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Jueves 5 de Agosto de 1999
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Orbitando

MARCELO MONTOLIVO

Oscuridad total. Repentinamente se advierten pantallas con signos símil electroencefalograma sensibles al sonido, y, suspendidas en la nada, dos pares de luces que danzan acompasadamente al ritmo de la música que, abrazadora, ha empezado a inundarlo todo. La situación se antoja alienígena o, al menos, conecta con la imaginería extraterrestre de los cientos de películas y series sobre el género. Rato después la situación cobra visos más terrenales: en realidad se trata de un escenario cubierto de instrumentos electrónicos y, sobre él, los hermanos Paul y Phil Hartnoll (más conocidos como Orbital) con sus cabezas ornamentadas por sombreros con luces y las consabidas pantallas elevadas sobre soportes metálicos. El show era uno de los últimos en la gira del celebrado álbum In Sides (‘96), cuyo tema emblemático (“The Box”, suerte de Jean Michel Jarre en éxtasis) sería elegido como uno de los mejores singles de ese año Pionero, junto a The Orb de la actual escena electrónica, el dúo acaba de editar (también en la Argentina) su esperado quinto álbum The Middle of Nowhere, luego de tres silenciosos años. “Representa una suerte de resumen de toda nuestra discografía, pero no fue algo intencional. Quizás ocurrió porque, al pasar tres años alejados de la escena, pudimos ver nuestra carrera desde otra perspectiva”, aclara Paul, habitual responsable de las relaciones públicas. “Pero, a decir verdad, también creo que el álbum comienza exactamente donde terminó el anterior, es una continuación lógica. Considero que no tenemos demasiado que ver con el resto de la música electrónica que se está haciendo. Aún me sigue gustando el drum’n’bass, pero no es una influencia directa para nosotros”. Ciertamente, la música de los Hartnoll transcurre por coordenadas bastante personales, con un componente tímbrico y melódico casi épico, algo cercano a Ennio Morricone, que los convierte en accesibles para todo público. Desde el comienzo con sus dos álbumes homónimos, editados en 1991 y 1993 y básicamente dedicados al trance, pasando por el más expansivo Snivilization (‘95) hasta llegar a los dos últimos, el grupo se ha mantenido a la cabeza de la escena electrónica y también llegó al gusto masivo, gracias a su versión de la canción principal de la película El Santo (hoy en alta rotación en el cable). Teoriza Hartnoll al respecto: “La electrónica ya ha dejado de pertenecer al under. Los medios la han introducido en los hogares, y es lógico que los chicos se rebelen contra eso, puesto que les encanta pertenecer a alguna subcultura para diferenciarse del resto, pero es inevitable que los estilos se popularicen”.



Dover, de paso por Buenos Aires
Furia española

M.P.

El suceso rocker y alternativo español pasó por Buenos Aires en la tan rocker y alternativa semana pasada, pero sólo unos pocos se enteraron. Una lástima, realmente, porque el fenómeno Dover en vivo es todo un disfrute. Aunque más no sea por su encantadora cantante, que canta en inglés, pero agradece con un castellano con todas las cés y zetas imaginables.
Por apenas tres días con sus shows –uno en el Teatro de la Ribera (antes de Man Ray), otro en el club Villa Malcolm y un último en el Hard Rock Café–, este cuarteto madrileño acompañó el lanzamiento local del exitosísimo Devil Come To Me, disco que vendió la nada despreciable suma de 450 mil unidades en España y motivó que el grupo dejara el pequeño sello Subterfuge para pasar por algunos millones a grabar para la multinacional Crysalis/Virgin. De hecho, hoy Dover es noticia en su patria porque acaba de salir allá su nuevo disco, Late at Night, grabado a todo trapo en Seattle, capital espiritual de las apetencias musicales del grupo. Porque, es hora de decirlo, Dover es un cuarteto grunge madrileño; hijo natural de Nirvana y del particular circuito alternativo español, cuyos grupos tienen la costumbre de cantar en inglés en un país en el que hasta Sean Connery habla en castellano, ya que las películas son escrupulosamente dobladas –por ley– antes de exhibirse.
Integrado por dos chicos y dos chicas, Dover es en realidad el grupo de las hermanas Llanos: Cristina, de 23, es la guitarrista solista y la cantante, aunque la voz cantante del grupo sea Amparo, de 33, que es la que habla en las entrevistas. “Para nosotros es muy extraño venir a presentar un disco que es nuestro pasado”, le explicó al No. “En realidad, lo que tenemos en la cabeza es nuestro nuevo disco, que acá dicen que lo van a editar en enero”. Veloz, contundente y preciso, el rock de Dover también sabe ser melódico, y su desafío en España es demostrar que hay vida más allá del éxito que expone a un grupo que sale del ghetto indie. Si Dover terminó grabando su tercer disco –el primero, Sister data del ‘95, mientras que el que se acaba de editar aquí es del ‘97– en Seattle, es porque allí reside Barrett Jones, el coproductor del disco junto al grupo. Lo que son las cosas: fue a través de Jones que las hermanitas Llanos se desayunaron de ciertas particularidades del público rocker porteño. “Barrett nos habló de lo difícil que es para las mujeres rockear en Buenos Aires. Y él sabe de lo que habla, ya que fue el ingeniero de sonido de Nirvana cuando tocaron acá. Y él dice que no se va a olvidar nunca de cómo trató el público a Calamity Jane”. Justo es decirlo: aunque recibieron algún que otro grito desde la oscuridad del popular pullman del Teatro de La Ribera, nada, ni por asomo de lo que pasaron las amiguitas de Cobain, les tocó a ellas.


