Los
que se la pasan mirando para arriba,
con un telescopio o una guitarra a mano, da igual...
A
treinta años de la llegada del hombre a la Luna, la fascinación
por el espacio exterior sigue viva: el slogan de los X Files, la
verdad está afuera, ayuda a definir esta década y,
por si hacía falta, la manía Star wars comenzó otra
vez en este futurista 1999. En esta producción, el No pone sus
ojos sobre dos escuelas de astronomía para fans de las galaxias
y revive, paso a paso, los coqueteos del rock con la idea del espacio
exterior como ese otro lado, desde Pink Floyd hasta Spiritualized, pasando
por David Bowie y Luis Alberto Spinetta.
BRUNO
MASSARE
Mirar
hacia las estrellas te da una idea mucho más clara de lo pequeño
que sos para el universo. Los que venimos a este lugar tenemos una característica
en común: a todos se nos da por estar mirando para arriba a cada
rato, dice Juan Sanmartín. El lugar es la Asociación
Argentina Amigos de la Astronomía (cuádruple A, no confundir),
adonde Juan se llega varias veces por semana después del trabajo
para aprender algunos principios de astronomía y cómo manejar
un telescopio. Robándole una porción al círculo que
conforma el Parque Centenario, el blanco edificio de los Amigos de la
Astronomía está abierto al público desde 1943. Tenemos
alrededor de 700 socios que vienen a los cursos (los hay de iniciación,
de manejo de telescopios, de astrofísica, de óptica, de
radioastronomía y muchos más) o a usar los telescopios.
Algunos se acercan por curiosidad o sólo buscan un curso de iniciación,
pero otros llegan con ganas de hacer las cosas en serio y se meten en
los grupos de trabajo, explica Alejandro Blain, director de la Asociación.
Carlos Angueira dirige un grupo que dedica varias horas diarias a la observación
del Sol. Como la mayoría de los que están allí, Carlos
no siguió la carrera de astrónomo sino que eligió
otra profesión para sobrevivir (es ingeniero civil).
Los que están en el grupo conmigo tienen un promedio de 16
años, porque hay que trabajar de día y alrededor de 2 horas
diarias y los más grandes ya tienen otras responsabilidades. Estudiamos,
entre otros fenómenos, la evolución de las manchas solares
y las fulguraciones (explosiones violentas). Hemos publicado trabajos
en la revista de la Asociación y también en publicaciones
del extranjero, cuenta no sin cierto orgullo.
Eclipses,
estrellas, galaxias y cometas recubren en forma de fotos los pasillos
del edificio. Trabajos publicados, menciones y cartas se ordenan en las
paredes. En el auditorio, el curso de Introducción a la Astronomía
reúne a unas 50 personas. En una mesa del pequeño bar, Gustavo
Rodríguez intenta explicar cómo la astronomía puede
transformarse en un vicio. Empecé de muy chico, había
venido a ver el cometa Halley y por entonces me hice socio. Seguí
viniendo y de repente me di cuenta de que me estaba dedicando muy fuerte
a esto, me colgaba cuatro, cinco horas mirando la Luna y yo no vivía
de esto. Y encima, desde el 88 estoy con el grupo de trabajo sobre
cometas y asteroides, algo que te exige mucha dedicación y tiempo.
Gustavo tiene 24 años pero su currículum supone varios más.
Actualmente soy secretario de la Asociación y dirijo el mismo
grupo en el que empecé a trabajar hace doce años. En el
93 me puse a estudiar Astronomía en La Plata y me había
instalado en esa ciudad, pero después decidí volver a Buenos
Aires y así ya se me hizo un poco más difícil,
relata.
La carrera de astrónomo es muy exigente, se anotan unos 150
por año y no se reciben más de 10. Tenés que irte
a La Plata o a Córdoba porque en la UBA no existe la carrera. Y
en el país es muy difícil que puedas trabajar, tenés
que conseguir una beca para irte al exterior, explica Gustavo. Otros
ni siquiera piensan en la carrera pero mientras tanto se anotan en los
cursos. Estoy haciendo el de Introducción a la Astronomía
y el de Astrofísica. Yo ya venía con algunos
conocimientos pero acá me ayudaron a sistematizarlos. Amo el espacio
y siempre quiero saber más sobre él, tratar de conocerlo
más científicamente, explica Gabriel Bramajo. Más
allá, Fernando Contente revela que es uno de los pocos que se da
el lujo de tener su propio telescopio. Ahora lo tengo
un poco archivado por falta de tiempo aclara. Yo venía
leyendo mucho sobre esto, pero al venir acá te das cuenta de que
hay mucha información que no manejás con sólo leer
revistas. Para Silvia Setti (26), se trata de la necesidad
de hacer algo diferente. Nosotros en alguna medida nos sentimos distintos
(los demás aprueban con la cabeza), es como que queremos mirar
un poco más allá de lo que se ve. Casi todos leímos
Cosmos y compramos lasmismas revistas. Es muy relajante mirar por el telescopio,
además de ser una sensación muy especial, ya que estás
observando cómo fue el universo mucho tiempo atrás.
