un modelo a seguir para las chicas malas con aspiraciones
literarias. Era una artista desenfrenada, una rockera con cerebro, e hizo
los álbumes más memorables de su generación. Más
recientemente, viuda y madre de dos hijos en los 90, volvió
para grabar y tocar después de 18 años de retiro. Lo hizo
a los 50 años, sin pasar vergüenza, y con una pasión,
integridad y alma musical intactas.
Cuando
llego a los estudios Church de Dave Stewart, ella está en el medio
de la regrabación de una de las nuevas canciones. Emerge, distraída
y pidiendo disculpas, y me explica lo importante que es haber vuelto a
grabar el tema. Tenía que corregir una palabra, dice,
levantando uno de sus esqueléticos dedos para dar énfasis:
me equivoqué en una palabra.
Miro desde el control, sentado en un sillón de cuero junto al bajista
Tony Shanahan. Está leyendo una revista y riéndose de una
foto de su amigo Michael Stipe. Todo es muy normal y relajado, y sorpresivamente
prolijo: no hay humo de cigarrillo, ni porro. Sólo café.
Justo después del escritorio de mezcla está la cabina de
grabación, donde Smith está ubicada, con los auriculares
pegados a los oídos, parada y con los hombros encogidos, concentrada,
mientras canta el verso en el micrófono.
La palabra es invasión (muy OTAN, se ríe),
y la trabaja una y otra vez, sobre una base de guitarra de su hijo
Jackson, que de este modo hace su debut en un disco con este tema.
Toca igual que su padre, dice Smith, con orgullo materno.
El tema Persuasion es la única canción del álbum
coescrita con su marido Fred Sonic Smith antes de su muerte
en 1994, a raíz de una enfermedad cardíaca. Quería
tener algo de él en este disco dice, es importante
para mí seguir adelante con su trabajo, y seguir recordándolo.
A primera vista, parece casi imposible que esa voz desgarrada pueda salir
de la figura pequeña y casi débil de Patti Smith. A los
53 sigue muy delgada, inquieta, rara y llena de gracia. Su saco cuelga
de sus hombros sin parecer hacer contacto con su espalda. Su cabello aún
es largo y sigue despeinado, y lo lleva suelto, con mechones canosos.
Lleva dos enormes cruces, una dorada y otra de cerámica, colgando
del cuello. Sus ojos, que siempre me imaginé marrones, en realidad
son azul grisáceo. Tiene una gran nariz. Su pechera está
llena de prendedores, y ella me los describe. Veamos dice,
ésta es una pequeña colección de cosas. Su
voz es baja, casi gutural, y habla lentamente. Este me lo diomi
asistente Andi Ostrowe. Era una activista en contra de la guerra de Vietnam,
y yo estaba escribiendo esta larga canción sobre Ho Chi Minh para
un disco, y ella me dio esto de regalo para inspirarme. Y éste
es un pin que me dio la policía de Atlanta, porque yo trabajé
una vez manteniendo a la gente tranquila en un recital para el Tíbet,
y me dieron esto para que me distinguieran ... y esto me lo dio Oliver
(Ray, integrante de la banda, poeta y compositor). Fuimos a la casa de
Keats ayer, para prepararme para esta canción que tengo escrita,
`China Bird, la casa donde Keats escribió `Oda a un Ruiseñor.
La canción es una pequeña canción de amor, muy delicada
... Es la última que voy a grabar.
A pesar de estar cansada, Patti Smith se ilumina cuando habla del disco.
No quiero parecer como que estoy promocionándome dice,
pero de verdad creo que es mi mejor disco. Tiene todo lo que aprendí
en mis últimos siete álbumes, y mucho de mis estudios. No
siempre es así. A veces trabajás sólo para mantener
el ritmo. Este disco es mucho más un esfuerzo colectivo que
sus otros dos trabajos recientes, Gone Again y Peace and Noise. También
es (con Jackson tocando la guitarra en una canción de su padre)
una suerte de colaboración familiar. Es significativo por otros
motivos, también. Su octavo álbum con la discográfica
Arista representa 25 años de carrera. Quizá no sea una carrera
muy productiva, pero pasó muchos años dedicándose
a su matrimonio y a la maternidad junto a Fred, en los suburbios de Detroit.
Jackson tiene ahora 17 años; Jesse, su hija, 12. Desde el retorno
de Smith en 1996, mucho se ha escrito acerca de esa primera mitad de los
noventa en la que perdió no sólo a Fred sino a su mejor
amigo Robert Mapplethorpe, a su hermano Todd y a un cruel número
de amigos y colegas.
Ahora, a pesar de todo, entusiasmada con lo que llama mi último
álbum del siglo, dice que se siente tranquila y preparada
para la tarea. Parece haber encontrado la paz después del dolor.
La pérdida es única dice, puede haber
nuevas vidas y nuevas felicidades, pero esa área en particular
es única.
