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Jueves 29 de Julio de 1999
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After
chabón

Dio vueltas en forma de demo por todas las grandes discográficas, pero a nadie le llamó la atención. El disco que la contiene, que salió por un sello bailantero, vendió 300.000 copias. Tocaron para Maradona y Menem,
tal vez vayan de gira por Japón y son los preferidos de Crónica TV.

FERNANDO SANCHEZ

Lo de Los Sultanes es ¡increíble!
A ver. Tocan ¡siete! veces por noche, de viernes a domingo. Su tercer disco, Zona roja .-que contiene gemas como “Decile que lo quiero”, la del chabón, y “El chupete”-. ya va por las 300 mil copias vendidas. En Chile, Zona roja es disco de platino, en Uruguay es doble platino. Han salido de gira por Paraguay, Uruguay, Chile, Brasil, México y España, y los esperan en Perú, Bolivia y, quizá, Japón. Han tocado para audiencias de 100 mil personas y también en el programa de Xuxa, en Brasil.
¡Increíble!


Pero hay más. Desde hace quince días, “el clip del Chabón” se puede ver en MTV. El chabón Jorge Orlando Kazmer, cantante de Sultanes, fue distinguido en su pueblo natal como ciudadano ilustre: las autoridades de Villa Angela, en la provincia del Chaco, le entregaron las llaves de la ciudad. Diego Maradona los contrató para una fiesta en su casa de Devoto y les agradeció por hacerlo “tan feliz”. El presidente Carlos Menem confesó que la del chabón es la canción que más le gusta bailar. Y así lo hizo en una de esas fiestas que le organizan, para que no se desanime porque se tiene que ir.
¡Increíble!
Y no es todo. Con pararse durante unos minutos en la puerta del teatro Tabarís, sobre la avenida Corrientes, es posible comprobar que cada niño/a que pasa y ve la foto gigante de Kazmer, canturrea .-cual perro de Pavlov.- aquello de “Estoy saliendo con un chabón...” Es decir: no sólo los niños que cuentan chistes en el programa de Tinelli se saben de memoria la cancioncita: es probable que buena parte de los chicos de entre dos y doce años de este país sean capaces de repetir al menos una parte de la letra de “Decile que lo quiero”.
¡Increíble!
Sultanes es, en realidad, la versión 98 de Los Sultanes del Amor, un conjunto de tropi-rock que en 1992 publicó su primer disco a través del sello Go Music!, de Tweety González, y que en 1995, por medio del sello Machine Records, lanzó Habilitámelo, su segundo disco. Surgidos al calor del éxito de los Auténticos Decadentes y con La Orquesta Mondragón, Pabellón Psiquiátrico y Los Toreros Muertos como modelos, Los Sultanes del Amor pasaron los ‘90 si mayor fortuna. Sin embargo, después de cambiar algunos integrantes, renovar el repertorio y acortar el nombre, volvieron a recorrer discográficas.
“El demo del Chabón está en los cajones de los directores artísticos de todas las compañías de Buenos Aires”, dice Bortibor, especie de MC que hace coros y arenga al público. “Hasta supimos que en alguna compañía echaron a los tipos que habían rechazado el demo”. Al final, el disco fue grabado y editado por Leader Music, uno de los grandes sellos la industria bailantera argentina. “El productor, Rubén López Riant, fue quien le dioal grupo ese toque tropical que nosotros queríamos tener pero no nos salía del todo”, comentan.
En diez días Zona roja vendió 100 mil copias, y gracias al impuso que Crónica TV le dio a la pseudo-polémica “Sultanes vs. comunidad homosexual”, el grupo se hizo popular. Así, de pintar canchas de basquet, vender quesos, atender un kiosco y trabajar en una fábrica de bicicletas y en una oficina de teléfonos, los Sultanes saltaron a la fama.
¡Increíble!
Bortibor: En Los Sultanes del Amor, Jorge (Kazmer) tocaba la timbaleta y había otro cantante. Era más podrido, pero siempre con cumbia. Nos gusta la música divertida. La canción del Chabón salió jodiendo, mientras tomábamos una cerveza después de un partido.
Jorge (el Chabón): Igual, este tema siempre lo cantaba yo. Era un chiste: en el medio del show hacíamos como que entraba un artista bailantero, y yo cantaba la del Chabón como Jorge Orlando. Y como salía bien y gustaba, le dimos por ahí.
Dicen que nunca hacen playback en sus shows y que girar por España y México .-donde son vendidos como grupo pop.- les resulta raro.
Jorge (el Chabón): Con los Sultanes arriba del escenario, la música pasa a un segundo plano: yo entro de maricón, Borti me pega unos bifes, salgo con una plumas. Y no pueden creer lo que están viendo, piensan que estamos trastornados. Y se matan de risa. En México nos decían: “Ustedes parecen un grupo pop, pero cuando tocan son unos gordotes que tocan cumbia”.
Tampoco pueden creer la pasión que despiertan en los niños. Y juran que firman todos los autógrafos que les piden.
Bortibor: Al principio, el grupo estaba apuntado hacia los adolescentes, como todo. Sin embargo, descubrimos que a las cinco, seis de la mañana, están las mamás con los pibes esperando a la salida del camarín para sacarse una foto con nosotros. Yo me encargo de diseñar la ropa que usamos, y pienso que la imagen que le di al grupo hace que los músicos se vean como dibujitos animados.
Si se los mira con atención se concluye en que Sultanes no pudo haber surgido de un casting de belleza. Están definitivamente lejos del prototipo bailantero. Son tipos de barrio, de Ramos Mejía, que promedian los 30 años, esforzados por disimular todo vestigio de virtuosismo técnico-musical, que gambetean la sutileza y suenan tan ajustados como una orquesta de pueblo. Y que, joda joda, con la gracia del tipo feo que se hace el trolín, se llenaron de trabajo.
Eso sí: reiteran constantemente que jamás quisieron ofender a nadie con sus canciones. De todos modos, la polémica con la comunidad gay se desdibujó la noche en que Sultanes debutó en Bunker, boliche gay por excelencia de Buenos Aires. “Pensábamos que se iba a pudrir todo, pero fue una fiesta. Entendieron que era una joda”, aseguran. Funcionan como una cooperativa en la que cada uno tiene una función específica, y se reparten el dinero de los shows en parte iguales.
–Entonces, ¿los Sultanes son o se hacen?
Bortibor: Somos así. Esto es realmente lo que nos gusta hacer. No tenemos prejuicios con lo tropical, estamos felices con lo que hacemos, con divertir a la gente.
Marcelo López (tecladista): Además, todos tenemos otros gustos. A uno le gusta Robert Fripp, a otro el ska y el reggae, a otro el funk, a otro le gusta la música brasileña. Pero coincidimos en que nos divierte más esto.
Jorge (el Chabón): A nosotros nos sorprende todo lo que pasa, pero la postura nuestra es muy humilde. Cantar, y tocar; el resto viene solo. Y es increíble. Increíble pero real.