Cómo se hacer rock en todo el país

¡Argentina!
¿Argentina?

CRISTIAN VITALE

Se sabe: en pocas provincias la represión militar ha sido tan horrible como en Tucumán. Y en ninguna, esos mismos represores se han mantenido en el poder vía elecciones. Por eso, el rock ha conformado un frente de resistencia. Durante la gestión Bussi, cada mes se organizaban recitales, apoyados por Madres e HIJOS, frente a la Casa de Gobierno para “cantar verdades”. Y el corolario fue el festival “Chau Bussi”, una especie de fiesta popular de merecida despedida. “El rock en San Miguel se puso el overol y salió a pelearla. Y nunca se jugaron a reprimirnos por miedo al escrache. Estos últimos cuatro años han sido terribles. ¿Cómo ese tipo estaba en el poder, habiendo tantos hijos de desaparecidos en la provincia? Por suerte no lo tomamos con miedo... Ha sido una lucha sin cuartel”, cuenta Tony Molteni, cantante de Karma Sudaca, banda de hard rock que ya tiene un Cd en la calle (El Títere, 1998).
Pero hay además una infinidad de bandas –por lo menos cuarenta– que se embanderan detrás de los exitosos y contestatarios 448. La Insignia, Destrucción en Cadena y Críos son pruebas eficientes de que el rock, en el último lustro, ha crecido para bien. Apoyadas por fanzines pujantes que irradian la movida hacia el norte (“La Voz de los que no tienen Voz”, “Man Zine” y “Sin Tuleno”), esta bandas conforman un bloque homogéneo –en el que algunos incluyen a Lucho Hoyos y Luna Creciente, del folklore– en franca oposición a lo que otros medios intentan imponer para “despolitizar” a los jóvenes. “A veces nos preguntan por qué estamos tan unidos. Llama la atención, porque en Buenos Aires hay cierto cipayismo: están los que se parecen a los Stones o a Kiss y así se van diferenciando. Aquí, todas las vivencias pasadas han conformado una identidad particular; el rock es muy auténtico tanto en las letras como la música. Antes, nadie se quería acercar porque estaba Bussi y a nosotros nos costaba aceptar eso, más por el esfuerzo que hacíamos para que se vaya. Pero ahora, están viniendo todos. Hasta nos cuesta conseguir fechas a nosotros”, completa Molteni.
Un dato llamativo para agregar: a pesar de todo lo que pasó, muchos recuerdan el rock de los setenta en Tucumán. La Banda de Trícupa –a quien se tenía como los Almendras locales–, Extasis colectivo, Independencia Natural y Amor. Y fueron pioneros en mixturar la música con el teatro, la danza y la pintura. Tampoco se olvidan de Tango, Vasa o Nostrogemus, esos grupos que, en plena dictadura, tocaban igual. Es que en Tucumán, la historia es el eterno presente.

“En Tucumán hay una movida interesante de zines y bandas. Algunos medios apoyan. Y la cosa está muy politizada. Yo fui a ver a Daniel Viglietti, antes de tocar. Hay un clima muy loco con la política. Por suerte, ya no gobierna más el asesino. Y en esto, el rock tuvo mucho que ver. El grupo que más me impresionó fue Críos, que es under” (Miss Muerte-Fun People).