Parece como si estuviera tomándose una pausa, que alcanzó
un punto y que está detenida allí, para ver cuán
lejos llegó (musicalmente, espiritualmente, artísticamente
y emocionalmente) y cómo prepararse para lo que tiene por delante.
El milenio, dice, quizá sólo sea un pasaje inventado por
el hombre, pero también es una oportunidad para replanteos y nuevos
comienzos. Si globalmente, como seres humanos, nos decidiéramos
a mejorar las cosas, sería algo tan poderoso. Si tomáramos
esta fecha simbólica como el momento de empezar a hacer cosas diferentes
y darle un significado, sería muy hermoso. Es un tema que
retoma en la conversación, así esté hablando de Kosovo
o de Vietnam o del manejo de la crisis ecológica. Tener hijos la
ha forzado a ser optimista con respecto al futuro, dice. Se enoja, pero
nunca es cínica. No soy política dice,
soy una artista, y soy madre. tengo mucha responsabilidad. Pero hace falta
mucha gente para crear un movimiento. No es una tarea pequeña.
Todos son importantes, todos.
Para ilustrar lo que dice, cuenta una de sus historias bíblicas
favoritas: la historia de Jonás y la ballena. Siempre pienso
que esa humilde historia, una historia pequeña en la Biblia, tiene
la llave en nuestra salvación. No tiene nada que ver con una denominación
en particular, no tiene que ver con la religión. Creo que ahí
está la clave. Siempre lo creeré. Siempre creeré
en el poder de la voz de la gente, hasta que me muera, hasta que me quede
sin voz.
El libro de letras también parece un momento de descanso. Un lugar
tranquilo para considerar el viaje llevado a cabo. Le pidieron hacer un
libro así antes, pero ella nunca creyó que valiera la pena.
Ahora finalmente la han persuadido de que existe una genuina demanda.
Transcribió las letras ella misma (muchas de ellas están
pirateadas o publicadas en Internet y están todas mal) y
después pasó un añotrabajando en el diseño,
buscando entre anotadores viejos y fotografías para ilustrar su
historia. Hay fotos de algunos de sus héroes, y de ella misma.
Maria Callas y Lotte Leyna, entre otros. Rimbaud, por supuesto. John Coltrane
y, menos obviamente, Johnny Carson, ambos maestros de la improvisación.
Quería, dice, contarle a la gente un poco de ella y
de su familia. No creo que sea importante que la gente lo sepa todo.
No estoy preparada para escribir mi biografía. Sé que otra
gente puede, pero yo no.
Con el dinero de su libro se compró Hoedown Hall, un salón
de baile demolido de South Jersey que aparece en las primeras páginas,
fotografiado. Ella y su hermano bailaban ahí cuando eran chicos,
siempre fue su lugar favorito. Planea, eventualmente, convertirlo en un
parque memorial en honor de Todd, un lugar donde la gente pueda
dar una vuelta, meditar y pensar, plantar un árbol. Un lugar de
recuerdo en el lugar del que tengo tantos buenos recuerdos, sonríe.
Otro de mis sueños.
Es difícil, escuchando a esta reflexiva mujer, imaginarla como
a la chica rara de la escuela. Su madre era una Testigo de Jehová,
y le enseñaba a rezar; su padre que no era creyente, trabajaba
en una fábrica, era bailarín de tap y cantante. Es más
fácil pensar en Patti Smith, como ella solía pensar acerca
de Jeanne Moreau, una de sus heroínas. Es tan contenida.
Podría empezar un incendio forestal, escribió en la
revista High Times acerca de Moreau, en 1977. Es como si su intelecto
estuviera en movimiento.
Y entonces recuerdo el origen de su ojo desviado. Cuando tenía
7 años, o eso cuenta la historia, Patti tuvo escarlatina. Sufrió
alucinaciones y veía doble, y tuvo que usar un parche en el ojo
por un tiempo. Recopiló sus alucinaciones febriles en un diario.
Y aprendió a hacer pis parada, porque cuando iba al baño
tarde a la noche, siempre veía dos inodoros en vez de uno, e invariablemente
se sentaba en el equivocado: parada, al tenerlos más lejos, distinguía
cuál era el real y cuál el doble. Más tarde, sus
alucinaciones se convirtieron en poesía; su destrucción
de tabúes un acto sobre el escenario y una forma de vivir. Arthur
Rimbaud, el poeta romántico francés su musa vagabunda
no vivió para ver un cambio de siglo. Pero Patti Smith sí.
Tuve y tengo una gran vida, dice. Sufrí pérdidas
tremendas, pero aun así puedo decir que tengo una vida bastante
buena. Tiene esperanzas en el futuro. Que venga, que venga
el tiempo de nuestros sueños, escribió Arthur Rimbaud
en La Canción de la Torre Más Alta. Son las palabras que
eligió Patti Smith para la última página de su libro.
MEL STEELThe Guardian,
derechos exclusivos de Página/12
Traducción: Mariana Enriquez
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