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Nunca te vas a hace rico como astrónomo, asegura Rodolfo
Di Pepe, director del observatorio Ingeniero Ottonello, que funciona en
las alturas del Colegio Nacional Buenos Aires. Tras una suerte de maratón
de escaleras se llega hasta el pequeño salón donde se dictan
las clases y unos escalones más bastan para alcanzar la cúpula
de observación. El colegio tuvo hasta el 66 una materia
que se llamaba Cosmología, que ese año se cerró.
Y por muchos años el observatorio estuvo abandonado, hasta que
logramos reabrirlo en 1987, cuenta Rodolfo, que fue alumno del Nacional
y además es ingeniero y por poco, físico. Me faltan
algunas materias, confiesa. El curso es para alumnos y ex
alumnos del Nacional Buenos Aires. En otras épocas dictamos cursos
pagos para juntar fondos, pero hoy ya no lo hacemos. Tenemos alrededor
de 90 alumnos por año y sólo se puede hacer a partir de
cuarto año. Es anual, pero se puede extender a dos años
con cursos más avanzados, explica. Y agrega: Vemos
temas como óptica, astrofísica, comportamiento de estrellas,
agujeros negros, meteoritos y una última parte sobre cosmología
y origen del Universo. Hacemos bastante observación con el telescopio,
aunque Buenos Aires no es el lugar ideal para esto, por las vibraciones,
la humedad y las luces de una ciudad grande.
Ezequiel Goldschmidt, que tiene 16 años, está cursando el
cuarto año y piensa estudiar Física. El curso está
muy bueno, me interesó mucho la parte de óptica. Antes de
hacerlo te lo imaginás más simple de lo que realmente es,
concede. Para Gonzalo, también de cuarto, es una buena oportunidad
para aprender sobre algo que me interesa. Como sé que no me voy
a dedicar a esto (va a estudiar Química) aprovecho para conocer
todo lo que pueda sobre Astronomía. Algunos vienen
con inquietudes puntuales tipo A mí me interesan los agujeros
negros. O por ahí llegan fanáticos de Viaje a las
estrellas o de la ciencia ficción en general. Tratamos de demostrarles
en clase muchas de las tonterías que aparecen en algunas de esas
películas, cuenta Rodolfo, el encargado de refutar científicamente
la ficción de la tele y el cine. A veces también viene
algún genio sabelotodo, pero en ese caso tratamos de
que no nos interrumpa demasiado en clase porque si no los demás
se quedan colgados, explica. Hemos llegado a tener 150 alumnos,
pero con los exámenes llegan las deserciones, agrega Rodolfo,
que, oh casualidad, está casado con una ex alumna del curso.
Mariana Daicz tiene 22 y terminó hace rato la secundaria, y es
más, ya está en cuarto año de Medicina. Pero anda
por aquí. Siempre lo quise hacer y finalmente me decidí.
No pensé que era tan profundo, tenés que aprender mucha
química y física. Y son muy exigentes. A mí, particularmente
me gusta mucho la parte de observación, asegura. Y parece
que en lo que hace al uso del telescopio existe una ley que
ni la complejidad de los cálculos astronómicos puede resolver.
Según Ezequiel, es una fija que el día que vamos a
hacer observación va a estar nublado, siempre nos pasa lo mismo,
comenta resignado. Pero si algo puede ofuscar a un astrónomo es
que se lo confunda con un astrólogo. Y aunque suene ridículo,
más de una vez escuchan resignados la pregunta: ¿cómo,
acaso Ud. no se dedica a los astros? Sí, nos sigue pasando
reconoce Rodolfo. Pero a pesar de que no tenemos nada que
ver, podríamos opinar con más fundamento. En realidad la
gente no sabe de qué signo es, porque se siguen usando las tablas
de hace 2000 años y el universo es algo dinámico, las constelaciones
cambian de posición y entonces los astrólogos se la pasan
hablando pavadas todo el tiempo.
El
cd verde
Culpen a los X Files,
y a su costumbre de editar compilados con las canciones de la serie! Meses
atrás, para no ser menos, el sello norteamericano Cleopatra Records
compiló un CD doble conmemorando el 50 aniversario del incidente
Roswell (aquel que convulsionó a los Estados Unidos de posguerra,
alertando sobre la presunta invasión de extraterrestres). Con temas
de adictos al espacio como Tangerine Dream y el bajista de Can, Holger
Czuckay, el homenaje quedó redondito como un OVNI.
