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Jueves 23 de Septiembre de 1999

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Exclusivo: Trent Reznor habla del disco (doble) de Nine Inch Nails,
uno de los más esperados del año

 

Cinco años pasaron desde el inquietante The Downward Spiral. Un largo período de ausencia sólo interrumpido, nada menos, por una canción perfecta que se llamaba, oh casualidad, “The perfect drug”. Ahora, el príncipe de las tinieblas del rock norteamericano de los noventa revela el misterio de una obra que tendrá edición mundial (Argentina incluida) la semana que viene.

MARIANA ENRIQUEZ

Cinco años no es una cantidad inaudita de tiempo para trabajar en un libro, o en cualquier otro proyecto artístico. Pero también debe aceptarse que las presiones de un mercado que exige a los músicos periodicidad y eficiencia, a riesgo de que el público se “aburra” de ellos o, peor aún, los “olvide”, convierten al lapso de cinco años para editar un disco en una eternidad. Más aun cuando se trata de un artista exitoso. Trent Reznor, una de las 25 personas más influyentes en Estados Unidos según la revista Time en 1997, se tomó un lustro para terminar The Fragile, el nuevo disco doble de su proyecto personal/banda Nine Inch Nails. Durante este tiempo, los anuncios de que el álbum estaba listo aparecían cada seis meses, y Reznor se entregó a un mutismo casi absoluto, encerrado en su estudio de Nueva Orleans, hogar de su sello Nothing Records, subsidiario de la polémica etiqueta Interscope Records, aquella que fue vendida por la Warner Brothers luego de las presiones de una comisión bicameral del Congreso de Estados Unidos y de variados operativos de lobby de asociaciones de padres y etc., todas contra el contenido “violento” y más de algunos de los artistas de la compañía: 2Pac, Snoop Dog y... Nine Inch Nails.
Reznor no está ajeno a las presiones. “No puedo explicar cuántas veces me han preguntado ‘¿y? ¿para cuándo?’, o ‘¿por qué cinco años?’. Y yo digo: ‘me tomé cinco años porque es difícil’. Es terriblemente difícil. La gente no sabe cuántas veces me siento a ese piano, o me pongo a escribir en mi cuaderno, y tengo que dejarlo, derrotado. Es parte del trabajo, pero no es divertido, porque la mayoría de las veces fracaso. Y me pregunto ‘¿tengo miedo de escribir?’ Pensar eso me da más miedo aún, y menos escribo.”
Salir de ese círculo, cuenta, no fue tan fácil. “Por un lado estaba la presión de saber que me habían rotulado como el hombre que salvaría al rock’n’roll, entonces nada de lo que escribía me parecía bueno, o peor, importante. Aparte de las crisis personales. La forma de salir fue hacerme cargo. No ser un cobarde. Y escuchar a la voz que me decía ‘¿Te acordás? Esto funcionó la última vez. Valés algo. Tenés un objetivo: tenés un don. Usalo’.”
El príncipe oscuro del superrock electrónico norteamericano vive, como corresponde a su título nobiliario, en una mansión de Nueva Orleans, suerte de meca oscura y patria de Anne Rice y Poppy Brite, las escritoras que sitúan todos sus cuentos de vampiros en la ciudad. Tiene un busto de Mefistófeles del que cuelga su Grammy, un candelabro/pecera, dentro del que flotan peces dorados, y mucho terciopelo. En suma, una escenografía similar a la del video de “The Perfect Drug”, una increíble canción que formó parte de la banda de sonido de la siniestra película “Lost Highway”, de David Lynch. Ahora se cortó el pelo, y nadie lo reconoce por la calle. O no tanto. “Estaba tan acostumbrado a que todos me señalaran... Y ahora entro a las disquerías y nadie me presta atención, por lo menos al principio.” Y acaba de enterarse, además, de que es depresivo. Clínicamente probado. Moderado, asegura, pero depresivo. Cosa que le ayuda a comprender (supone) su comportamiento, y sus largos períodos de inactividad. “Me ayudó que me diagnosticaran, porque ya no me siento como un pedazo de mierda que no tiene amigos, que nunca puede mantener una relación de pareja, que no quiere relacionarse con gente. Hay una explicación para mi forma de vivir. Ya no me siento una mala persona, y tengo ganas de solucionar o mejorar esto, aunque decidí no tomar medicación, y sólo hacer tratamiento.”
El principio de la última gran crisis de Reznor, que empezó hace cinco años, fue la gira de The Downward Spiral, el oscurantista cd que Nine Inch Nails grabó en la casa donde Charles Manson asesinó a Sharon Tate, en California. Ese tour, documentado en el video “Closure”, muestra a Reznor en estado de nihilismo extremo. Inmediatamente después del tour, con todossus excesos y decadencia a cuestas, se encerró a ayudar a producir el disco de Marilyn Manson Antichrist Superstar. Una manera poco feliz de reintroducirse en el mundo real. Después, la enorme presión para sacar algo nuevo con NIN lo llevó a la crisis. “Alcancé un punto en el que me odiaba a mí mismo. No me tenía respeto, y no quería hacer música. No estaba feliz haciendo música, quería parar. Y lo consideré seriamente.”
Es más: por un tiempo Reznor pensó en dedicarse a trabajar en programación de computadoras, “que también es algo creativo, pero no estás en tapas de revistas, y la gente no habla acerca de vos ni te jode la vida”.
Es sencillo, asegura. La fama te cambia. “La misma historia de siempre. Tener plata te cambia. La gente te trata diferente. Era mucho más divertido abrir para bandas, que nadie te conociera, y hacer un show del carajo. Aprendés a cuidarte vos mismo, a dormir en el piso, tenés un bolsito con tu ropa. Y la pasás re-bien. Pero pensás que querés otras cosas. Y cuando las conseguís... es como ‘Puta, ¿era esto?’”
Según su análisis del estado de las cosas, el ambiente es terriblemente competitivo. Los que le dijeron que era fantástico trataron de destruirlo dos segundos después, revela. Quizá, reconoce, se trata de “la gente que me rodea a mí, o quizá sea así como se maneja el negocio de la música. Yo no me metí por la plata, me metí porque amo la música. Y en un momento no me llenó como ser humano”. Al mismo tiempo, a Reznor no le gusta despotricar acerca de la fama. Ya bastante peleó con Eddie Vedder de Pearl Jam por eso, y ciertamente no le interesa jugar el papel de artista destruido por la exposición, como Kurt Cobain. “Entonces me preguntaba ¿cómo es posible esto? ¿De qué mierda me quejo? Porque seguía sintiéndome mal conmigo mismo. No entendía qué era lo que andaba mal conmigo.”

