Se estrena Los Idiotas
¿Son
o
se hacen?
M.P.
Mientras
en Europa se espera el estreno de su última película un
musical protagonizado por Björk, Lars Von Trier esta semana
es noticia aquí por el estreno de Los Idiotas, el segundo opus
del tan controvertido Dogma 95.
Suerte de cinturón de castidad creativo concebido para resistir
las tendencias más conservadoras y comerciales del cine de Hollywood,
el Dogma y sus films ya habían convocado buena cantidad de público
en el Festival Independiente porteño, dentro del cual se realizó
un taller sobre sus métodos. El bueno de Lars apenas si se mueve
de Dinamarca a causa del miedo que les tiene a los aviones, pero aceptó
dar una teleconferencia para los alumnos del taller y público
en general en el Centro Cultural Recoleta. Siempre hay reglas
en el cine, bromeó Von Trier, cómodamente instalado
a lado de su computadora y con una botella en mano a la que cada tanto
le daba algún beso. La diferencia es que estas reglas las
hice yo. Filmadas bajo reglas como que no se puede utilizar otra
música que la que se escucha durante el rodaje ni luz artificial
ni cambiar nada en el lugar del filmación ni escudarse detrás
de algún género y varios ni más, La Celebración
y Los Idiotas son los dos primeros opus del Dogma. La primera, ganadora
de un premio especial en Cannes, ya se estrenó comercialmente
en Buenos Aires, con todo éxito. Y ahora le toca el turno a Los
Idiotas, un film que cuenta la vida en una comunidad de neohippies que
fingen su idiotez para burlarse de una sociedad hipócrita y puede
considerarse como el mejor trabajo del controvertido Von Trier, el nombre
(el hombre) detrás del Dogma.
Sobre
los premios MTV
Celebrity
Saludada
por un hombre en sobretodo que, al enfrentarse a la beldad rubia, abrió
su piloto para mostrar que no llevaba nada debajo. Por suerte se trataba
de su delicado marido Tommy Lee. Ahora no puedo concentrarme,
le dijo Pamela al reportero que la estaba entrevistando, para correr
a continuación detrás del exhibicionista Tommy.
La
rapper Lil Kim usó un traje púrpura, estrecho y
atrevido, que dejaba al descubierto su pecho izquierdo. Todo el
mundo me pregunta si no fui presa hoy, decía.
Donald
Trump, el magnate hotelero, fue a la ceremonia. Y cuando estaba entrando,
fue saludado con entusiasmo por un tipo de barbita y gorra de baseball.
Donald no sabía de quién se trataba, pero era Fred Durst
de Limp Bizkit, reciente colega porque el rebelde cantante
acaba de convertirse en vicepresidente de Interscope Records (mirá
vos...). Peor: Durst se encargó de presentarle a Donald a su
amigo Jonathan Davis, de Korn.
Algunas
anécdotas de color de la reciente entrega de los
MTV Video Music Awards 1999. Este sábado a las 13, y con
subtitulado al castellano, MTV Latino emitirá las tres horas
de
premios, glamour y algo, muy poco, de buena música.
Altocamet, de Mar del Plata, como los alfajores y el Casino
Dormilones
PABLO PLOTKIN
Francella
y Emilio Disi a bordo de una F-100 destartalada, escapando de Buenos
Aires, la malaria y el aburrimiento. Al llegar a Mar del Plata acampan
en un médano con paisaje de basural, cuelgan una soga para la
ropa, y a la noche pierden hasta las medias en el Casino. Pero cuando
parece que la suerte los abandonó definitivamente, consiguen
empleo como guardacostas, labor que desempeñarán con irresponsabilidad
y lascivia. Altocamet es de Mar del Plata, pero de ninguna manera sería
la banda de sonido adecuada para uno de estos clásicos de cine
de fin de semana por Canal 13. Lejos del reviente ochentoso, el quinteto
parece vivir en invierno permanente en La Feliz, o en los tiempos en
que la ciudad era el decorado de estrellas de teatro adictas a las pastillas
y glamour. Queda todo claro en su primer y hasta ahora único
disco, Veladabristolcasino. Cinco jóvenes sensibles que cuentan
sus historias de amor portuario a través de una caja de ritmos,
samples, cuerdas, melodías lívidas y amaneceres dorados
en la playa.
Tiene que ver con el ritmo de vida de acá, dice Rubén
Kain, tecladista y bajista de la banda. Hemos hablado con muchos
músicos de allá, que se sentían sorprendidos por
la evocación de la ciudad, les parecía extraño.
El hecho es que acá todavía todo es bastante tranquilo,
a diferencia de Buenos Aires. Y eso se ve reflejado en las composiciones:
no tenemos un punto de vista turístico. El título evoca
lugares típicos de Mar del Plata, pero en otra situación.
Hablamos de La Bristol, pero no a las tres de la tarde comiendo un pancho
y tomando sol. Hablamos de una velada pasional y oscura. Podemos hablar
de la pileta Royal o el Paseo Storni (un clásico de domingo),
pero desde otro lado.
En un principio fueron un trío acústico (Pedro Moscuzza
batería, Guillermo Piacenza bajo y Adrián
Valenzuela guitarra y voz), nacido de las cenizas de Ultramarinos.
Después se sumaron Rubén y Mariana Monjeau, encargada
de los teclados, el sampling y los coros. Los discos de Tricky y Virus
habrán tenido bastante que ver con este Altocamet. Tanto como
el yoga (hay dos alumnos y un profesor en la formación). Somos
bastante amplios: escuchamos bassa nova, drumnbass, freestyle,
house, cuenta Kain. El pop nos da la posibilidad de absorber
diferentes cosas, combinarlas. Y la melancolía hay que tomarla
como una virtud, no como una carga. Si nuestros temas son más
dormidos, es porque nuestra vida es más lenta.