Al igual que el caso JFK, el incidente Roswell es una biblia de los paranoicos.
Todo se remonta al descubrimiento de nueve objetos no identificados en
un campo de Roswell, Nuevo México. El ejército envió
a un equipo liderado por el mayor Jesse Marcel, y tras evaluar el asunto,
el coronel Blanchard emitió un boletín sosteniendo que se
trataba de un plato volador. Los diarios publicaron fotos
de Marcel con trozos del material en la mano, y cuando el asunto se hizo
público, el ejército salió a negar las versiones,
alegando que los objetos eran restos de un globo aerostático. Pero
la duda quedó instalada, y una encuesta realizada en 1997 por CNN
comprobó que el 80 por ciento de los norteamericanos cree en un
complot gubernamental para ocultar información.
El cd, aptamente titulado Area 51: The Roswell incident, reproduce aspectos
pintorescos del episodio. Su packaging lo asemeja a alguno de los plásticos
y metales hallados en Roswell; pululan las obligadas fotos de un alien
diseccionado y de los siniestros carteles que prohíben el acceso
al área en cuestión. Al dorso se adhiere un sello con la
advertencia Onlyclassified for your ears (sólo clasificado para
tus oídos). Además, tal como corresponde a la idea conceptual,
el disco uno se subtitula Crash Landing (Choque al aterrizar), y el dos,
Alien Autopsy (Autopsia del extraterrestre).
Quien busque grabaciones nuevas se decepcionará. En su lugar (y
muchos dirán, ¡mejor!) los productores optaron por escoger
largos tracks instrumentales entre un amplio catálogo que
va del rock progresivo a la música electrónica actual
y en base a una premisa: que todos los títulos respondieran a la
buena fe en la existencia de hombres verdes. Así desfilan A
Sprinkling Of Clouds, de Gong, UFO, del grupo alemán
Guru Guru, Earth Calling, de los progresivos ingleses Hawkwind,
y Guiding Ray (Space Journey To FFFF), de Yamo, una colaboración
entre el dúo techno Mouse on Mars y el ex Kraftwerk Wolfgang Flür.
Si el eclecticismo de la selección sorprende, hay que tener en
cuenta que la creencia en extraterrestres es algo tan universal como la
música. Tan simple como eso.
JORGE LUIS FERNANDEZ
Perdidos
Desde
los primeros meneos eróticos de Elvis, el rock siempre ha intentado
transgredir. En su búsqueda (a veces desesperada) de nuevos horizontes,
ha emprendido la carrera espacial en pos de mundos mejores, emociones
fuertes, llano hedonismo, proyecciones del alma, o, simplemente, turismo
aventura. Por supuesto que fue decisivo el reemplazo, en la dieta juvenil,
de la fórmula alcohol + anfetaminas típica de los cincuenta
por la gama de potentes alucinógenos disponibles, a mediados de
la década siguiente. De todas formas, Sun Ra, un auténtico
personaje perteneciente al mundo del free jazz actualmente descubierto
por muchos rockeros, siempre ha declarado provenir de Saturno y,
a fines de la década del 50, ya se presentaba con sofisticados
atuendos intergalácticos, además de bautizar a sus álbumes
con títulos como Sun Ra visita el planeta Tierra, El cohete N¼
9 parte hacia Venus o El espacio es el lugar. Algo más modesto,
el rock mostró sus primeros signos de interés galáctico
en 1961, cuando el grupo sueco de rock instrumental The Spotnicks apareció
ataviado con trajes espaciales, aunque más no fuese para capitalizar
estéticamente el auge de la ciencia ficción de escritores
como Bradbury o Ballard. También se denominó space age pop
al sonido de Esquivel, los Three Suns y toda la tropa de música
funcional ahora conocida como lounge, principalmente por su
abuso de las, entonces, modernas técnicas sonoras como el stereo
y los primeros y rudimentarios sintetizadores. Entrando de lleno en la
cultura rock habría que introducirse en la alucinación psicodélica
del gran Syd Barrett, quien al frente de Pink
Floyd se convirtiera en uno de los primeros astronautas que han recorrido
el cosmos sin moverse de su casa (al punto que, después, se quedó
para siempre en su casa). Del otro lado del Atlántico, el texano
Roky Erickson, al frente de los también psicodélicos 13¼
Floor Elevators, fue internado en un psiquiátrico, ya que afirmaba
ser un marciano, y no había quien pudiera convencerlo de lo contrario.