Pronto descubrió que lo que lo frustraba eran las traiciones de los “amigos” (el nombre clave, claro, es Marilyn Manson) y saber que muchos se le acercaban para usarlo, para colgarse de su fama, no porque les interesara trabajar con él. Fue difícil, dice, acostumbrarse a ser desconfiado, como una medida de protección. Y asumir su depresión... Y no regodearse en ella, jugando el juego romántico del artista que se nutre del sufrimiento. “Ese es un camino complicado, que ya recorrí –reflexiona–, lo usaba como fuente de inspiración, una manera de exorcizar las cosas. Pero cuando ‘no funciona’, cuando escribís las canciones y la mierda sigue ahí, bueno, deja de ser romántico. No querés seguir flirteando con eso, porque es terriblemente PELIGROSO. Es como pensar esto: hay luz al final del camino. Pero cuando salís del túnel, siguen las tinieblas. No sólo no hay luz: no sabés adónde vas, ni dónde estás.”
En el medio de todo este drama, murió la abuela de Reznor, una persona muy importante en su vida. Eso fue un punto de quiebre: era seguir adelante, o terminar con todo. “Hoy tengo una nueva energía. Y una positividad... ¡No! No quiero decir positividad, porque puedo ver cómo la gente devuelve los discos (se ríe). Digamos que me siento mejor espiritualmente acerca de lo que es mi vida. Eso puede cambiar hoy mismo, pero digamos que mi cabeza está un poco más en su lugar.” De ese caos y de la posterior redención surgió The Fragile, un largo compendio de canciones rabiosas del tipo “Starfuckers Inc.” (con una letra que aparentemente, de forma por demás insultante, a su archienemiga Courtney Love) o “Pilgrimage” y largos instrumentales cuasi-psicodélicos, llenos de sus ya reconocibles tristes pasajes de piano, caso “La Mer”. “Mi aspiración es hacer algo digerible, pero que sea de difícil proceso”, asegura. Y tiene mucha confianza en su álbum. En parte por el hecho de creer que, hoy, no hay buena música en el mundo del rock’n’roll. “¿Cuál es la opción que tiene un quinceañero hoy? Korn. Habrá más, sospecho, pero no lo sé. Estoy más viejo: cambié mucho. O la música es peor últimamente, o yo estoy más cínico.” Cuando se sientan a escuchar discos nuevos en el estudio de Nueva Orleans, con los músicos que cooperan en Nine Inch Nails, rara vez dicen “qué buen disco”, agrega. Mr. Nueve Pulgadas sostiene que, en general, laactitud es ‘Dios, ¿qué le pasa al mundo?’. Y que el rock se ha evaporado. Ahora todo es alternativo, los sellos discográficos convencieron a todo el mundo de que Barenaked Ladies y hasta REM son alternativos, así que todo es confusión y mentiras... Por eso el hip hop se adueñó de todo. Puedo volverme loco si pienso en eso. Creo que hice un disco inteligente. No digo sólo que me guste: me parece lo mejor que hice en mi vida. Bastante costó, el hijo de puta... (se ríe).
¿Y los fans? ¿Seguirán siendo leales después de cinco años de silencio? “No sé”, afirma Reznor. “Cada vez que edito un disco pienso que los fans lo van a odiar. Seguramente habrá gente que lo odiará, y fans que estarán decepcionados. Decididamente, no tengo expectativas con este disco. Voy a hacer el mejor show en vivo que pueda, y ver qué pasa. Y si a nadie le importa, bueno, qué le vamos a hacer. No es sano para mí hacer demasiadas suposiciones. Suena como Nine Inch Nails, ésa es la única medida que tengo para juzgar mi trabajo.” El demorado The Fragile es, según su autor, un disco acerca de cosas que fallan. De sistemas que no funcionan. De cosas que se rompen. “Cuando una canción está a punto de estar bien, querés terminarla, y no te deja. A veces es encolerizante, pero en general demuestra la fragilidad.” Por eso eligió guitarras e instrumentos de cuerda, porque, dice “por naturaleza son imperfectos”. Es un disco de guitarras, y obviamente muchas computadoras, pero apenas sintetizadores. Al revés que en sus trabajos anteriores, el método fue primero usar instrumentos reales, y después procesarlos. Y conseguir instrumentos como ukeleles y cellos, que nadie sabía tocar, sólo para sacarles sonidos. Por eso, también, el álbum se atrasó tanto. “Muchas cosas fueron experimentos en el estudio, pero de todos modos no quería hacer algo ambicioso y sobreproducido. Traté de conservar lo emocional. La verdad, es que no estoy muy seguro de lo que hice.”
The Fragile no es sólo un disco doble. Es un disco larguísimo. “No quiero que la gente lo escuche eligiendo temas. Quiero que lo escuche entero, y eso es una gran inversión de tiempo. Estoy enganchado con la idea de que se sienten a escucharlo. La idea de un disco que es un todo, eso es algo que siempre disfruté como fan. Y a eso aspiro ahora, aunque no sé cuán popular será. Y, la verdad, no me importa.”


