Una banda que graba su primer cd en
Ushuaia
no deja de provocar un (pequeño) acontecimiento.
Con ganas de aparecer en el mapa rocker argentino,
los pibes de Vodevil cantan en la ciudad fría
que hace del fin su carnet de identidad universal.
En Ushuaia se ocupan de que no pase inadvertido
eso del fin del mundo. La estación del fin del mundo, el tren del
fin del mundo, el fin de la Ruta 3, la ciudad más austral del mundo
y así. Además, como si no bastara con el paisaje de desolación,
el frío y la puesta del sol a las cuatro de la tarde, un cartel
electrónico marca con alarma de Juicio Final la cuenta regresiva
hacia el 2000. Al borde del Canal de Beagle, una señal con flecha
al norte pone un poco de sensatez a la paranoia de confinamiento: Buenos
Aires 3040-La Quiaca 5171. Esto es el planeta Tierra, después de
todo.
Jueves a la noche y en la orilla sur de Tierra del Fuego, Argentina y
América, sopla un viento capaz de voltear a un toro. O al menos
a uno de esos pingüinos de yeso tamaño natural que se congelan
en las puertas de las tiendas de souvenirs. Nevó mucho en los últimos
días y eso se ve en las calles, en los parabrisas y los techos
de zinc. Sobre la avenida Maipú así se llama la Ruta
3 en esta parte, un pibe abrigado como un esquimal hace dedo en
dirección a Cronos, la disco de la ciudad, donde esta noche se
presenta en vivo el primer cd de rock registrado en Tierra del Fuego,
Sancti Spiritu.
Vodevil es un trío que se gestó en 1992 en un colegio secundario
local. Dos chicos inquietos Martín Gunter (bajo y voz) y
Maximiliano Pizarro (guitarra y voz) componen y ensayan en una habitación
calentada a salamandra, bajo el nombre UBM y acompañados de un
baterista que unos meses después deja la banda para ir a estudiar
a Buenos Aires. Pasa un tiempo en que la dupla compositora experimenta
junto a otros músicos con suerte despareja, hasta que dan con el
baterista definitivo: Walter Olivo. Desde fines de 1995 Vodevil toca en
todos los sótanos posibles del lugar, pueblos vecinos, polideportivos,
shoppings, bares, radios. Lo que sea. La historia sigue hasta la creación
de un sello propio Yamana Sounds, y la edición de Sancti
Spiritu, un disco artesanal de canciones que planean por la tradición
del pop rock argentino de raíces, con una lírica decididamente
localista. Al final/ todo es calmo en la ciudad/ el sol la tiñe
en un tibio carmesí/ Nada más me hace falta/ esto es la
gloria/ todo fluye y confluye en torno a aquí/ Ushuauaia en rojo/
Amanece, canta Martín en el tema que abre el disco. Entonces
se nota la influencia de Spinetta y Páez, pero también la
de la montaña, la noche larga y el reflejo del sol en la nieve.
Aunque desde el turismo se insista tanto con eso de la ciudad donde termina
el mundo (se prevé la transmisión internacional en vivo
y en directo en el día del milenio con la actuación
de Julio Bocca sobre un escenario flotante), los Vodevil prefieren llamarla
el principio del mundo. Creemos que acá están
empezando un montón de cosas, le dice al No el cantante.
Y nuestra intención no es ir a Buenos Aires y triunfar. Queremos
seguir grabando discos, crear una movida patagónica, y si a Buenos
Aires le interesa, que venga para acá. Nuestro sueño no
es tocar en Obras. Para nosotros sería mucho más importante
que la Patagonia tuviera una presencia cultural como la de Rosario, o
Córdoba, por ejemplo. Sí que es un poco raro ser una
banda de rock en esta ciudad donde los héroes todavía son
navegantes expedicionarios. Acá Fitz Roy, Vito Dumas y el Capitán
Cook gozan de mejor prensa que Kurt Cobain o Hendrix. Pero existe una
escenita local Braunekuhen, Animal de Pueblo, Los Ojos del Duende,
la Gorda Cristina, algunos visitantes ilustres Los Auténticos
Decadentes, Fun People, Fabulosos Cadillacs, y un par de disquerías
donde conseguir los discos de Beck, Chemical Brothers y bandas porteñas
independientes como El Otro Yo o Suárez.
Aunque el viernes Cronos arda con Ricky Martin y la vida loca, el show
de Vodevil la noche anterior tiene cierto status de acontecimiento.
Los coches de vidrios empañados avanzan por la costanera y estacionan
en la entrada del lugar, sobre el barro salpicado de escarcha. La disco
sepuebla de un público calmo como un perro San Bernardo, que aplaude
después de cada canción y corea bajito Cecilia,
todo un hit fueguino. Afuera no queda nadie. Todavía no son las
12, pero la noche cayó hace unas ¡siete horas! y esto recién
empieza. Sobre el escenario los Vodevil cantan que el alma de Ushuaia
debe ser violeta, y todos parecen estar de acuerdo.
PABLO PLOTKIN
desde Ushuaia
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