Ya en 1970, la Inglaterra pospsicodélica alumbra a Hawkwind (con
el joven Lemmy Kilmister como bajista), la primera banda autodenominada
de rock espacial, abocada a interminables cabalgatas distorsionadas
intentando algún tipo de despegue que los alejara de esta aburrida
Tierra. Las neuronas cansadas de Paul Kantner (entonces líder de
Jefferson Airplane) tramaron una de las más ridículas utopías
espaciales con la edición de Blows against the empire (1970), un
álbum conceptual ideado para recaudar fondos y construir una nave
espacial, a fin de que la tribu psicodélica de San Francisco pudiera
partir a otro mundo sólo regido por el amor y la paz (...) Más
o menos paralelamente, George Clinton y su pandilla P-Funk inventaban
su propia versión (negra) del viaje espacial, con trajes de astronautas
y naves espaciales aterrizando sobre gigantescos escenarios. El
nos enseñó a pensar que los afroamericanos también
podíamos ir al espacio, dijo Spike Lee. De aquí, es
inevitable pasar a Alemania, donde la hoy recuperada escena del Kraut
Rock estaba enfocada hacia el más allá, especialmente el
trío electrónico Tangerine Dream, que organizaba planeadores
vuelos neo ambient ornamentados por todo tipo de efectos analógicos.
Pero fue el periodista Rolf Ulrich Kaiser quien ideó todo un concepto
de Kosmische Musik y cobijó, en su propio sello Ohr, a grupos como
Amon Duul, Popol Vuh, Ash Ra Tempel y su propio proyecto Cosmic Jockers.
Coincidiendo con la llegada del hombre a la Luna, David Bowie escribió
Space Oddity (1969), quizás el definitivo himno espacial,
donde un astronauta (el Mayor Tom) decide cortar sus vínculos con
la Tierra para pasar el resto de su existencia vagando por las galaxias.
Tres años
más tarde, el propio Bowie concibió a su personaje Ziggy
Stardust, un alienígena convertido en héroe del rock and
roll, portador de una nueva (bi)sexualidad. En la misma época fue
editado un oscuro álbum acreditado al grupo Visitors que, con un
extraterreste cabezón en la portada, se prodigaba en llamados interplanetarios,
himnos selenitas y avistaciones de ovnis (aún puede encontrarse
en las tiendas de vinilo de segunda mano). Mientras tanto, en la Argentina
eran pocos los que intentaban dirigir su inspiración a lasestrellas.
Sólo se hallan rastros en la obra de Spinetta (la bella metáfora
de Gabinetes espaciales con Almendra y la porteña El
anillo del Capitán Beto, ya con Invisible) y Arco Iris, quienes
dedicaron un álbum doble (Agitor Lucens V) a los ovnis y a la vida
extraterrestre. Mientras que el trío Orions Beethoven entonaba
con voz de marciano sus profecías espaciales en Superángel.
Llegado el patadón punk, los californianos Chrome retomaron las
riendas siderales en discos como Blood on the Moon, donde deforman las
voces hasta el límite. Ya en los ochenta, los Spacemen 3 (embrión
de los hoy celebrados Spiritualized) retomaban el trabajo de Hawkwind,
inundando de repetición guitarrera sus mantras eléctricos.
No contentos con ello, el álbum debut del dúo tecno The
Orb propuso trascender las galaxias, con una excursión más
allá del ultramundo, influyendo a toda la generación
trance fascinada por la ecuación máquinas + espacio exterior=futuro.
Aquí termina esta (pequeña) odisea, con la megaobra espacial
de los citados Spiritualized (Ladies and gentlemen, we are floating in
space) y la más modesta, pero no menos efectiva, opera prima autogestionada
de los rosarinos Sumergido, que en 12 formas de alejarse de todo incitan
a la evasión galáctica. Quizá sea la única
salvación para el karma de ser argentinos en la era menemista.
MARCELO
MONTOLIVO
DISCOGRAFIA
BASICA PARA ASTRONAUTAS
Sun Ra.
Space is the place (1972)
Esquivel. Space age bachelor pad music (compilado)
Pink Floyd. The piper at the gates of dawn (1967)
Pink Floyd. The dark side of the moon (1973)
Hawkwind. Space Ritual (1973)
Tangerine Dream. Alpha Centauri (1971)
Cosmic Jockers. Cosmic Jockers (1974)
Can. Future Days (1973)
David Bowie. The Rise and Fall of Ziggy Stardust (1972)
Orb. Adventures beyond the Ultraworld (1991)
Spiritualized. Ladies and gentlemen we are floating is space (1997)
Sumergido. 12 formas de alejarse de todo (1996)
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