Una historia

Trent Reznor nació en Pennsylvania, y fue criado por sus abuelos maternos. Además de ser músico desde los cinco años (cuando empezó a estudiar piano y saxo), estudió informática. Un dato curioso: una de sus primeras bandas, Problems, apareció en la película Light of day, de Paul Schrader, con Michael Fox y Joan Jett (1987). Pero un año después, Reznor dejó el grupo, y armó Nine Inch Nails como un proyecto solista, casi. Su único compañero “estable” era Chris Vrenna, en batería. En 1989 editaron el primer disco de NIN Industrial Nation, y fueron soportes de Skinny Puppy, the Jesus & Mary Chain, y Peter Murphy. Pero se hicieron famosos con Pretty Hate Machine y su hit “Head Like a Hole”, en 1990, una canción bailable, que tomaba influencias darks, industriales y de hard rock. El disco se vendió muchísimo, y NIN fue la banda que más remeras vendió en el Lollapalooza de 1989. En 1992, NIN abandonó su compañía discográfica, y Reznor creó su propio sello, Nothing records, que, obviamente, fue donde grabó por primera vez Marilyn Manson. Ese mismo año lanzaron un EP, Broken, que le valió a Reznor su primer Grammy.
Pero no fue hasta 1994 y el lanzamiento de The Downward Spiral que Trent se convirtió en el niño mimado de la crítica, que llegó a definirlo como el hombre más innovador de la década, y eventualmente quien salvaría al rock con su nuevo sonido y su estética macabra. El disco fue grabado en la casa de Cielo Drive 10050, la misma donde la Familia de Charles Manson asesinó a Sharon Tate y sus amigos en 1969. Reznor siempre sostuvo que él ignoraba los siniestros antecedentes de la mansión cuando la alquiló como estudio, pero es difícil creerle. Las canciones decían cosas como “quiero cogerte como un animal” (Closer) y “focalizo en el dolor/ lo único que es real” (Hurt). Los videos, plagados de medias reses, principitos góticos y fantasías cyberpunks, definieron la estética siniestra/ industrial de la banda, que tuvo un broche de oro con el increíble show de Woodstock ‘94, donde tocaron cubiertos de barro.
A partir de entonces, Reznor no volvió a editar música propia, salvo algunos singles, pero se convirtió en el productor más buscado e interesante. Ese mismo año se dedicó a la banda de sonido de Asesinos por Naturaleza, de Oliver Stone, con un resultado perturbador e impresionante que incluía canciones de Bob Dylan, Patti Smith, L7, Leonard Cohen y los propios NIN. En 1996, produjo, con mejores resultados aún, la banda de sonido de la aterradora Lost Highway, de David Lynch (con quien compartió la tapa de la revista Rolling Stone edición norteamericana). Reznor contó que Lynch, cuando le pedía las canciones, sugería “quiero algo que suene como serpientes saliendo de una caja... y viniendo hacia tu cara”. El disco incluía “The perfect drug”, y canciones de Marilyn Manson, David Bowie, Barry Adamson, Jobim, Rammstein y Lou Reed. Por esa época, Reznor se ganó una enemiga, Courtney Love, con quien tuvo un breve y accidentado romance que culminó cuando Love “denunció” las humillaciones a las que él y su banda sometían a las groupies (“estoy asqueada”, dijo). Y también ganó un amigo: su ídolo David Bowie, que no sólo le prestó canciones para el film de Lynch, sino que lo invitó a participar en el tema y el video “I’m Afraid of Americans”, donde Reznor persigue a un aterrorizado Duque Blanco por las calles de una gran urbe norteamericana.